Yo, Meira Delmar, a nadie doy mi soledad, la más reciente obra de teatro sobre la vida y obra de la poeta barranquillera, par intelectual de García Márquez.
Sobre el escenario, ante el resplandor de los reflectores y la mirada del público, Maribel Abello es Meira Delmar. Al menos la Meira adulta, pues la adolescente le corresponde a Isabella Gómez. Durante cincuenta minutos aproximadamente, ambas actrices encarnan la vida y obra de la célebre poetisa barranquillera, la única mujer del Atlántico que Gabriel García Márquez y sus amigos del Grupo de Barranquilla consideraban su par intelectual. Se trata de un monólogo a dos voces que Abello ha escrito a partir de una biografía que hizo sobre Delmar y que incluyó en su libro Hasta ahora te creo publicado en el 2020 por la editorial Aguilar. Yo, Meira Delmar, a nadie doy mi soledad es el título que escogió para esta adaptación al teatro.
“Estoy muy feliz de traer a escena a una mujer tan maravillosa como Meira Delmar” nos dice Maribel Abello desde Bogotá. “Es un bálsamo tratar su historia y su poesía, especialmente en estos tiempos muy difíciles de tanta violencia e incertidumbres políticas”.
Abello tiene una larga trayectoria artística que la legitima a protagonizar su propio texto. En Colombia ha participado en telenovelas y series como En cuerpo ajeno (1992), La sombra del deseo (1996) y La costeña y el cachaco (2003). También integró el elenco de la película franco-colombiana La gente honrada y recibió, en 2012, el premio Festival Internacional de las Artes Escénicas del Gran Caribe. Su última aventura entre bastidores, Yo, Meira Delmar, a nadie doy mi soledad, la ha metido de lleno en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
Hace aproximadamente veinte años hice un proyecto —en lo que entonces se conocía como el Fondo Mixto de Cultura—que consistía en publicar un libro con entrevistas a diferentes mujeres cuyas vidas habían influido en el mundo cultural de Barranquilla. Le pedí a Meira que fuera mi tutora y esa circunstancia permitió que nos encontráramos muy a menudo. Ella veía mis progresos en los textos que estaba escribiendo mientras yo le contaba sobre las mujeres que había entrevistado. Durante su tutoría me sugería cambios y personas para entrevistar. Un día le dije: “tú tienes que ser una de las mujeres de mi libro”, y le hice una entrevista. Su historia la escribí, como todas las demás, en forma de monólogo, pues me pareció más interesante que se escuchara su voz en lugar de la mía, la periodista que pregunta.
Efectivamente ella leyó el monólogo y le gustó. Era su historia contada con sus propias palabras. Antes de su muerte en el 2009, le prometí que el libro se publicaría algún día. En el 2016 retomé el proyecto y se lo presenté a Penguin Random House. A la editorial le gustó la forma en que había sido escrito y lo publicó en el 2020.
Meira era, en el buen sentido, una mujer intocable. Se notaba que vivía su vida con mucha tranquilidad. Se tomaba su tiempo para todo. Cuando hablábamos siempre era muy dulce, incluso si debía corregirme algo en el texto. Pasaba de buen ánimo, no era una mujer que se exaltara con facilidad. Los intelectuales la buscaban y sus amistades podían contar con una lealdad inquebrantable. Siempre admiré mucho de ella su fidelidad al amor familiar.
En noviembre de 2021 llegó Carolina Ethel a dirigir la Fundación La Cueva. Poco después, ella y yo coincidimos en un almuerzo. En esa ocasión me comentó que deseaba homenajear a Meira Delmar durante el centenario de su nacimiento (marzo de 2022) y yo le recomendé mi libro. De la grata lectura que Carolina hizo de mi texto surgió la idea de presentar una obra teatral. Ese fue el comienzo de Yo, Meira Delmar, a nadie doy mi soledad.
La historia que Meira cuenta inicia cuando ella tiene once años y escribe su primer poema. A partir de allí relata su infancia, su primera juventud y la adultez que se vive a los veinte, treinta y cuarenta años. De modo que me pareció hermoso hacer un monólogo con dos “meiras” en donde la Meira joven evoca ese aire soñador, creativo e íntimo de la poeta y la Meira adulta tiene una voz más cadenciosa y una visión madura sobre ella misma, la ciudad, su soledad y la poesía. Me resulta interesante que Isabella Gómez y yo compartamos el papel porque es una forma de poner en contacto el presente y el pasado de Meira. Creo que ese juego funciona.
Sí. Sólo que ahora la discriminación obedece más a un asunto de clases sociales. Meira Delmar decía que durante su vida escolar el aprendizaje más preciado que tuvo fue el de respetar a las personas sin importar su “cuna”. En ese sentido, creo que hoy nos hace falta aplicar esa lección. Vivimos en un país en donde te apodan guerrillero si tratas con gente humilde o te llaman elitista si tratas con gente adinerada. Esto es una consecuencia terrible de la polarización.
La discriminación hacia las mujeres es uno de los puntos esenciales de la obra teatral. Meira Delmar se sintió discriminada cuando era par intelectual de los integrantes del Grupo de Barranquilla y La Cueva no le abría sus puertas porque era un espacio prohibido a las “mujeres decentes”. Muchas mujeres se sienten respaldadas en esos versos donde Meira decía: “Ninguna voz repetirá a la mía”. Era una poeta que exaltaba su propia soledad y que cuando informaba que se iba, advertía que nadie podría reemplazarla. Y, efectivamente, nadie ha podido hacerlo.
Su poesía, su visión del amor que puede encontrarse durante siglos. No es un amor de ahora sino un amor que ha tenido otros tiempos como dice en su poema “Raíz antigua”. Eso es muy bello. Para Meira Delmar el amor filial y el romántico pueden reencarnar. Yo nunca le pregunté si ella en verdad creía en la reencarnación. La duda la tuve hace poco cuando hice el montaje de la obra. Los poemas de Meira hablan de encuentros amorosos que tuvieron lugar en esta vida pero que han podido ser de otras vidas.
Los últimos versos del poema “Huésped sin sombra”: “A nadie doy mi soledad. Conmigo vuelve a la orilla del pavor, ignota. Mido en silencio la final derrota. Tiemblo de día. Pero no lo digo”. Ese es uno de los poemas más bellos que ella escribió. En el comienzo habla de un callado viaje, que es la muerte, en el que sólo va a llevarse un rostro en paz. Es un poema muy especial para mí.
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