El 20 de septiembre de 1954, Gabriel García Márquez fue invitado a un programa radial de la emisora bogotana HJCK. Se llamaba Cuál es su hobby y consistía en una entrevista en la que el poeta Arturo Camacho Ramírez les preguntaba a los invitados sus obsesiones y pasatiempos artísticos. García Márquez, que entonces era un joven periodista de 27 años, contó al aire que uno de sus hobbies era seguirle la corriente a los presagios y pesadillas. Confesó que desde los cinco años, cuando experimentó su primera pesadilla, se había dado a la tarea de estudiar al detalle el horror de los sueños, convirtiéndose en un experto con el paso de los años (también te puede interesar: García Márquez, el señor de las pesadillas).
Durante la primera mitad de la entrevista, el futuro novelista les explicó a los oyentes que existían tres tipos de pesadillas: las terroríficas, las absurdas y las perfectas. En las décadas siguientes, cada uno de estos tipos serían introducidos en sus libros y algunos tendrían tanto protagonismo que definirían el destino de muchos de sus personajes más memorables.
En el Centro Gabo compartimos contigo esta extraña clasificación de las pesadillas hechas por el Premio Nobel de Literatura colombiano:
1. Las pesadillas terroríficas
“Son una clase inferior”, le dijo García Márquez a la HJCK, “El tipo perfecto de las pesadillas vulgares”. Se trata de un tipo de pesadilla que está reservado exclusivamente a los aprendices. “En ellos se cuenta la indecorosa pesadilla del soñador perseguido por el toro, la de la infinita escalera de caracol y, en general, todas las protagonizadas por animales repugnantes: ratones, murciélagos, serpientes, arañas. Son pesadillas demasiado fáciles, que por lo general se evitan con un buen laxante, como el delirium tremens”.
2. Las pesadillas absurdas
García Márquez sostenía que eran las pesadillas más comunes. “Lo más absurdo de ellas es que todavía exista quien las padezca”, dijo. “Cualquier persona con una experiencia mínima en el hábito de los sueños puede incorporarse en la mitad de una pesadilla absurda y llamarla al orden. La típica pesadilla absurda, absolutamente indecorosa, es la del hombre que sueña que está espulgándose a sí mismo con la destroncada cabeza puesta en las rodillas. Padecer esa clase de pesadillas es confundir el hobby con la esquizofrenia”.
3. Las pesadillas perfectas
Eran las pesadillas preferidas de García Márquez. También eran, a su juicio, las más difíciles de definir. A Arturo Camacho Ramírez, su entrevistador, le mencionó dos. La primera la llamó el “Sueño de las habitaciones iguales” y fue la base para el modo como muere su personaje José Arcadio Buendía en Cien años de soledad. “Sueño que estoy en una habitación cuadrada, de paredes lisas, sin otra comunicación con el mundo exterior que una pequeña puerta cerrada”, relató Gabo en la entrevista. “Abro la puerta y al salir de la habitación me encuentro con otra exactamente igual: cuatro paredes lisas y al frente una pequeña puerta cerrada. Intrigado, abro esa segunda puerta y me encuentro en una tercera habitación exactamente igual a la anterior y luego en una cuarta y en una quinta y en una sexta…”. Para el escritor, esa sucesión de galerías no tenía fin, pues, en realidad, no se había salido nunca de la primera habitación. “Lo que realmente ocurría era que yo estaba saliendo indefinidamente de una habitación para entrar indefinidamente a ella misma”, dijo. “Es mi pesadilla perfecta”.
La segunda pesadilla perfecta era, según su autor, menos perfecta que la anterior pero más poética. “Estoy sentado en la misma habitación en que duermo y veo frente a mí, tranquilamente sentada, a una mujer que ha muerto hace mucho tiempo”, dijo. “En el sueño yo sé que ha muerto por la manera de mirarme y por la manera de decirme en silencio que está dispuesta a responder a una pregunta que me intranquiliza; le pregunto: «¿Cuándo me voy a morir?», y la mujer, impasible, me responde: «Cuándo te empiece el cansancio del brazo»”.
Esta forma de morir en sueños aparecería en el final de “La viuda de Montiel”, uno de los cuentos que integran Los funerales de la Mamá Grande (1962). En el cuento, la viuda de Montiel tiene una visión de la Mamá Grande en su patio con una sábana blanca y un peine en el regazo, destripando piojos con los pulgares. “¿Cuándo me voy a morir?” le preguntó. “Cuando te empiece el cansancio del brazo”, respondió la Mamá Grande.