Un decálogo del escritor colombiano dirigido a las nuevas generaciones de ciudadanos y jóvenes escritores.
Para el Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez, los jóvenes eran la base primordial desde la cual se podía concebir el futuro de la humanidad. Su noción de juventud, expresada en diferentes entrevistas y discursos, implicaba el desarrollo de una rebeldía mental, el ejercicio de una memoria histórica que aprendiera lecciones del pasado y la construcción ineludible de una educación para la paz donde se enalteciera el poder de la imaginación.
Bajo esas mismas lógicas funcionaba su ideal del escritor joven, el cual consistía en narradores activos, dispuestos a utilizar la vitalidad de su juventud para procurarse la artesanía de la literatura sin pensar en las responsabilidades que trae consigo la vejez.
Compartimos contigo diez frases sobre la juventud y sus responsabilidades que Gabo les dejó a los jóvenes en varios discursos y entrevistas que dio a lo largo de su vida:
A ustedes, soñadores con menos de cuarenta años, les corresponde la tarea histórica de componer estos entuertos descomunales. Recuerden que las cosas de este mundo, desde los trasplantes de corazón hasta los cuartetos de Beethoven estuvieron en la mente de sus creadores antes de estar en la realidad. No esperen nada del siglo XXI, pues es el siglo XXI el que lo espera todo de ustedes. Un siglo que no viene hecho de fábrica sino listo para ser forjado por ustedes a nuestra imagen y semejanza, y que sólo será tan glorioso y nuestro como ustedes sean capaces de imaginarlo.
“Ilusiones para el Siglo XXI”.
Discurso de Gabriel García Márquez en el Foro América Latina
y el Caribe frente al Nuevo Milenio, marzo de 1999.
Los jóvenes, divididos entre los apremios del presente y los misterios del futuro, no tienen conciencia del pasado. Solo cuando la tengan empezarán a madurar de verdad. Eso es lo más importante que va a ocurrirles a ustedes, jóvenes y venturosos encargados de abrir las puertas del tercer milenio.
“Sin conciencia del pasado”. Revista universitaria Jaque,
reproducido por El Tiempo, marzo de 1991.
Es muy difícil darles consejos a los jóvenes escritores, pero si tuviera que darles uno sería este: hay que aprovechar la vocación de los primeros años para aprender todos los trucos y técnicas del oficio, hay que aprender esos trucos cuando el inconsciente es más fuerte y más apremiante, cuando no se tienen esas enormes limitaciones y responsabilidades que causa la fama. El gran peligro que hay es que en los primeros años la vocación es tan compulsiva y torrencial que es muy fácil dejarse arrastrar. Yo recuerdo que escribía con una absoluta irresponsabilidad y en cambio, ahora, cada palabra que pongo la pongo pensando en la cantidad de cosas que pueden suceder si me equivoco.
“Estoy tan metido en la política que siento nostalgia de la literatura”.
El Viejo Topo, 1979.
El oficio de escritor, sus técnicas, sus recursos estructurales y hasta su minuciosa y oculta carpintería hay aprenderlos en la juventud. En realidad, hasta los treinta años uno escribe a chorros, se le ocurre más de lo que puede digerir, y se piensa que los conocimientos artesanales son un estorbo y que es mejor la espontaneidad. En ese momento es verdad, pero cuando la espontaneidad se acaba uno se queda sin nada si no aprendió a tiempo la sabiduría, porque los escritores somos como los loros que no aprenden a hablar después de viejos.
“Entrevista con Gabriel García Márquez”.
Libre, marzo de 1972.
Desde niño le crean a uno la imagen de los años como el límite de la juventud, el último chance. A los sesenta años ya uno era viejo, tenía que vestirse como viejo, ser viejo. Los que lo creían se volvían decrépitos. Tampoco yo escapaba a esa idea, porque es un sentimiento que va in crescendo. Y, de pronto, despierta uno y se encuentra con que tiene sesenta años y se siente lo mismo que nunca, más aún, más tranquilo, más convencido de lo que está haciendo, con más capacidad de amor.
“Las telenovelas son una maravilla”.
Diario 16, 1988.
Una vez, en Buenos Aires, un estudiante me agradeció lo que escribo diciendo: «ahora sí que vamos a demostrar que para hacer literatura no es necesario ser señorón ni serio ni académico». En Bogotá, los jóvenes universitarios empuñan Cien años de soledad y lo refriegan a sus maestros, a los teóricos de la ‘buena literatura’; lo empuñan con entusiasmo para demostrar que un ‘loco’, que uno de ellos, ha osado terminar con el oficialismo de la decente literatura.
“El nuevo Quijote de la literatura española”.
Pueblo, 1968.
Si tuviera que aconsejar a un escritor joven le diría que escribiera sobre algo que le ocurrió; siempre es fácil advertir cuándo un escritor escribe sobre algo que le ocurrió o sobre algo que leyó o que le han contado. Pablo Neruda tiene un verso que dice: «Dios no permita que invente cuando canto».
“Gabriel García Márquez”. The Paris Review, 1988.
Estoy comiendo repollo licuado y eso me sabe a hierbas. Estoy caminando siete kilómetros diarios a partir de las seis de la mañana. Estoy haciendo yoga ahora y meditando. Yo que no había meditado. Me dio un resfriado no hace mucho y pensé que me iba a morir. Estoy conquistando esos espacios de la meditación. Nada de estrés.
“Gabo, el otro”. El Colombiano, septiembre de 1996.
La juventud es un gran despilfarro. Y sobre todo se dispara con escopeta de regadera a ver qué cae.
“El escritor en su laberinto”.
Gente, septiembre de 1996.
Hay muchos escritores jóvenes más preocupados por la fama que por su propia obra. Hay un profesor francés de la Universidad de Toulouse que escribe sobre literatura latinoamericana; muchos autores jóvenes le escriben diciéndole que no escriba tanto sobre mí porque ya yo no lo necesito y otras personas sí. Pero se olvidan de que cuando yo tenía la edad de ellos los críticos no escribían sobre mí, sino más bien sobre Miguel Ángel Asturias. Lo que trato de decir es que estos escritores jóvenes malgastan su tiempo escribiéndoles a los críticos en vez de escribir su propia obra. Es mucho más importante escribir que escriban sobre uno. Una de las cosas que me parece importante para mi carrera literaria es que hasta los cuarenta años nunca cobré ni un centavo de derechos de autor, aunque tenía cinco libros publicados.
“Gabriel García Márquez”. The Paris Review, 1988.
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