La historia sobre los padres que se quedan huérfanos que NO escribió Gabriel García Márquez.
Gabriel García Márquez es el escritor en lengua castellana del siglo XX que más veces ha sido adaptado a la pantalla y el único narrador hispanoamericano que se encuentra entre los cincuenta escritores más traducidos a otras lenguas según el Index Translationum de la Unesco. Una de sus novelas más emblemáticas, Cien años de soledad, es la más leída en idioma español después del Quijote. No es de extrañar, por lo tanto, que sus historias no sólo descansen en las bibliotecas y librerías de todo el mundo, sino que circulen de forma masiva en diversos sitios de la internet y en cadenas de redes sociales.
Este carácter universal que ha ganado García Márquez a través de las décadas también ha traído consigo una cantidad considerable de bulos y textos apócrifos atribuidos al autor colombiano: desde cuentos, poemas y cartas de despedida hasta manuales para sobrevivir durante la cuarentena (podría interesarte: “Gabriel García Márquez en los tiempos de la desinformación: los textos apócrifos de un Premio Nobel”).
En las últimas semanas se ha difundido un texto melancólico sobre los retos de la paternidad y el síndrome del nido vacío creado, supuestamente, por Gabriel García Márquez. Aunque no tiene un título determinado, en algunas cadenas de WhatsApp y blogs es posible hallarlo con el nombre de “Cuando los padres se quedan huérfanos”. El escrito, que a veces se presenta en prosa y otras veces en verso libre, aborda el desasosiego y la nostalgia que sienten los padres cuando sus hijos crecen y abandonan la casa natal para asumir las riendas de sus vidas adultas. Se desconoce a ciencia cierta quién es su legítimo autor, pero no cabe duda de que no fue redactado por García Márquez, ya que no está incluido en ninguno de sus trabajos literarios, periodísticos y autobiográficos. Tampoco en sus entrevistas y discursos.
Una versión del texto fue publicada por el periodista Jorge Romero Montañez el 12 de mayo de 2003 en El Siglo de Torreón, un diario del estado de Coahuila en México. Como está firmado por el propio Montañez, es probable que se trate del verdadero autor. Su artículo, además, sí tiene un título: “¡Cruel realidad…!” (una frase que se amolda perfectamente al sentido de la reflexión sobre los padres que se quedan “huérfanos”).
A partir de esa fecha, el texto es reproducido en internet con la firma de García Márquez o atribuido a un autor anónimo. En 2015, ya con el equívoco título de “Cuando los padres se quedan huérfanos”, el relato volvió a viralizarse gracias al periodista argentino Beto Casella, quien lo leyó completo durante la conducción de su programa televisivo Bendita.
Cabe resaltar que, a pesar de que García Márquez no escribió este texto, la idea de los padres huérfanos de sus hijos no es ajena a su producción literaria. En la novela El coronel no tiene quien le escriba, cuando el coronel se está vistiendo, le comenta a su esposa que sus zapatos viejos parecen de huérfano. La mujer, que siempre está recordando a su hijo Agustín (acribillado en la gallera del pueblo por distribuir información clandestina), le contesta: “nosotros somos huérfanos de nuestro hijo”.
En el Centro Gabo compartimos contigo el bulo sobre los padres huérfanos que NO fue escrito por García Márquez para que no caigas en la desinformación:
Existe un período en el que los padres nos quedamos huérfanos de nuestros hijos; es que ellos crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes.
Crecen sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y a veces, con alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días; crecen de repente. Un día se sientan cerca de nosotros y con increíble naturalidad, te dicen cualquier cosa que te indica que ya crecieron sin haberlo percibido.
¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, los juegos en la arena, los cumpleaños con payasos? Crecieron en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil. Ahora estamos ahí, en la puerta de la disco, esperando ansiosos, no sólo que no crezcan, sino a que aparezcan... Allí están muchos padres al volante, esperándolos que salgan con sus pelos largos y sueltos. Y allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y bebidas gaseosas; en las esquinas, con el uniforme de su escuela y sus incómodas mochilas en la espalda.
Y aquí estamos nosotros, con el pelo cano... Ellos crecieron observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos; principalmente con los errores que esperamos no repitan... Pasó el tiempo de los juegos, el fútbol, el ballet, la natación... porque brincaron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas.
Y es cuando empezamos a reflexionar que deseamos haber estado más tiempo juntos al lado de ellos en su cama, oyendo de cerca su respiración, sus conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia; y cuando fueron adolescentes, a los cubrecamas de aquellas piezas cubiertas de calcomanías, posters, agendas coloridas y discos ensordecedores.
Y ahí precisamente fue donde los padres fuimos quedando exiliados de los hijos. Teníamos la soledad que siempre habíamos deseado... Y nos llegó el momento en que sólo mirábamos de lejos, algunos, en silencio, y esperando que elijan bien en la búsqueda de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible.
El secreto es esperar... En cualquier momento nos darán nietos. El nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos; por eso los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño. Aprendemos siendo hijos, después a ser padres y sólo aprendemos a ser padres, después de ser abuelos... En fin, pareciera que sólo aprendemos a ser padres, después de que la vida se nos pasó...
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