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Lectura

Ernest Hemingway en 12 frases de Gabriel García Márquez

Doce reflexiones del escritor colombiano en torno al cuentista y novelista estadounidense Ernest Hemingway.

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Diseño de ilustración Fundación Gabo / Julio Villadiego
Redacción Centro Gabo

La única vez que Gabriel García Márquez vio a Ernest Hemingway fue en 1957 en París. Gabo caminaba por el bulevar de Saint Michel cuando divisó en la acera opuesta al escritor norteamericano. Iba acompañado de su esposa Mary Welsh y avanzaba en dirección del jardín de Luxemburgo. Indeciso entre cruzar la calle para entrevistarlo o expresarle su admiración sin reservas, Gabo terminó por gritarle en la distancia: “¡Maeeeestro!”. Hemingway, que sabía algo de español, le respondió mientras se alejaba con otro grito en el mismo idioma: “¡Adioooós, amigo!”.

La anécdota la contó García Márquez el 29 de julio de 1981 en una columna que escribió en El País de España para conmemorar los veinte años de la muerte de Hemingway. Allí también mencionó las principales lecciones sobre el oficio de escribir que había aprendido del autor estadounidense desde que lo leyó por primera vez en un hotel de Valledupar a los veintiséis años durante su trabajo como vendedor de enciclopedias. Algunas de esas lecciones eran que es posible escribir en cualquier parte siempre que no haya visitas ni teléfonos, que a veces es bueno releer los propios libros cuando cuesta trabajo escribir para recordar que siempre fue difícil y que el trabajo de cada día sólo debe interrumpirse cuando ya se sabe cómo se va a empezar al día siguiente.

Para García Márquez, Hemingway es un escritor que te enseña la técnica para contar historias cortas y contundentes. En él es posible aprender eso que los narradores conocen como “carpintería literaria”. “Faulkner es un escritor que tuvo mucho que ver con mi alma –confesó Gabo– pero Hemingway es el que más ha tenido que ver con mi oficio”.

Desde el Centro Gabo hemos reunido doce reflexiones del escritor colombiano sobre Ernest Hemingway, su vida y su obra. Las compartimos contigo:

 

1. Literatura en el ring

 

Hubo algo que escribió Hemingway que siempre me impresionó mucho: que para él escribir era como boxear. Él se ocupaba de su salud y de su estado físico.

 

“Gabriel García Márquez”.

The Paris Review, 1981.

 

2. El escritor, el personaje

 

Hemingway no fue nada más, pero tampoco nada menos, de lo que quiso ser: un hombre que estuvo completamente vivo en cada acto de su vida. Su destino, en cierto modo, ha sido el de sus héroes, que sólo tuvieron una validez momentánea en cualquier lugar de la Tierra, y que fueron eternos por la fidelidad de quienes los quisieron.

 

“Un hombre ha muerto de muerte natural”.

Columna para Novedades, julio de 1961.

 

3. Una simplicidad difícil

 

La impresión que Hemingway da es la de un escritor fácil y la verdad es que Hemingway no es un escritor fácil. ¡La simplicidad de Hemingway es extraordinariamente elaborada!

 

“Gabriel García Márquez: diez mil años de literatura”.

Bohemia, 1979.

 

4. La victoria de la sabiduría sobre la fuerza

 

En el universo de Hemingway la victoria no estaba destinada al más fuerte, sino al más sabio, con una sabiduría aprendida de la experiencia. En ese sentido era un idealista. Pocas veces, en su extensa obra, surgió una circunstancia en que la fuerza bruta prevaleciera contra el conocimiento. El pez chico, si era más sabio, podía comerse al grande. El cazador no vencía al león porque estuviera armado de una escopeta, sino porque conocía minuciosamente los secretos de su oficio, y por lo menos en dos ocasiones el león conoció mejor los secretos del suyo. En El viejo y el mar —el relato que parece ser una síntesis de los defectos y virtudes del autor— un pescador solitario, agotado y perseguido por la mala suerte, logró vencer al pez más grande del mundo en una contienda que era más de inteligencia que de fortaleza.

 

“Un hombre ha muerto de muerte natural”.

Columna para Novedades, julio de 1961.

 

5. Los peligros de un Hemingway traducido

 

Algunos escritores están influidos no por Hemingway, sino por sus traductores, lo cual es peor. Escriben como escriben los traductores de Hemingway porque ni siquiera leen a Hemingway en inglés. Lo leen traducido, y esto enturbia las aguas de la literatura (…). Eso se advierte en una cierta abundancia de frases cortas, un desdén por las posibilidades explosivas del idioma y una abundancia de diálogos inútiles que en español suelen salir espantosos por la influencia del teatro español. Esta es mi preocupación con Hemingway.

 

“Gabriel García Márquez: diez mil años de literatura”.

Bohemia, 1979.

 

6. Una honestidad sin límites

 

Hemingway sólo contó lo visto por sus propios ojos, lo gozado y padecido por su experiencia, que era, al fin y al cabo, lo único en que podía creer. Su vida fue un continuo y arriesgado aprendizaje de su oficio, en el que fue honesto hasta el límite de la exageración: habría que preguntarse cuántas veces estuvo en peligro la propia vida del escritor, para que fuera válido un simple gesto de su personaje.

 

“Un hombre ha muerto de muerte natural”.

Columna para Novedades, julio de 1961.

 

7. “La breve vida feliz de Francis Macomber”

 

Un solo disparo de Francis Macomber contra el león enseña tanto como una lección de cacería, pero también como un resumen de la ciencia de escribir.

 

“Mi Hemingway personal”.

Columna para El País, julio de 1981.

 

8. Inventor de héroes cotidianos

 

Hemingway sólo fue un testigo ávido, más que de la naturaleza humana, de la acción individual. Su héroe surgía en cualquier lugar del mundo, en cualquier situación y en cualquier nivel de la escala social en que fuera necesario luchar encarnizadamente no tanto para sobrevivir cuanto para alcanzar la victoria. Y luego, la victoria era apenas un estado superior del cansancio físico y de la incertidumbre moral.

 

“Un hombre ha muerto de muerte natural”.

Columna para Novedades, julio de 1961.

 

9. La peligrosa técnica de la brevedad

 

Toda la obra de Hemingway demuestra que su aliento era genial, pero de corta duración. Y es comprensible. Una tensión interna como la suya, sometida a un dominio técnico tan severo, es insostenible dentro del ámbito vasto y azaroso de una novela. Era una condición personal, y el error suyo fue haber intentado rebasar sus límites espléndidos. Es por eso que todo lo superfluo se nota más en él que en otros escritores. Sus novelas parecen cuentos desmedidos a los que les sobran demasiadas cosas. En cambio, lo mejor que tienen sus cuentos es la impresión que causan de que algo les quedó faltando, y es eso precisamente lo que les confiere su misterio y su belleza.

 

“Mi Hemingway personal”.

Columna para El País, julio de 1981.

 

10. El iceberg como narración

 

El tiempo demostrará también que Hemingway, como escritor menor, se comerá a muchos escritores grandes, por su conocimiento de los motivos de los hombres y los secretos de su oficio. Alguna vez, en una entrevista de prensa, hizo la mejor definición de su obra al compararla con el iceberg de la gigantesca mole de hielo que flota en la superficie: es apenas un octavo del volumen total y es inexpugnable gracias a los siete octavos que la sustentan bajo el agua.

 

“Un hombre ha muerto de muerte natural”.

Columna para Novedades, julio de 1961.

 

11. Maestro de la técnica

 

A Hemingway lo he considerado como un maestro de la técnica literaria, en el sentido de que leyendo sus obras se aprende a contar. Siempre he dicho que los novelistas a diferencia de los demás profesionales leemos las novelas para saber cómo están escritas. Nosotros leemos la novela, la volteamos, la ponemos al revés, ponemos los tornillos, todas las piezas sobre la mesa, y cuando sabemos cómo está ya no nos interesa más. Con Hemingway me ha sucedido lo mismo. He leído todas las obras de Hemingway. Prácticamente las he desmontado pieza por pieza para saber cómo están escritas, y en ese sentido puede que haya una influencia. Esa influencia que puede haber es la única identidad con él, el único parecido. De todas maneras, le tengo una gran admiración.

 

“García Márquez: el gallo no es más que el gallo”.

Pluma, abril de 1985.

 

12. Un escritor que muere para sus personajes

 

Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico. Pero, de todos modos, el enigma de la muerte de Hemingway es puramente circunstancial, porque esta vez las cosas ocurrieron al derecho: el escritor murió como el más corriente de sus personajes, y principalmente para sus propios personajes.

 

“Un hombre ha muerto de muerte natural”.

Columna para Novedades, julio de 1961.

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