Tres historias del escritor colombiano sobre su paso por la capital italiana.
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Una reflexión en clave cinematográfica de las relaciones entre Gabriel García Márquez y cine.
Wed, 07/09/2025 - 21:03
Antes de aprender a leer, mucho antes incluso de entrar a un salón de clases, Gabriel García Márquez iba al cine. Su abuelo lo llevaba a las funciones tempraneras del teatro Olympia en Aracataca y no salían de allí hasta que el proyector se apagaba. Eran, en su mayoría, películas de Tom Mix con vaqueros intrépidos y forajidos armados hasta los dientes. El pequeño Gabriel regresaba a su casa con la imaginación encendida y, al día siguiente, mientras desayunaba o almorzaba, reconstruía en voz alta las tramas de las películas que había visto. Si olvidaba un episodio importante, su abuelo le ayudaba a recordarlo. Sólo después de haber relatado numerosos argumentos cinematográficos en la mesa del comedor, García Márquez leyó su primer libro. Una edición para adultos de Las mil y una noches. Cuando el novio de su prima Sara Emilia Márquez lo vio leyendo ensimismado las historias de Sherezade, exclamó:
— ¡Carajo! Este niño va a ser escritor.
No sabía, por supuesto, que el cine había llegado primero.
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