Las reseñas sobre los filmes de Billy Wilder que hacía el escritor colombiano cuando trabajaba como crítico de cine para El Espectador.
Desde el 27 de febrero de 1954 hasta el 9 de julio de 1955, Gabriel García Márquez escribió para el periódico El Espectador numerosas reseñas críticas sobre las películas que se proyectaban en los principales teatros de Bogotá. Las publicaba junto con los reportajes de largo aliento que le encargaban, siembre bajo el título de “El cine en Bogotá. Estrenos de la semana”. Esa laboriosa rutina en torno a la actualidad cinematográfica le permitió desarrollar un amplio conocimiento sobre cineastas del mundo entero y contribuyó a mantener vivo su sueño de hacer cine en el futuro.
Por aquellos años, uno de sus directores favoritos era Billy Wilder. García Márquez lo consideraba uno de los mejores de Hollywood, dueño de una inteligencia que empleaba exitosamente en escenas cómicas y trágicas. En “El cine en Bogotá. Estrenos de la semana”, Gabo reseñó dos de sus películas: Infierno en la Tierra [título original en inglés: Stalag 17], el 13 de marzo de 1954, y Sabrina, el 9 de abril de 1955.
El joven crítico de cine de El Espectador se deshizo en elogios con el primer largometraje y fue implacable con el segundo. De Infierno en la Tierra destacó la calidad en la adaptación de la historia a la pantalla grande (pues se trataba de un drama escrito originalmente para el teatro) y afirmó que su director tenía un gran talento para hacer que la trama fuera convincente. El nombre de Billy Wilder, escribió, “es desde hace mucho tiempo una garantía de buen cine”. Sin embargo, un año después, su opinión sobre Sabrina sería completamente distinta: señalaría a la película, desde la primera escena hasta la última, de ser “una comedia barata e imperdonable”, bastante indigna del cineasta austríaco nacionalizado estadounidense.
En el Centro Gabo hemos recuperado estas dos reseñas críticas de García Márquez sobre las películas mencionadas de Billy Wilder. Las compartimos contigo:
Infierno en la Tierra
Precisamente el magnífico director Billy Wilder, en colaboración con Edwin Blum, han dado en el guion de Infierno en la Tierra (teatros Coliseo y Diana) un formidable ejemplo de lo que es una adaptación al cine de una pieza teatral. Durante tres años triunfó en Broadway Stalag 17, un drama sobre la vida de un grupo de prisioneros norteamericanos en un campo de concentración alemán. Un drama vigoroso, tremendo, que reproduce con patética fidelidad el ambiente donde se sitúa la acción y que es al mismo tiempo una exaltación de la moral del ejército norteamericano.
Stalag 17, después de triunfar en el teatro, triunfa en el cine en virtud de una concienzuda e inteligente adaptación al idioma cinematográfico, con William Holden y Otto Preminger, recientemente admirados en La luna es azul, el primero como protagonista principal y el segundo como director
Infierno en la Tierra–que es el título en castellano– es en síntesis una producción magnífica, en la que el guion, la dirección, la fotografía y la actuación, se encuentran sabiamente engranados, para el logro de una historia cinematográfica convincente, matizada con instantes de buen humor y terribles episodios de intensidad dramática. Billy Wilder, cuyo solo nombre es desde hace mucho tiempo una garantía de buen cine, ha dado en Infierno en la Tierrauna prueba más de su talento minucioso, exigente, brillante, que ha tejido con imperceptibles pero sólidos filamentos la trama de las más intensas e inolvidables tragedias.
Sabrina
Sabrina–la única película de cartel estrenada en la presente semana– recibió hace pocos días, en la repartición de los premios de la Academia de Arte Cinematográfico, el Oscar por “los mejores diseños de vestidos”. Fue un premio otorgado en serio, pero parece un chiste. Sin embargo, viendo el film se comprende que nunca fue tan justo el jurado, como en esta ocasión en que ha concedido ocho premios a Nido de ratas–la genial creación de Elia Kazan– y el más insignificante de todos a Sabrina, una comedia del austríaco Billy Wilder, con Audrey Hepburn, Humphrey Bogart y William Holden.
Billy Wilder es uno de los mejores directores de Hollywood, lo que no sería mucho decir si al mismo tiempo no fuera uno de los mejores del mundo. Bastaría con citar Días sin huellay El ocaso de una gloria, para que el público recordara qué extraños límites de maestría ha logrado Wilder en su oficio de seguro, honesto e inteligente director. Por eso resulta desconcertante que sea el mismo director de esas obras maestras el creador de esta comedia insubstancial, tonta y vulgar, que se llama Sabrina, y en la cual lo único apreciable es la avasallante gracia de Audrey Hepburn y la desconcertante capacidad de Humphrey Bogart para sacar adelante cualquier cosa que le pongan entre manos. Sabrinano merecería un comentario si no fuera dirigida por Billy Wilder, si no estuvieran comprometidos en ella Humphrey Bogart y William Holden, y si no se le hubiera restado con ella a Audrey Hepburn una nueva y preciosa oportunidad de demostrar sus indudables capacidades. Por ser del mismo género y haber estado precedidas de una publicidad semejante, Sabrinapudo compararse a La princesa que quería vivir. Y en la comparación, sin que sea notable la diferencia, sale ganando la última.
Es otra vez la historia de Cenicienta, contada al derecho, como en La princesa que quería vivirera la misma historia contada al revés. En Sabrinase advierte seguridad en la dirección de los actores y en la manera de contar el cuento. Pero el ángulo explotado esta vez es el más insulso de todo, y la historia se desenvuelve en un fastidioso desencadenamiento de lugares comunes, de diálogos baratos y de situaciones fáciles. Hasta ahora se ha admitido que Audrey Hepburn es una actriz excelente. Pero sea admitido en gracia de los pocos instantes en que su inteligencia logra sobresalir por encima de la mediocridad de las comedias que le ha correspondido interpretar. Esas son las únicas pruebas de su talento. Pero una verdadera oportunidad no se le ha ofrecido, porque La princesa que quería vivirera una película mediocre, y Sabrinaes una película mediocre. Una más en ese millar de comedias de Hollywood en que uno se ríe porque ya está dentro del teatro y no hay otra cosa que hacer, pero que no resisten un minuto de análisis. Si fuera de un novato, con actores novatos, habría en ella muchas cosas perdonables. Siendo de Billy Wilder, es desde la primera escena hasta la última una comedia barata e imperdonable.
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