Diez frases y comentarios de Gabriel García Márquez sobre la trascendencia de Mercedes Barcha en su vida y obra.
Mercedes Raquel Barcha Pardo, la viuda del escritor colombiano Gabriel García Márquez, falleció hoy en su casa de Ciudad de México a los 87 años. El “cocodrilo sagrado”, como solía llamarla cariñosamente Gabo, fue indispensable para el desarrollo de la carrera literaria de su esposo, en especial para la escritura de Cien años de soledad (novela en la que Mercedes aparece con nombre propio). Siempre que le preguntaban por ella, García Márquez no dudaba en decir que se trataba del personaje más sorprendente que había conocido jamás.
En el Centro Gabo hemos seleccionado diez frases y comentarios de Gabriel García Márquez sobre la trascendencia de Mercedes Barcha en su vida y obra. Los compartimos contigo:
Mi signo es Piscis y mi mujer, mi esposa, es Mercedes. Estas son las dos cosas más importantes que han sucedido en mi vida, porque gracias a ellas, por lo menos hasta el momento, he conseguido sobrevivir escribiendo.
“Retratos y autorretratos”. Crisis, 1973.
A Mercedes la conocí en Sucre, un pueblo del interior de la costa Caribe, donde vivieron nuestras familias durante varios años, y donde ella y yo pasábamos nuestras vacaciones. Su padre y el mío eran amigos desde la juventud. Un día, en un baile de estudiantes, y cuando ella tenía solo trece años, le pedí sin más vueltas que se casara conmigo. Pienso ahora que la proposición era una metáfora para saltar por encima de todas las vueltas y revueltas que había que hacer en aquella época para conseguir novia. Ella debió entenderlo así, porque seguimos viéndonos de un modo esporádico y siempre casual, y creo que ambos sabíamos sin ninguna duda que tarde o temprano la metáfora se iba a volver verdad. Como se volvió, en efecto, unos diez años después de inventada, y sin que nunca hubiéramos sido novios de verdad, sino una pareja que esperaba sin prisa y sin angustias algo que se sabía inevitable. Ahora estamos a punto de cumplir veinticinco años de casados, y en ningún momento hemos tenido una controversia grave. Creo que el secreto está en que hemos seguido entendiendo las cosas como las entendíamos antes de casarnos. Es decir, que el matrimonio, como la vida entera, es algo terriblemente difícil que hay que volver a empezar desde el principio todos los días, y todos los días de nuestra vida. El esfuerzo es constante, e inclusive agotador muchas veces, pero vale la pena. Un personaje de alguna novela mía lo dice de un modo más crudo: «También el amor se aprende».
En El olor de la guayaba, 1982.
Yo creo que Mercedes está haciendo un trabajo, un trabajo muy importante. Este mundo que tenemos los dos es un mundo que creamos juntos. Y nos hemos repartido el trabajo. Y cuando uno de los dos trabajos no está bien hecho, todo el trabajo de conjunto falla.
“Gabriel García Márquez: «El machismo es la desgracia de la humanidad»”, 1981.
En Conversaciones con 9 creadores, 2017.
Sin Mercedes no habría llegado a escribir el libro [Cien años de soledad]. Ella se hizo cargo de la situación. Yo había comprado meses atrás un automóvil. Lo empeñé y le di a ella la plata calculando que nos alcanzaría para vivir unos seis meses. Pero yo duré año y medio escribiendo el libro. Cuando el dinero se acabó, ella no me dijo nada. Logró, no sé cómo, que el carnicero le fiara la carne, el panadero el pan y que el dueño del apartamento nos esperara nueve meses para pagarle el alquiler. Se ocupó de todo sin que yo lo supiera: inclusive de traerme cada cierto tiempo quinientas hojas de papel. Nunca faltaron aquellas quinientas hojas. Fue ella la que, una vez terminado el libro, puso el manuscrito en el correo para enviárselo a la Editorial Sudamericana.
En El olor de la guayaba, 1982.
Mercedes tuvo que actuar como tantas otras mujeres colombianas durante las guerras civiles: hubo de hacerse cargo de todas las cuestiones domésticas y de mantener en pie la casa mientras yo luchaba en el frente. Ella realizó toda clase de proezas maravillosas. Diariamente, de uno u otro modo me procuraba los cigarrillos, las cuartillas, todo cuanto necesitaba para escribir. Consiguió dinero prestado y crédito en algunos comercios.
“Entrevista con Gabriel García Márquez”. Playboy, 1982.
Ningún personaje de mis novelas se parece a Mercedes. Las dos veces que aparece en Cien años de soledad es ella misma, con su nombre propio y su identidad de boticaria, y lo mismo ocurre las dos veces en que interviene en la Crónica de una muerte anunciada. Nunca he podido ir más lejos en su aprovechamiento literario, por una verdad que podría parecer una boutade, pero que no lo es: he llegado a conocerla tanto que ya no tengo la menor idea de cómo es en realidad.
En El olor de la guayaba, 1982.
Mercedes es una gran amiga, y es difícil encontrar ese equilibrio entre el amor y la felicidad. Un buen matrimonio debemos hacerlo todos los días. Todos los días tenemos que luchar para ajustarlo, porque todas las noches se desarregla y todas las mañanas necesitamos arreglarlo de nuevo.
“Yo imaginaba que alcanzaría un límite”. O Globo, 1988.
Ahora estoy hablando como un escritor profesional. Antes estaba sometido a todas las contingencias de la vida. Ahora, además de que tengo todos los elementos para ser un escritor profesional, tengo otro factor muy importante: Mercedes. Ella es la que se encarga de que nada se me filtre antes de que termine de escribir y es la que se lleva la mala fama. Es un cancerbero.
“Habla Gabo”. Semana, 1985.
Mercedes solo lee el libro impreso. El primer ejemplar impreso es de ella. Me espanto con su serenidad: me ve discutiendo con mis amigos, muchas veces peleando por el libro, cuyo manuscrito está ahí, al pie de la cama. Pero ella decidió no leer jamás mis manuscritos: dice que tiene miedo.
“El artesano de la palabra”. Triunfo, 1980.
Desgraciadamente a Mercedes le toca la peor parte de esta historia. No podría escribir. Porque si tú y yo estamos sentados y hemos logrado conversar tan siquiera una hora es porque Mercedes está sosteniendo la puerta. Está manejando a la gente por teléfono, aplazando las citas, moviendo las cosas. Yo no sé nada de eso, no sé cómo está esta casa; ni sé cuánto dinero tengo en este mundo. No sé si tengo para comer mañana, o si no tengo para comer. No sé absolutamente nada de eso. Además, no tengo chequera, no tengo firma en los bancos, plata en los bolsillos. Yo he llegado tan así que a veces me quedo sin gasolina en la calle, voy a pagar y no tengo plata. Tengo que dejar el gato, el reloj, porque yo no me ocupo en nada absolutamente de eso. Tengo también un agente literario en Barcelona, que es otra mujer, Carmen Balcells, que es la que se encarga de todos los asuntos de libros, de traducciones, de editores y de dinero. Ella no se entiende para asuntos de dinero para nada conmigo, sino con Mercedes. De manera que esa es una preocupación que yo no tengo. Mercedes se hizo cargo de eso. Y yo no le pregunto cómo estamos. Yo me dedico exclusivamente a mis libros y a lo que hago por las tardes.
“Gabriel García Márquez: «El machismo es la desgracia de la humanidad»”, 1981.
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