Tres Gabos

Gabriel, Gabo y Gabo Gabo: Un nombre y tres hombres echando cuentos

Una crónica sobre tres Gabrieles en la familia García Márquez: Gabriel Eligio García Martínez, Gabriel García Márquez y Gabriel Torres García.
María del Pilar Rodríguez - Gabitera

En el camino de explorar la vida y obra de Gabriel José de la Concordia García Márquez las sorpresas son cotidianas. Pues sin duda, tanto su trabajo como su misma historia es un generador infinito de ellas. Sin embargo, debo confesar que es la primera vez que oigo que lo conocieron a través de una caja.

Sí, una caja. Una caja que ha terminado siendo una especie de leyenda que esperamos que, como la del galeón San José, termine emergiendo de las profundidades de la historia de la literatura para sorprendernos con la confirmación material de su idílica condición de depositaria de los tesoros literarios que, cual regalo divino, serían el consuelo del alma de un doliente de neumonía caribe, cogida en una mala noche de Cartagena y curada en medio de la algarabía de la prole que siendo García y también Márquez, es hoy patrimonio del imaginario universal.

La hamaca de convaleciente se mecía a la voz de la brisa sucreña, mientras Gabito al cuidado de su familia engullía los libros que sus amigos del grupo Barranquilla le habían hecho llegar. Como un alimento para la cabeza de ese escritor en ciernes que a falta de dinero para pagar una pensión había decidido dormir en el Camellón de los mártires de La Heroica, sin saber que el cielo lo bañaría en un aguacero que terminaría en dolencia pulmonar.

Los años pasaron y en los hombros del tiempo se multiplicaron no solo las páginas, los aplausos y los premios para el escritor. Si no el número de niños en la familia que, en Cartagena, alrededor de la cocina de Luisa Santiaga corría hasta la hora de la “Chuculia” -bebida que la abuela daba a cada miembro antes de acostarse, elaborada con cualquier cosa susceptible de ser licuada con leche y azúcar-. Y así, en medio del juego a la pelota, de que fulanito empujó a zutanito, un inquieto tocayo se encontró con la caja…

“No tocar, propiedad de Gabito”, la letra de imprenta sobre el papel sellaba con la dignidad de la propiedad privada la caja, que en casa de la abuela parecía esperar a un tío ausente que compartía con aquel juguetón no solo sangre, sino nombre: Gabriel.

Fue así como Gabriel Eligio Torres García a corta edad se enteró que tenía un tío escritor, dueño de una caja que solo años después supo tenía libros, quizá por los mismos días que llegó un señor todo vestido de blanco y por el cual, a medio camino lo atajaron en su carrera hacia la sala, bajo la excusa “de que había que portarse bien porque había visita”.

A cierta distancia vio el hombre que con una novela encima -que se vendía como salchichas- regresaba a la casa materna en busca entre otras cosas del mismo consentimiento del que él gozaba todos los días. En el apartamento de puertas abiertas que era la casa de doña Luisa Santiaga Márquez que, aparte de ser su abuela, era también la madre de ese hombre de blanco que la gente en la calle decía era muy famoso.

Sonó el teléfono y preguntaron por Gabriel, y efectivamente contestó Gabriel y recibió una razón para Gabriel, solo para darse cuenta de que él no era el Gabriel por el que preguntaban. Volvió a sonar el teléfono y preguntaron por Gabo, contestó Gabo, para darse cuenta de que él no era el Gabo por el que preguntaban. Hasta el día que Gabriel José –el escritor– decidió dar una solución práctica a aquel entuerto en una casa donde a esas alturas y en algunas temporadas podían preguntar por tres Gabrieles: Gabriel Eligio –el padre–, Gabriel José –el hijo– y Gabriel Eligio –el nieto y sobrino–. Fue así como Gabriel Eligio Torres García fue bautizado por su tío Gabriel José de la Concordia García Márquez como: Gabo Gabo.

Sí, Gabo Gabo. Sustantiva redundancia que desde la adolescencia pasó a ser la identidad del hijo de Rita del Carmen García Márquez, bisnieto del coronel Nicolás Ricardo Márquez y sobrino igualmente de la tía Pa. Parte de la dinastía de los Gabrieles a la luz de la cual el telegrafista de Aracataca hasta el último día de su vida estuvo satisfecho al cumplir su propósito de no quedarse sin un tocayo en la casa.

Durante su vida, Gabo Gabo se ha desempeñado en oficios muy lejanos a la literatura hasta aquel día en que en Norteamérica cayó en cuenta de su nuevo destino… Venía de una larga jornada de trabajo que había dejado memoria en su indumentaria, por tanto, decidió ocupar discretamente la última fila del recinto atiborrado de escuchas a la espera de una conferencia sobre la vida de Gabriel García Márquez.

No lo soportó, las imprecisiones acerca de su abuela, su abuelo y su familia en general lograron que venciera su timidez y se pusiera en pie, aclarando al público las erratas del conferencista. Que sin darse a esperar pidió al intrometido una justificación de su aclaración, ante lo cual Gabo Gabo no tuvo más opción que presentarse como lo que es: sobrino de Gabriel García Márquez.

Con ese dejo de tierna picardía –muy propio de la descendencia del telegrafista de Aracataca–. Sentado en la oficina de su tío Jaime en Cartagena –más conocido al interior de la familia como el hermano sánduche–, recuerda aquella tarde de fiesta en la que su tío Gabito prefirió pasarla al lado de él y sus amigos que con la gente de su edad… Haciendo consultas y peticiones de las canciones de moda al intérprete de ese acordeón tan comunicativo que siempre terminaba arrugándole el sentimiento.

Misma sensación con la que caminando las calles de la amurallada Gabo y Gabo Gabo entraron a un almacén a comprar las últimas novedades vallenatas. Con tan mala suerte que no aceptaban la tarjeta de crédito del tío que soltó sin miramientos: “tanto escribir uno en esta vida para no tener ni con que comprarse un disco” frase frente a la que el sobrino hizo el préstamo para que un Nobel no se quedara con las ganas de una canción.

Historia que entre las que le confió su madre y le siguen confiando sus tías, tíos y primos, han comprometido a este contador público a seguir contando… Contando los cuentos de una de las familias caribes más reconocidas del globo, por cuenta de ese premio Nobel de literatura que le dijo a la humanidad que no hay una letra en sus novelas que no venga de la realidad. Anécdotas que siguiendo los pasos de su abuelo Gabriel Eligio García Martínez el poeta, y sus tíos los escritores Gabriel José y Eligio Gabriel, siendo Gabriel también, también echará cuentos.

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