Palabras de Emilia García Elizondo, nieta de Gabriel García Márquez y Mercedes, durante la disposición de las cenizas de Mercedes.
El pasado 25 de marzo la familia García Barcha dispuso de las cenizas de Mercedes Barcha Pardo en el Claustro de La Merced de la Universidad de Cartagena, lugar en donde también se encuentran las cenizas de Gabriel García Márquez. Fue un acto privado amenizado con vallenatos interpretados por el cuarteto de la Orquesta Sinfónica de Cartagena de Indias. Durante la disposición de las cenizas, varios miembros de la familia pronunciaron algunas palabras en honor a Mercedes Barcha.
Desde el Centro Gabo compartimos contigo el discurso que Emilia García Elizondo, nieta de Mercedes, escribió para la ocasión. García Elizondo no pudo viajar a la ceremonia en Cartagena, de modo que la lectura de sus palabras estuvo a cargo de Gonzalo García Barcha, su padre:
Tengo la teoría de que a Mercedes nunca le gustaron las despedidas. Cuando te despedías de ella por teléfono, solo colgaba y uno se quedaba del otro lado del teléfono pensando que estaba de malas. Hoy me doy cuenta de que seguramente no le gustaba decir adiós porque qué difícil son las despedidas.
Hoy también decido no despedirme de ella. En cambio, haré lo que siempre hacía cuando me iba de esa casa o ella se iba de viaje: escribirle una carta y esperar volver a verla lo más pronto posible.
Agui,
No te preocupes. Aquí todo sigue igual. Claro, ahora hay un inmenso vacío en todas nuestras vidas, pero todo lo demás sigue prácticamente igual. Tu casa sigue funcionando a la perfección: Geno y Mónica resolviéndole la vida a todos, y Roci dejando cada rincón de ese lugar exactamente como tú lo dejaste. Tus nietos siguen siendo un desorden, pero adorables. Y tus nietas: impecables como siempre. Papá y Ro siguen teniéndolo todo bajo control, como tú y tus nueras teniéndolos a ellos bajo control. Y tus amigos… bueno, igual de fiesteros que siempre y si no me crees espérate a hoy en la noche.
Quizás lo único que ha cambiado es que tu closet ahora está vacío, cosa que estoy segura que te causaría un pequeño infarto. Pero no te preocupes, le dimos una segunda vida y ayudamos a mucha gente. Igual que tú, en vida, te propusiste ayudar a tantos.
No podría hablar por los demás, quienes creo que estarían de acuerdo conmigo, pero sí puedo hablar por mí. Quisiera decirte que no había lugar más seguro para mí que tú. Inconscientemente, o quizás conscientemente y mejor sin decir mucho, cuidamos la una de la otra sin condiciones. Nos pusimos límites donde hacía falta y nos acompañamos la grandísima soledad que las dos sentíamos a ratos. Me diste una educación de vida fundamental: ahora sé perfectamente bien qué tenedor usar si algún día ceno con la reina de Inglaterra.
Me regañaste lo suficiente como para entender muchas cosas, como nunca hablar de nada importante por teléfono, y me guiaste siempre en el buen camino. Ahora no habrá forma de que me case sin firmar un GRANDÍSIMO acuerdo prenupcial.
Tenemos, todos, mucho que agradecerte. Gabo no hubiera sido Gabo sin ti y ninguno de nosotros estaría sentado en este lugar, trayendo tus cenizas a Cartagena, rodeado de la gente que estamos rodeados, con las oportunidades que todos hemos tenido, si tú, Mercedes, no hubieras sido la gran mujer que fuiste.
Tu manera de contar historias era particularmente cautivante y los chismes, ni se diga. Aunque siempre había que descifrar el código de quién era quién en la historia. No fuera ser que nos estuvieran escuchando. El “ya tú sabes” siempre cerraba la historia. Y aunque “no supiéramos realmente”, siempre fue un placer escucharte. Tus comidas siempre bien pensadas, dependiendo de los que asistieran, con una presentación impecable. Y cómo olvidar la hora de la tele, encabezada por la Doctora Polo y las noticias. Nunca supe cuál era peor. Al final, siempre supiste hacerlo todo divertido. Gracias.
Me diste a mi padre, mi persona favorita en el mundo, la persona que más me hace reír, el mejor maestro, de mis mejores amigos, educado de tal manera que mi admiración por él es infinita. Una persona que con grandísimo gusto escogió a mi madre, hermosísima mujer, y gran ser humano, y ellos juntos me dieron a mis hermanos. Por supuesto, me diste a mis tíos y mis primas, sin olvidar a Carmen, Fernanda, Diego, entre otros, quienes hoy cuidan de mí como si fueran tú. Mi educación, mi casa, mi hermosa casa con la que llegó la gran estabilidad que tanto necesitaba. Pero mi más grande regalo fuiste tú. Tus risas, tus regaños, tus malos humores, tus enseñanzas, tu manera de ver la vida, la discreción, la elegancia, la fortaleza que puede llegar a tener alguien que muchas veces sacrificó su propia identidad por el otro. El amor incondicional, la generosidad, la bondad hacia los demás, las diferentes maneras de demostrar amor (a regañadientes muchas veces, pero siempre con la mejor intención).
Todo lo que tenemos y mucho de lo que somos hoy empezó contigo. No le quiero quitar crédito al señor [Gabo], sin duda, algo tuvo que ver, pero no por nada hay rumores de que tú fuiste la que sacó Cien años de soledad de la basura y de lo que sí estamos seguros es que una mujer que empeña su licuadora para que el marido pueda seguir escribiendo es un genio en su totalidad.
Tuve la gran suerte de poder entrar a tu closet, al espacio, en mi opinión, más intimo que había en esa casa, y reconocerte en todas tus etapas. Encontré pistas y destellos de quien eras antes de que yo te conociera. Pude tener entre mis manos tus agendas, objetos preciados en donde no ponías horas ni citas sino nombres de personas que te visitaban, a quién querías, molestias físicas y momentos claves en tu vida. Agradezco profundamente a mi padre y mi tío por darme la oportunidad de pensarte aún más como un ser humano y no como el ser inmortal que siempre creí que eras. La mujer que eras tú, Mercedes Barcha, no Mercedes García Márquez, ni la Gaba, es una mujer a la que trato de seguir conociendo, a la que admiro, a la que, a pesar de ya no estar, me enseña todos los días.
Me reconozco en ti siempre y pienso en ti constantemente. Es una inmensa tristeza que no estés aquí hoy controlándolo todo, dando órdenes y regañándonos a todos por llorar y hacer desorden.
Hoy yo no pude estar aquí porque mi tristeza es desbordante. Perderte fue como perder un faro de luz gigantesco que iluminaba el camino a casa. No estoy lista para dejarte ir… Y bueno, también porque soy actriz y a una le gusta llamar la atención. Pero confío en que todos te festejarán como lo mereces, en grande, con tequila, mucho tequila y mucha música. Y que todos sabrán que ahí estoy dándole la mano a papá y a Ro y haciendo una que otra broma porque como dice Ro: you gotta laugh cus otherwise you will cry. Y, por cierto: esa risa tuya, cómo se extraña.
Me acuerdo de las muchas veces que te dije te quiero y lo difícil que era para ti decirlo de regreso. Hoy no será diferente, sé que no lo dirás. Esta vez más por una imposibilidad física que cualquier otra cosa. Pero sé que me quieres, sé que nos quieres a todos y cada uno como nada en el universo porque siempre lo demostraste sin duda alguna. Fue un gran privilegio y una inmensa suerte haber compartido un pedazo de vida contigo. Te extraño como no te imaginas. Te quiero. Nos vemos pronto. Buen viaje.
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