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¿Quién fue Gabriel García Márquez?

Un recorrido por la vida y obra de Gabriel García Márquez.

Créditos
Foto archivo Fundación Gabo / Hernán Díaz

Orlando

Gabriel José García Márquez fue un destacado escritor, periodista y cineasta latinoamericano. Nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca (Magdalena), un pequeño pueblo bananero ubicado en la región Caribe de Colombia. Allí vivió al cuidado de sus abuelos maternos hasta los ocho años. En 1938 se trasladó con sus padres a Barranquilla, ciudad en la que cursó la primaria y parte del bachillerato, primero en el colegio público Cartagena de Indias y luego en el Colegio San José, de los jesuitas. El título de bachiller lo obtuvo en el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá en 1946, luego de aplicar exitosamente a una beca de estudios otorgada por el Ministerio de Educación Nacional. Un año después se matriculó en Derecho, en la Universidad Nacional y comenzó a publicar sus primeros cuentos en el diario bogotano El Espectador.

En abril de 1948, como consecuencia de la violencia que desató el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, interrumpió sus estudios y viajó a Cartagena. Aunque reanudó el derecho en la Universidad de Cartagena, unos meses más tarde decidió abandonar la carrera definitivamente para convertirse en escritor. En esta nueva etapa dio rienda suelta a su vocación periodística sin descuidar el interés por la literatura. Entre 1948 y 1952 redactó opiniones, noticias y notas editoriales para los principales periódicos y semanarios de la región. De aquella época, en la que su vida alternó entre Cartagena, Sucre y Barranquilla, provienen los textos de “Punto y aparte”, su columna en El Universal, y “La Jirafa”, su columna en El Heraldo. Esta última no la firmó con su nombre sino con un seudónimo, “Septimus”, en honor al personaje Septimus Warren Smith de La señora Dalloway, una novela de Virginia Woolf que había merecido toda su admiración. Ciertamente, fue bajo la influencia de Woolf, William Faulkner y de las obras más sobresalientes del modernismo anglosajón que concibió el tono narrativo de su primera novela, La hojarasca. A pesar de que terminó de escribirla a principios de 1952, sólo pudo publicarla tres años después, en mayo de 1955.

En enero de 1954, a instancias del poeta Álvaro Mutis, viajó a Bogotá para trabajar en El Espectador. Como periodista de planta estuvo a cargo de una columna diaria sobre cine (su título era “El cine en Bogotá. Estrenos de la semana”), convirtiéndose así en uno de los pioneros de la crítica cinematográfica en el país. También escribió diversos reportajes, incluyendo las catorce entregas que conformaron Relato de un náufrago, una historia que multiplicó el tiraje del periódico y consolidó el prestigio de García Márquez como narrador, al menos dentro del ámbito nacional.

A mediados de 1955, El Espectador lo envió a Europa en calidad de corresponsal. Esa fue una oportunidad que aprovechó para conocer algunas ciudades de Suiza, Italia, Austria, Polonia, Checoslovaquia y Francia. En Roma, deslumbrado por el neorrealismo italiano, se inscribió en un curso de dirección cinematográfica en el Centro Sperimentale di Cinematografia. Nunca lo concluyó, si bien superó sobradamente la clase de edición mediante el uso de la moviola. En enero de 1956, el gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla cerró El Espectador y García Márquez, que estaba en París, decidió quedarse en la capital francesa para dedicarse a la literatura. Durante este período y bajo unas condiciones materiales difíciles escribió El coronel no tiene quien le escriba y parte de La mala hora.

Volvió al continente americano a finales de 1957, cuando un amigo periodista le consiguió un empleo en la redacción de la revista venezolana Momento. Una vez que se hubo instalado en Caracas, viajó a Colombia y contrajo matrimonio con Mercedes Barcha, su esposa de toda la vida. Con ella regresó a Venezuela a fin de continuar su vocación periodística. En ese país atestiguó la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez y lo sorprendió la Revolución Cubana. Poco después, en 1959, aceptó dirigir en Bogotá una sede de Prensa Latina, la agencia cubana de noticias fundada por Fidel Castro y Jorge Ricardo Massetti. Al año siguiente lo invitaron a La Habana para cubrir de cerca el gobierno revolucionario y, en enero de 1961, fue nombrado director de la oficina de Prensa Latina en Nueva York.

La estadía en los Estados Unidos estuvo llena de conspiraciones y desencuentros. Sus diferencias con los comunistas de la oficina, por un lado, y con los anticastristas en las calles de Manhattan, por el otro, crearon un ambiente tenso que ocasionó su renuncia. De modo que en junio de ese mismo año se desplazó con su familia hacia la Ciudad de México, dispuesto a olvidarse del periodismo por un rato. En la capital mexicana residió toda la década de los sesenta y retomó la pasión por el cine. Salvo algunos trabajos en publicidad y en tabloides sensacionalistas, García Márquez se dedicó por entero a la producción de guiones cinematográficos y a la escritura de Cien años de soledad, uno de sus libros más insignes. También publicó las otras obras que complementan el universo de Macondo: El coronel no tiene quien le escriba en 1961, Los funerales de la Mamá Grande en 1962 y la edición autorizada de La mala hora en 1966.

A partir de la publicación de Cien años de soledad -5 de junio de 1967-, el escritor colombiano se convirtió en una figura pública cuyas opiniones resonaban en todo el mundo. Esta fama estuvo al servicio de sus posturas políticas, en especial las que estaban relacionadas con la soberanía de los países de América Latina y la integración cultural del continente. Tras el golpe de estado en Chile en septiembre de 1973, desarrolló una faceta periodística “militante” (para lo cual fundó en 1974 la revista Alternativa) y fue partícipe de instituciones que defendieron los derechos humanos (en diciembre de 1974 lo nombraron vicepresidente del Tribunal Russell y en 1978 creó Habeas, un organismo para la defensa de los presos políticos). Fue una década en la que reflexionó sobre el poder y publicó dos obras que asumían el mismo tema en clave literaria: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972) y El otoño del patriarca (1975).

Con la Crónica de una muerte anunciada (1981) retornó a la ficción literaria. Un año después, recibió el Premio Nobel de Literatura. Al contrario de la creencia popular que dice que a un escritor le otorgan el nobel cuando ya está a punto de retirarse, García Márquez siguió fabulando historias. Publicó cuatro novelas más (El amor en los tiempos del cólera en 1985, El general en su laberinto en 1989, Del amor y otros demonios en 1994 y Memorias de mis putas tristes en 2004), dos libros periodísticos(La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile en 1986 y Noticia de un secuestro en 1996), una obra de teatro (Diatriba de amor contra un hombre sentado, 1988), otro libro de cuentos (Doce cuentos peregrinos, 1992) y unas memorias (Vivir para contarla, 2002). Aquel ímpetu de su imaginación narrativa vino acompañado de diversos emprendimientos institucionales: creó la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en 1985, inauguró la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en 1986, fundó el telenoticiero colombiano QAP en 1991 y constituyó legalmente la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano en 1994.

Murió el 17 de abril de 2014, un Jueves Santo. Diez años más tarde, en marzo de 2024, sus herederos autorizaron la publicación de En agosto nos vemos, el borrador inacabado de su última novela. Después de su deceso, la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano cambió su nombre a Fundación Gabo, cuya misión busca fomentar ciudadanos activos y mejor informados mediante la formación y estímulo a los periodistas, y la promoción del uso ético y creativo del poder de contar y compartir historias, inspirados en el legado de Gabriel García Márquez y su método de taller.

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