Siete anécdotas de García Márquez sobre el escritor e intelectual mexicano Carlos Fuentes.
Gabriel García Márquez conoció por primera vez a Carlos Fuentes en 1962 en la Ciudad de México. Fue el poeta Álvaro Mutis quien los presentó una mañana en que los tres habían asistido a la sede de la compañía productora de cine de Manuel Barbachano Ponce. Para esa época Carlos Fuentes había leído La hojarasca –la primera novela de Gabo– y todos los cuentos que el escritor colombiano había publicado en El Espectador y la revista Mito, de modo que ansiaba conocer al autor de aquellas historias cuyos títulos extraños le habían fascinado tanto. “Nuestra amistad nació allí mismo, con la instantaneidad de lo eterno”, escribió Fuentes cuarenta y cinco años después, en un prólogo a la edición conmemorativa que la Real Academia de la Lengua hizo de Cien años de soledad.
García Márquez y Fuentes fueron amigos hasta la muerte. En la década de 1960 escribieron juntos varios guiones de cine, entre ellos una adaptación de Pedro Páramo y otra de El gallo de oro, ambas historias de Juan Rulfo. Los dos admiraban a los mismos escritores (William Faulkner, especialmente) e incluso compartían a la misma mecanógrafa que transcribía en limpio sus novelas: Esperanza Araiza, a la que llamaban cariñosamente “Pera”.
Fue Carlos Fuentes quien le sugirió a Luis Harss el nombre de García Márquez para su icónico libro Los nuestros (1966) en el que entrevistó a los escritores más destacados de América Latina. Gabo le correspondió ese y otros tantos favores con la inclusión de un personaje de Fuentes (Lorenzo Gavilán, de la novela La muerte de Artemio Cruz) en Cien años de soledad.
En el Centro Gabo hemos seleccionado siete anécdotas de García Márquez sobre Carlos Fuentes, uno de los novelistas e intelectuales mexicanos más destacados del siglo XX y figura indispensable para el ‘Boom latinoamericano’. Las compartimos contigo.
No he visto un tipo más mexicano que Carlos Fuentes. Cuando está afuera comienza a criticar lo que ocurre en México, esto y lo otro, hasta que yo –que ya lo conozco– le digo: «Es un país de…». Entonces él salta: «Oye no», me dice, «porque México esto y México así y México de este modo». Yo creo que lo que en realidad le pasa al magno Fuentes es que se ha convencido de que no puede estar sin México.
“«Primero soy hombre político»: Gabriel García Márquez”.
Excelsior, abril de 1971.
Carlos Fuentes escribe sólo con el índice de la mano derecha. Cuando fumaba, escribía con una mano y sostenía el cigarrillo con la otra, pero ahora que no fuma no se sabe a ciencia cierta qué hace con la mano sobrante. Uno se pregunta asombrado cómo su dedo índice pudo sobrevivir indemne a las casi 2000 páginas de su novela Terra nostra.
“El amargo encanto de la máquina de escribir”.
Artículo de Gabriel García Márquez para El País y El Espectador, julio de 1982.
Fui a Praga por última vez en el histórico año de 1968, con Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Viajábamos en tren desde París porque los tres éramos solidarios en nuestro miedo al avión y habíamos hablado de todo mientras atravesábamos la noche dividida de las Alemanias, sus océanos de remolacha, sus inmensas fábricas de todo, sus estragos de guerras atroces y amores desaforados. A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo y en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchichas de perro con papas heladas. Cortázar, que sabía medir muy bien sus palabras, nos hizo una recomposición histórica y estética con una versación y una sencillez apenas creíbles, que culminó con las primeras luces en una apología homérica de Thelonius Monk. No sólo hablaba con una profunda voz de órgano de erres arrastradas, sino también con sus manos de huesos grandes como no recuerdo otras más expresivas. Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaríamos jamás el asombro de aquella noche irrepetible.
El argentino que se hizo querer por todos. Discurso de García Márquez
en el Palacio de Bellas Artes durante la conmemoración de los
diez años de la muerte de Julio Cortázar. Febrero de 1994.
Uno de esos lectores muy concienzudos que tiene uno a veces, le escribió a Carlos Fuentes diciéndole que Lorenzo Gavilán, personaje de su novela La muerte de Artemio Cruz, se había extraviado. Le preguntaba qué había pasado con él y por qué no le daba ninguna solución en el libro. Fuentes revisó la novela y se dio cuenta de que era verdad. Me contó el caso. «Esto lo arreglamos», le dije. Por eso es que Lorenzo Gavilán, el del cinturón con hebilla moreliana, muere en la huelga de bananeros en Macondo.
“«Primero soy hombre político»: Gabriel García Márquez”.
Excelsior, abril de 1971.
Hace unos seis años [en 1969], Carlos Fuentes tuvo la idea de promover un libro colectivo con el título de Los padres de las patrias, en el cual cada novelista de cada país escribiera la biografía breve de su dictador más notable. Fuentes se llevó una sorpresa, Alejo Carpentier estaba ya escribiendo sobre un dictador que en algo había de parecerse al cubano Machado, Roa Bastos estaba escribiendo sobre el doctor Francia, Cortázar andaba muy interesado en la suerte del cadáver de Eva Perón, Vargas Llosa indagaba sobre la vida de Sánchez Cerro, el propio Fuentes tenía un borrador sobre su compatriota Santana, y yo estaba escribiendo ya El otoño del patriarca. El proyecto del libro colectivo se quedó en el cajón, pero ahora empiezan a salir los libros individuales, uno detrás del otro. No importa quién empezó primero ni quién llegará primero; la literatura, aunque a veces lo parezca, no es una carrera de caballos. Además, no se le puede quitar al arte el derecho de producir por lo menos tantos dictadores como la vida real.
“Gabo vuelve al periodismo”. Visión, febrero de 1975.
[Hacia 1963] uno entraba en el estudio de Carlos Fuentes y lo encontraba escribiendo a máquina con un solo dedo de una sola mano, como lo ha hecho siempre, en medio de una densa nube de humo y aislado de los horrores del universo con la música de los Beatles a todo volumen.
“Sí: la nostalgia sigue siendo igual que antes”.
Artículo de Gabriel García Márquez para
El País y El Espectador, diciembre de 1980.
Un día viajaba en ferrocarril con Carlos Fuentes. Se levantó y mirándose al espejo dijo: «Coño, lo que me jode a mí de los trenes es lo viejo que amanece uno».
“«Escribir bien es un deber revolucionario»”.
Triunfo, junio de 1977.
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