Para el experto en tecnología persuasiva Tristan Harris, las redes sociales y la tecnología están secuestrando a la sociedad. “Lo que comenzó como una carrera por monetizar nuestra atención ahora está erosionando los pilares de nuestra sociedad: la salud mental, la democracia, las relaciones sociales y nuestros hijos”, manifiesta el antiguo diseñador ético de Google.
El egresado en Ciencias de la Computación de Stanford considera que internet no evoluciona al azar. La carrera por la atención emprendida por las grandes empresas de comunicación digitalizada, como Google, Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat…, va hacia el fondo del tronco cerebral de cada cibernauta.
“El objetivo oculto en toda la tecnología que hacemos es la carrera por nuestra atención finita. La mejor manera de captar la atención de las personas es conocer cómo funciona la mente de alguien”, dijo Harris durante una conferencia
TED en Vancouver, en abril del 2017.
En el 2011, la compañía de Harris,
Apture, fue adquirida por Google. Harris estudiaba cómo se controlan los pensamientos de los internautas de manera ética. Debido a su preocupación, presentó un manifiesto para minimizar la distracción y respetar la atención de los usuarios. Su propuesta se hizo viral en la compañía, pero se dio cuenta de que desde adentro no podía cambiar lo suficiente.
“El modelo de negocio no fue creado para devolverles el tiempo a los usuarios, sino para tomar cada vez más”, según
TristanHarris.com.
“Con las notificaciones, el teléfono inteligente te dice en qué tienes que fijar la atención a cada momento. Tenemos que entender que pueden programar nuestra mente con pequeños pensamientos [como alertas en la pantalla del celular] que no hemos elegido”, añade Harris, quien lanzó en el 2013 la asociación Time Well Spent (Tiempo bien empleado) con la finalidad de revertir la “crisis de atención digital”.
En febrero de este año, Harris y un grupo de extrabajadores de las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley fundaron el
Center for Humane Technology, una ONG que pretende concienciar a los cibernautas sobre los efectos nocivos de la tecnología en su salud y presionar al gobierno estadounidense para que endurezca las normas que regulan el sector.
Según el portal del centro, Facebook, Twitter e Instagram han creado productos que benefician enormemente al mundo. Pero utilizan técnicas cada vez más persuasivas para mantener a los usuarios pegados a sus dispositivos. “Señalan en nuestras mentes las noticias, el contenido y las notificaciones impulsadas por la inteligencia artificial, continuamente aprenden a engancharnos con mayor profundidad, a partir de nuestro comportamiento”, añade en
HumanTech.com.
Además, Facebook segrega a sus usuarios en cámaras de eco, fragmentando así las comunidades. Instagram glorifica la vida de la imagen perfecta, erosionando el valor propio de cada usuario. YouTube reproduce automáticamente el siguiente video, incluso si la persona se queda dormida. Snapchat convierte las conversaciones en rachas, redefiniendo cómo los niños y adolescentes miden la amistad.
La tecnología no es neutral
Los productos de las empresas tecnológicas forman parte de un sistema diseñado para crear dependencia. Tanto Harris como el Center for Humane Technology señalan las razones por las cuales la carrera por la atención está deteriorando los pilares de la sociedad.
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La salud mental. La carrera por mantener a los cibernautas en las pantallas 24/7 hace que sea más difícil la desconexión, aumenta el estrés, la ansiedad y reduce el sueño.
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La democracia. Las redes sociales premian a la indignación, las informaciones falsas y la burbuja de filtros, que son mejores para captar la atención, y dividen a los usuarios para que no puedan estar de acuerdo con la verdad.
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Las relaciones sociales. La carrera por la atención en las redes sociales obliga a los cibernautas preferir las interacciones virtuales y las recompensas, “me gusta” y compartir, en las pantallas en lugar de las conversaciones cara a cara en las comunidades.
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Los niños y adolescentes. La carrera por mantener la atención de los niños los prepara para reemplazar su autoestima por “me gusta”, alienta la comparación con los demás y crea una constante ilusión de estar perdido.