Un decálogo del escritor colombiano sobre la poesía y su influencia decisiva en su narrativa.
En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte.
Mi interés por la literatura, mi asombro y mi fascinación por la literatura empezaron con la poesía, y soy un gran lector de poesía. Creo que el argumento de la novela es ficción, pero lo que es el recurso retórico para escribirla es un elemento puramente poético; si no, uno no se preocuparía por las palabras, por el significado de las palabras y por la belleza de las palabras.
Tengo la tendencia a ir convirtiendo el relato y la novela en poesía. Una aspiración a mi trabajo es el de encontrar más soluciones poéticas que soluciones narrativas.
Lo que sucede con la poesía es que informa sobre todas las artes. Una persona que conoce la poesía, que siente la poesía, que sabe lo que es la poesía, tiene una información sobre pintura, música, literatura, en cualquiera de sus géneros.
Mi formación es esencialmente poética. Yo empecé a interesarme por la literatura a través de la poesía. Pero te digo más: a través de la mala poesía, porque tú no puedes llegar a la buena poesía sino por la mala poesía. No puedes llegar a Rimbaud, a Valéry sino por Núñez de Arce y por toda la poesía lacrimógena que le gusta a uno en el bachillerato cuando está enamorado. Esa es la trampa, la carnada que te agarra para siempre a la literatura. Por eso soy un gran admirador de la mala poesía. Y por eso lo que más admiro de la literatura española no es la novela sino su poesía.
La nostalgia es la fuente de toda literatura y de toda poesía.
Se puso de moda la novela. Ojalá se pusiera de moda la poesía, que es una expresión que todavía va más lejos.
Creo que los poetas y los novelistas podemos llegar a un acuerdo de coexistencia pacífica, en el sentido de que los poetas sean cada vez más narradores y los novelistas seamos cada vez más poetas.
La poesía es revolucionaria… si es buena.
Siento que mis trabajos de novela son trabajos esencialmente poéticos. Entonces, los grandes poetas amados son los grandes poetas del Siglo de Oro: Góngora, Quevedo, Garcilaso, Lope de Vega… Después la gente de Piedra y Cielo y ese es el sustento básico de toda mi obra.
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