El Gimnasio Americano Howard Gardner, de Cartagena (Colombia), usa regularmente el especial digital sobre la vida y obra de García Márquez en su metodología de inteligencias públicas. Sus maestros nos cuentan su experiencia y sus casos de éxito.
El huevo prehistórico, azul, gigante, que está a la orilla del río de aguas diáfanas más famoso de la literatura universal, fue el favorito de los niños de 1º grado del Gimnasio Americano Howard Gardner. Con ese huevo, del que salen libros y libros, comienza el minicuento ¿Quién era Gabo? -en el especial digital El legado de Gabo-, para contar la historia de ese niño que imaginaba casas de barro y cañabrava, y que acabó vendiendo más de 30 millones de copias de una novela llamada Cien años de soledad. Con ese huevo gigantesco, mágico, empezó el amor de una nueva generación por el nobel colombiano…
“Cuando vieron el huevo grandote, del que salían un montón de libros, quedaron fascinados. Ellos me contaban si en su casa tenían libros, cuáles tenían… Luego yo les expliqué qué era el Día del Idioma, por qué lo conmemorábamos, y luego les conté quién era Gabriel García Márquez”, recuerda la profesora Alba Mayorc Boyer sobre esa tarde de viernes en la que se divirtió junto a sus estudiantes, a la distancia, navegando en el especial web que cuenta la vida y obra de Gabo en lenguaje de niños y jóvenes.
Era 23 de abril, un viernes, y como cada tarde de viernes, en el Howard Gardner estaban en una de las actividades diseñadas para potenciar el modelo de inteligencias múltiples que trabajan. Esa tarde de viernes, Día del Idioma, no podía estar dedicada a algo que no fuera la inteligencia lingüística.
Los niños de primer grado, con mariposas amarillas pintadas en sus mejillas, dibujaron a Gabo y ese mundo tan reciente para ellos, al que apenas conocían.
“Vivió 14 meses encerrado y no estaba castigado. Estaba escribiendo la obra por la que lectores de todos los idiomas lo consagraron como el más universal de los escritores contemporáneos en lengua española. Hecho que quedó reafirmado con el Premio Nobel de Literatura que ganó en 1982”….
Así decía el cuento, que también leyeron los chicos de 5º, con quienes tuvo cierto recelo la profesora Alba para mostrarles el minicuento pensando en que, siendo más grandes, pondrían un poco de resistencia, pero resultó todo lo contrario. “Les gustó mucho la historia, asociaron muchas cosas que hacen en casa con las imágenes que aparecen en el cuento, cosas que hacen en casa sus papás, como leer. Asociaron el cuento con su entorno”, explica la docente.
Durante semanas, Gabo ha sido el tema de conversación en las clases de Alba. Los chicos la abordan, en cualquier momento de la clase, para contarle que vistieron al nobel como su abuelo (en el módulo de juego que permite ponerle una guayabera o un liqui liqui), o que volvieron a intentar otra actividad hasta hacerla completamente bien, siguiendo la invitación constante de García Márquez de aprender haciendo, sin importar cuántas veces se equivoquen, cuántas veces lo logren.
“La línea de tiempo les gustó muchísimo porque asociaron momentos de su niñez con la niñez de Gabo, y nos falta mucho por explorar porque tiene muchísimo contenido. Yo me metí y, ¡mejor dicho!, hice y deshice…”, remata la profe, con una sonrisa que incluso se puede percibir detrás del tapabocas que se ve tras la pantalla, en la llamada de Meet que compartimos. Una llamada que podría ser cualquier cosa menos relevante en tiempos de pandemia y virtualidad, pero que para la metodología del Howard Gardner es esencial.
“Buscamos alternativas para nuestros estudiantes, experiencias presenciales o virtuales que sean diferentes”, explica Jorge Mario Angulo, coordinador de Convivencia del colegio, quien también nos acompaña en la llamada… Y sí, está el coordinador de Convivencia en esta reunión porque los procesos metodológicos se basan en la transversalidad, y todos su modelo de enseñanza se basa en ese acompañamiento de unas áreas con otras, según cuentan.
El profe Jota, como lo presentan, relata con entusiasmo cómo los viernes son de actividades, que aunque el fondo sean lecciones que bien podrían enseñarse en clases magistrales, aquí encuentran otro formato: cierta flexibilidad, cierta libertad.
“Tenemos una semanas en las que articulamos las actividades que hacemos con celebraciones específicas”. El Día del Idioma entonces trazó una nueva oportunidad en el cronograma, y fue García Márquez el escritor elegido, como lo fue Manuel Zapata Olivella el año pasado, para enfocar las actividades y desarrollar procesos de aprendizaje en relación con la literatura, con la creatividad, con su producción escrita.
En esa búsqueda constante por coyunturas y herramientas para fortalecer esta programación de actividades culturales de cada viernes, apareció El legado de Gabo. Fue gracias a una madre de familia que se lo presentó a Karen Bolaños, la coordinadora académica del colegio, otra entusiasta por estas actividades alternativas que permiten exploraciones hacia el conocimiento y la formación, ampliar la perspectiva de que la formación no sea netamente académica, sino cultural, más integral. “Esa es la ventaja que encontramos con la Fundación Gabo, Centro Gabo y con la plataforma. Estamos abiertos a crear actividades. Más que un colegio, parecemos un centro de eventos especiales -y se ríe el profe Jota mientras lo dice-, pero esto es por la metodología que manejamos, por la dinámica de las inteligencias múltiples y las formas de aprendizaje que se basan en esta experiencias”.
En la conversación virtual hay alguien que lo escucha todo, que refrenda todo, aunque no diga nada. Es la rectora, Elena Osorio, para quien reservo la pregunta final: ¿por qué vale la pena aplicar un modelo de enseñanza como este, que echa mano de recursos como el especial digital El legado de Gabo?
“Soy una eterna convencida de que la tecnología está para nosotros, y depende del uso que le demos. Soy una defensora de la tecnología porque, como le digo a los docentes: no podemos educar a niños del siglo XXI con herramientas del siglo pasado”.
La respuesta de la rectora Osorio reivindica acciones que aún hoy, en ese siglo XXI que señala, y que vertiginosamente se mueve a diario hacia avances tecnológicos más fuertes y profundos, son condenados en espacios académicos como colegios e instituciones de básica primaria y secundaria, como que un niño tenga un celular o una tablet en la mano, solo vistos como elementos distractores.
“Los niños, en ese momento, también están haciendo procesos de exploración, creatividad, de educación, porque la tecnología bien orientada siempre va a permitir que nuestros estudiantes avancen muchísimo más rápido de lo que nosotros podemos pretender. Ellos son unos autónomos exploradores de su entorno, y tenemos que seguir educándolos con las herramientas de su era, de su momento”, dice la rectora.
Si bien la pandemia zarandeó al mundo de un sopetón, sorpresivamente, también ha sido la pandemia la que le ha dado un vuelco profundo a las estrategias metodológicas tradicionales, algunas de las cuales han tenido que reconocerse como obsoletas, mientras otras han podido alinearse con nuevos formatos y experiencias. La literatura de siempre, la clásica, la de los libros de cientos de hojas, por ejemplo, ha encontrado un refugio en rincones digitales como El legado de Gabo, que sin la experiencia física de pasar página tras página para descubrir el mundo de los Buendía, nos pone a todos de cabeza -a niños, jóvenes y adultos- con ese Macondo inolvidable y estremecedor con el que palpitamos, y que ahora podemos visitar, cada vez que queramos, y que solo está a un par de clics de distancia.
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