El diablo y otros demonios en 8 pensamientos de Gabriel García Márquez
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El diablo y otros demonios en 8 pensamientos de Gabriel García Márquez

Ocho pensamientos del escritor colombiano sobre el diablo para leer en el mes de las brujas.

Redacción Centro Gabo

En el pensamiento de Gabriel García Márquez la figura del diablo es la de un pobre personaje opacado por la modernidad. El “truculento príncipe de las pailas” que en Cien años de soledad posee propiedades sulfúricas y participa en duelos musicales con juglares de música vallenata era para Gabo una criatura en extinción que ya no asustaba a nadie en el siglo XX. Los nuevos tiempos que llegaron con el cine, la televisión, las tiras cómicas y los platillos voladores lo desplazaron de la cocina metafísica en donde freía a los pecadores  para convertirlo en un monicongo de carnaval o un divertimento infantil.

“Cuando el diablo trata de reivindicarse, los niños se mueren de risa”, escribió García Márquez. Por si fuera poco, el escritor despojaba a los demonios de sus condición de maleantes bíblicos para referenciarlos en sus textos como elementos representativos de las obsesiones humanas. Es decir, en sus cuentos y novelas, los demonios eran las locuras del corazón, los celos, miedos y fobias. Esto puede apreciarse en su penúltima novela, Del amor y otros demonios, en la que, por cierto, el diablo todavía posee algo de prestigio para asustar a la gente.

En el Centro Gabo hemos recopilado ocho reflexiones de García Márquez sobre el diablo y los demonios. Las compartimos contigo:

 

1. El diablo ya no es el de antes

 

Una niña de cinco o seis años no tiene ningún inconveniente en decirle a uno durante la visita: «¿Usted es tan tonto que todavía cree en el diablo?». Y lo hace a uno retroceder quince años, cuando la idea de un Satanás antropomorfo, incandescente, con una cola de dardos y un tridente gozaba de un inconmovible prestigio sostenido por las madres a base de amenazas e imprecaciones. La idea del diablo –no como símbolo del mal– sino como figura central de la mitología infantil, era demasiado cinematográfica para que perdurara o para que, al menos, lograra sostener su prestigio en estos tiempos en que el diablo, a fuerza de estar por todas partes, ha entrado en la decadencia más lamentable. Ahora es un falso objeto de baratillo, cuyas azufradas descargas no alcanzan a tener el patético dramatismo de una noticia de primera página.

 

“Decadencia del diablo”.

Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Heraldo, diciembre de 1950.

 

2. Cuando el diablo era serio

 

En la extravagante mitología infantil de la antigüedad, la idea del diablo era una especie de soporte central. El espíritu del mal tenía una representación deshumanizada en aquel caballero inflamado, armado de un tridente y saturado de vapores sulfúricos. La invención se le debe a la imaginación de la Edad media, que la puso en práctica con propósitos moralizadores más importantes que el de asustar a los niños. Entonces toda una nación se ponía sobre las armas para pelear contra el diablo. Un diablo en serio. Un diablo sobre cuyos hombros se afirmó todo el peso de media filosofía. Algo se movió después en el subsuelo y la primera víctima del seísmo fue precisamente ese caballero de fuego y azufre, que pasó a peor vida, como un extravagante y desacreditado monicongo de opereta.

 

“Se ha perdido el diablo”.

Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Heraldo, noviembre de 1952.

 

3. Un demonio del corazón

 

El amor es el más terrible, el más maravilloso de todos los demonios.

 

“El amor, maravilloso demonio”. El Espectador, abril de 1994.

 

4. Las derrotas del diablo

 

El diablo está destinado a vivir de derrota en derrota. La primera fue aquella memorable que sucedió a su celeste revolución, cuando cayó aparatosamente del trono de Luzbel a la cocina metafísica donde hace siglos se dedica a freír pecadores. Su caída, sin embargo, no lo despojó de ciertos privilegios monárquicos mediante los cuales logró administrar durante muchos siglos la prodigiosa industria del miedo de los niños. Hasta cierto punto, el truculento príncipe de las pailas estaba satisfecho de su paraíso perdido, aprovechando toda la substancia que podía exprimirse de su frase: “Vale más ser cabeza de ratón que cola de león”, lo que, traducido a su idioma, podría ser: “Más vale Satanás en el infierno que Luzbel en el cielo”. Pero llegó la hora en que el diablo sufrió su segunda y lamentable derrota. Cuando fue destronado de la imaginación de los niños y reemplazado su poderío por objetos tan tontos como los platillos voladores. Las madres, ahora, amenazan a sus hijos con los platillos voladores. Y los hijos, un poco indecisos, aceptan irse a la cama por temor de que las fantásticas y desprestigiadas piezas de esa imprecisa vajilla celeste se los lleve con sus lloriqueos a otra parte.

 

“Decadencia del diablo”.

Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Heraldo, diciembre de 1950.

 

5. El diablo desprestigiado

 

Satanás estuvo representado en la literatura fantástica como un extraordinario poder sobrenatural, cuyo disfrute podían permitirse los humanos mediante un contrato con su propietario absoluto. Pero aun esa forma del diablo se desprestigió con el tiempo, los adultos prefirieron  la truculencia científica a las extravagancias satánicas, y los niños –que parecen más fáciles de civilizar que los viejos– se acostumbraron al alumbrado eléctrico, al teléfono y al cine, y descubrieron más rápidamente de lo que se esperaba las deficiencias técnicas del diablo. Por aquella tronera se desbarrancaron Caperucita Roja, los dragones pirotécnicos y el ingenuo e inverosímil heroísmo de los príncipes encantados.

 

“Se ha perdido el diablo”.

Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Heraldo, noviembre de 1952.

 

6. De caballero maligno a monicongo de carnaval

 

Es difícil saber a qué oficios se dedicará el diablo ahora que no tiene títulos valederos para impedir que los niños le falten al respeto. Tal vez en su gran cocina infernal, el destronado monarca esté ideando nuevos trucos para reconquistar el segundo paraíso perdido. Pero mientras tanto, es necesario lamentar que toda su aparatosa magnificencia de caballero maligno haya quedado para prestar servicios tan insignificantes como los de pisapapel o monicongo de carnaval.

 

“Decadencia del diablo”.

Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Heraldo, diciembre de 1950.

 

7. Criatura convertida en chiste

 

Cuando el diablo trata de reivindicarse, los niños se mueren de risa, cosa que ni siquiera los adultos se atreven a hacer sin sentir al mismo tiempo un poco de sobresalto. Las señoras están escandalizadas. Y los niños, que encuentran más explicable la posibilidad de hacer un viaje interplanetario que la de despertar a la Bella Durmiente, deben pensar: «Verdaderamente es una lástima que los adultos de ahora sean tan infantiles».

 

“Se ha perdido el diablo”.

Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Heraldo, noviembre de 1952.

 

8. Un divertimento para los niños

 

Yo recuerdo haber conocido al diablo en sus mejores tiempos, cuando aún sus espejos estaban fabricados en el más luciferino de los cristales de roca y no era este oxidable diablillo de hojalata al que se le da cuerda para que divierta a los niños, como cualquier pintado en la pared.

 

“Decadencia del diablo”.

Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Heraldo, diciembre de 1950.

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