Era el año 1985. Con apenas 9 años leí mi primer libro: Crónica de una muerte anunciada. La lectura fue por casualidad, digamos más o menos por casualidad, pues en ese tiempo las monjas del colegio querían incentivar la lectura en épocas de vacaciones y decidieron sin ninguna asesoría pedir a las niñas de la tercera elemental que trajeran, cada una antes de irse de vacaciones, un libro cualquiera, y así poder hacer una recopilación e intercambiarlos entre todas. Yo llevé un libro que habían leído mis hermanas recomendado por la profesora de español y literatura de su colegio. Ellas estaban en tercero de bachillerato (así se llamaba en ese entonces), el título del libro era La casa verde, la cual leí mucho tiempo después.
Al día siguiente, al llegar al colegio, entregué mi libro. Lo puse en la mesa, apilándolo con los demás, todas las niñas hicieron lo mismo. Luego la profesora nos dijo que podíamos escoger un libro que no hubiéramos leído; me llamó la atención uno en cuya portada yacía un hombre cubierto por una sábana y al cual le faltaba un zapato, vi el título, Crónica de una muerte anunciada, quien lo había escrito, Gabriel García Márquez, y pensé: si fue escrito por un nobel debe ser bueno, porque ya, a solo 6 años me producía curiosidad este señor, desde el momento en el cual lo vi en televisión y le hacían entrega del premio, vestido con guayabera blanca como mi abuelo y también porque mi madre me hacía repetir a los familiares el día, la fecha y el lugar donde fue entregado el premio a "Gabo" para que vieran cuanto precoz fuera su hija. Por ultimo leí la editorial: La oveja negra.
Con todos los argumentos que puede tener una niña de 9 años tomó el libro y me lo llevé a casa. En las vacaciones de mitad de año me entretuve mucho jugando, corriendo con mis amigos de barrio y del libro del nobel no me interesé más, hasta cuando un día en mi natal Pescaito supe de la muerte de un tipo, pero del cual nunca supe su nombre, ni su edad, ni tampoco su profesión. Simplemente supe que lo habían matado a tiros cerca al mercado y cerca de la que llamaban la Calle del Crimen. Mi tío Genaro me llevó a ver, -me llevó a ver porque era costumbre ir a ver al muerto para saber o estar seguro de que no fuese alguien conocido. Entre las personas que se aglomeraron estaba mi madre que justamente hacía compras en el mercado y me había dejado en custodia de mi tío, algunas mujeres lloraban, otras solo movían la cabeza lamentando lo sucedido, no pude ver al difunto, y fue en medio de la gente que encontré a mi madre, la cual desaprobó la acción que deliberadamente tomó su hermano, diciendo que no eran cosas que podía ver una niña. Ella me tomó de la mano y me llevó a casa. Ahí supe que tenía que leer cómo había muerto aquel señor del libro cubierto por la sábana blanca y al cual le hacía falta un zapato. Al llegar a casa tomé el libro y lo leí, ahí supe de enfermedades de las que nunca había oído, y de miles de cartas jamás leídas, y también de sentir la angustia de querer abrirle la puerta a Santiago Nasar.
Después de entender y no entender todas las escenas del porqué los hermanos vicario querían matar a el hombre más apuesto del pueblo que sabía interpretar los sueños de los demás y de leer su triste final en la Colombia de ese entonces, en la que una situación similar provocaba en un niño la misma sensación de la normal impotencia de no poder hacer nada para salvar vidas, y pensar solo que eran crónicas de noticias o cuentos o historias contadas por los adultos.
Al llegar a la escuela después de las vacaciones, la profesora pidió que contáramos en un resumen oral el libro que habíamos leído, alzó la mano la niña más inteligente de la clase y resumió la historia de El principito, alzó la mano otra niña y habló de su libro: Aladino y la lámpara maravillosa, y por último, alzé la mano yo y conté del día en el que a Santiago Nasar lo iban a matar, y de la hora en la cual se levantó recordando un sueño y con la sensación de haber sido cagado por pájaros. La profesora al oír el lenguaje poco adecuado me pidió que describiera la situación no tan real y castiza, en ese momento no tuve los sinónimos para describir cómo se siente uno al estar cagado por pájaros y me quedé en silencio, la profesora me animó y me dijo: continúa, háblanos del final. En ese momento empecé a describir como había sido la muerte de Santiago, la cual fue aún más castiza, porque a Santiago Nasar lo matan sacándole las tripas.
Ahora adulta y con cierto criterio literario, puedo decir que me siento bien, me siento contenta de haber elegido su mejor libro, dicho por el mismo Gabo.
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