Mi anécdota con García Márquez está contada en la introducción del libro Ya estás tejiendo la red, que publiqué en diciembre de 2015, con la historia de cómo Colombia se conectó a Internet. Esa introducción dice así:
“Una mañana cualquiera, de finales de 1998 o comienzos de 1999, el entonces subdirector del periódico El Tiempo, Enrique Santos Calderón, llegó presuroso a mi escritorio, en la redacción digital de ese diario, para ordenarme que respondiera por él una llamada urgente desde La Habana. Mientras recorríamos los veinte metros que nos separaban de su oficina, me contó, con el ceño fruncido, que su amigo Gabriel García Márquez necesitaba hablar con el encargado de nuestro sitio web.
Ya en su despacho, y a puerta cerrada, me pasó el teléfono y al otro lado pude escuchar una voz inconfundible, con su marcado acento caribeño:
―Hola, ¿tú eres el responsable de Eureka?
Con algo de sorpresa y mucha reverencia, asentí y le dije que era un honor para nosotros tenerlo como usuario. A renglón seguido improvisé el comienzo de un discurso corporativo para explicarle las bondades de la comunidad digital que él había mencionado (Eureka), pensada como una sombrilla para cobijar marcas como El Tiempo, Portafolio y las revistas de esta casa editorial. Pero sin dejarme avanzar, García Márquez me interrumpió y me disparó:
―No, mira, lo que quiero decirte es que esa Eureka es una mierda…
Y como si tuviera su propio discurso preparado, enumeró los problemas que había encontrado en esta especie de portal (antes de que se crearan los portales) que habían lanzado El Tiempo, El Colombiano y El País, en su afán de asemejarse a comunidades como Pathfinder, la marca que había creado la empresa Time Warner, en Estados Unidos, para reunir el contenido de medios como las revistas Time, People, Fortune, Sports Illustrated, la cadena CNN y otros medios.
Mientras el hombre más famoso del país se despachaba contra este pobre periodista por no haber podido leer ni imprimir en Cuba las noticias que le interesaban, Santos Calderón me indagaba con gestos faciales sobre lo que me decía Gabo, pero yo fingía que todo estaba bien y levantaba mi pulgar derecho para tranquilizarlo”.
El colofón de la historia, que también está contada en el mismo libro, más específicamente en el séptimo capítulo, es que más adelante estuvimos cerca de tener una página oficial de Internet de García Márquez. Así se publicó en Ya estás tejiendo la red:
“En ese aspecto, la joya de la corona para nosotros era tener la página oficial de Gabriel García Márquez, y luego de la curiosa conversación que sostuvimos por teléfono, y que se relata en la introducción de este libro, volvimos a conversar con la intermediación de Enrique Santos Calderón. En realidad, sus comentarios nos habían servido mucho para mejorar nuestros servicios y gracias a que venían respaldados por la palabra de un premio Nobel, sus requerimientos tuvieron prioridad para ser resueltos. Con ese as bajo la manga, le envié una propuesta para tener en nuestras páginas web una biografía oficial, un espacio en el que él pudiera interactuar con sus lectores, una entrevista de presentación y quizás algunos fragmentos de sus textos, en un entorno colombiano y «con olor a guayaba». Este detalle le encantó y en una cena en casa de Santos Calderón se discutió el contenido de esa página, pero luego las conversaciones con quienes administraban sus derechos literarios nunca llegaron a buen puerto. De esta manera, nuestro máximo escritor no firmó su presencia personal en una página web, aunque hay miles de homenajes a su vida y a su obra. Hasta hoy, y para ponerlo en sus términos, la página oficial de Gabo no tiene quién la escriba".
Por fortuna, aunque Gabo ya no nos acompaña en vida, el sitio web del Centro Gabo ha cerrado esa brecha digital que se abrió hace más de 20 años.