Gabo con Jaime Abello Banfi y José Salgar en la conmemoración del aniversario de la FNPI en Cartagena, 2006. Foto: Archivo FNPI / Libardo Cano.
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El legado de Gabo en Cartagena

"Cartagena fue para Gabo el refugio favorito en el Caribe de sus querencias. Aquí construyó la casa que soñó con su esposa Mercedes, estableció su fundación e impartió talleres de periodismo". 

Créditos: 
Archivo FNPI / Libardo Cano.
Jaime Abello Banfi

Gabriel García Márquez se ha convertido en una especie de héroe cultural e ícono popular que sirve a Cartagena como motivo turístico de gran poder de atracción. Su recuerdo está presente en frases pintadas e imágenes de murales, mariposas amarillas y otras alusiones macondianas esparcidas en la ciudad. Se ofrecen tours para recorrer lugares asociados a sus historias y disfrutar la gastronomía inspirada en sus obras literarias. 

 

La historia colonial y republicana de Cartagena ha sido tierra fértil para inspirar relatos de ficción, los cuales suelen derivar en mitos, que a su vez construyen nuevas realidades culturales. Es lo que ocurre con las novelas cartageneras del escritor con el cual más se identifica a la ciudad en el mundo, Gabriel García Márquez, a quien preferimos llamar en el Caribe colombiano como Gabo o Gabito. Basta oír la certeza que transmiten en sus discursos fantasiosos los cocheros y guías turísticos que se atreven a asegurar que cierta novicia enclaustrada de cabellos larguísimos sí vivió en el antiguo convento convertido ahora en el hotel Santa Clara, tal como se narra en Del amor y otros demonios

 

García Márquez llegó al casco colonial de Cartagena una tarde de abril de 1948 y quedó inmediatamente deslumbrado, con una impresión muy honda, que describiría con estilo memorable en su libro Vivir para contarla: “...algo de su gracia divina debía quedarle a la ciudad, porque me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer.” Oficialmente buscaba en Cartagena un lugar para continuar sus estudios de segundo año de derecho y complacer a su padre. De manera decisiva para su destino literario lo que encontró, en cambio, fue un puesto en la redacción del diario El Universal y el camino del periodismo para desarrollar su vocación literaria. 

 

Desde entonces García Márquez se dedicó al que proclamó como el mejor oficio del mundo, en paralelo a la carrera de escritor de ficción que le dio fama mundial y a sus proyectos como cineasta. Por más de cinco décadas publicó artículos, columnas y crónicas, desempeñó todos los cargos posibles en una sala de redacción, fue autor de libros de reportaje, promotor y socio de empresas periodísticas y educador de sus colegas reporteros más jóvenes. Conquistó el Premio Nobel de Literatura y celebridad mundial por su narrativa fascinante, pero más allá de la popularidad de sus novelas, siempre lo movió la pasión de investigar la realidad para interpretarla desde su punto de vista y contar a través del periodismo cuentos que son verdad, no solo por amor al arte de narrar desde el campo de la no ficción, sino como una manera de ejercer ciudadanía, de hacer crítica y participar en el debate político. 

 

Gabito soñó siempre con montar un periódico propio para hacer desde allí el mejor periodismo del mundo. No lo logró, pero al final consiguió que sus ideas visionarias se plasmaran en el proyecto educativo que lideró y que ha perdurado, la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano- FNPI, creada en Cartagena en 1994, cincuenta y tres años después de su primer intento de montar en esta ciudad un diario gratuito propio, Comprimido, “el periódico más pequeño del mundo”, que duró cinco días en 1951.

 

Al inaugurar las actividades de la FNPI, el 18 de marzo de 1995, expresó de manera inequívoca, que a diferencia de ese emprendimiento juvenil, este emprendimiento institucional de madurez tendría vocación de continuidad y de legado proyectado al futuro. “Bienvenidos al primer siglo de labores de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano” declaró en su discurso a los invitados al seminario de apertura que tenía como tema la defensa de la libertad de expresión y la protección del trabajo periodístico en Colombia. Gabo aportó a su fundación una visión estratégica de altos ideales, financió sus inicios, dictó muchos de sus primeros talleres internacionales de periodismo, ayudó personalmente a conseguir la vinculación de los primeros cómplices -maestros y aliados institucionales-, y llevó la presidencia de la junta directiva hasta el momento de su muerte.

 

“Yo no tengo nada que enseñar, pero tomé conciencia de que no quería llevarme conmigo la experiencia de toda una vida”, diría en una entrevista en septiembre de 1995. Gabo desarrolló una sólida convicción en la eficacia de los talleres de creación, intercambio y experimentación a partir de las vocaciones y talentos, tal como antes los había ensayado personalmente en la escuela de cine que había ayudado a fundar en Cuba. Miles de periodistas de todo el continente han pasado ya por los talleres y programas de periodismo de la FNPI, la cual se ha consolidado como una institución internacional independiente, con gobernanza y economía estables, con un equipo de trabajo altamente comprometido, enfocada a cumplir la visión de su fundador de impulsar a nuevos periodistas que se propongan hacer el mejor periodismo del mundo desde los países iberoamericanos. 

 

Cartagena fue para Gabo el refugio favorito en el Caribe de sus querencias. Aquí construyó la casa que soñó con su esposa Mercedes, estableció su fundación e impartió talleres de periodismo. Aquí halló temas e inspiración para dos de sus novelas más importantes, El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios. Aquí se reencontraba con sus padres y hermanos, se reconectaba con su terruño y su cultura matriz, disfrutaba y colaboraba con el festival internacional de cine o simplemente retornaba a renovar sus fuerzas vitales en el medio ecológico de un eterno verano.  Aquí regresó finalmente en mayo de 2016, dos años después de su muerte, cuando sus cenizas quedaron resguardadas en el monumento funerario construido en el patio del antiguo claustro de La Merced, frente a la muralla, en una ceremonia celebrada a la hora malva de las seis de la tarde. Aquí en Cartagena lo recordaremos por siempre.

 

Cartagena es ahora la sede del Centro Gabo, un nuevo proyecto gestionado por su fundación, la FNPI, con los Ministerios de las TIC y de Cultura, la Gobernación de Bolívar y otros aliados públicos, privados y académicos, en el marco de la ley de honores 1.741 expedida en 2014 con motivo de su fallecimiento, que dispuso crear un Centro Internacional para el Legado de Gabriel García Márquez. El Centro Gabo, que abre sus puertas en 2018 a residentes y turistas, aspira a consolidarse como centro internacional de referencia mediante la investigación, preservación, divulgación y apropiación de la memoria y las múltiples facetas de este hombre del Caribe, como investigador y narrador de historias, educador, emprendedor y ciudadano activamente comprometido con el cambio social, los derechos humanos y la búsqueda de la paz, con capacidad inspiradora y proyección universales. 

 

La misión del Centro Gabo será generar procesos de apropiación social del conocimiento a partir del legado en movimiento de Gabriel García Márquez, para despertar e impulsar vocaciones hacia las artes y las ciencias, especialmente en niños y jóvenes, promover el pensamiento crítico e innovador, e inspirar y formar a la ciudadanía en el uso ético y creativo del poder de investigar, contar y compartir historias.

 

Bienvenido. Escribamos juntos las páginas de este legado en movimiento.

 

Jaime Abello Banfi, director general de la FNPI – Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano

 

*Este texto se basa en parte en el artículo "El legado de Gabriel García Márquez" en Cartagena del libro Cartagena Caribe, de próxima aparición (2017).

 

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