Foto archivo FNPI / David Estrada
Lectura

De fuentes tipográficas y otros pescaditos de oro

Entrevista al diseñador y tipógrafo Gonzalo García Barcha, hijo menor de Gabriel García Márquez.

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Foto archivo FNPI / David Estrada
Orlando Oliveros Acosta

Sin engendrar diecisiete hijos ni promover treinta y dos guerras civiles, Gonzalo García Barcha (México D.F, 1962) es el familiar vivo que más se parece al coronel Aureliano Buendía. Como Aureliano, que llegó al mundo después de su hermano José Arcadio y se convirtió en el primer ser humano que nació en Macondo, Gonzalo es el menor de los dos hijos varones de Gabriel García Márquez y el primero en haber nacido en México.

Podrá no haber escapado a catorce atentados, setenta y tres emboscadas, y a un pelotón de fusilamiento. Ni haber bebido una carga de estricnina que bastaría para matar a un caballo. Pero ha dedicado toda su vida a la creación de fuentes tipográficas, un oficio íntimo y meticuloso donde cada símbolo exige el mismo esfuerzo solitario que el personaje de Cien años de soledad destina a la fabricación de sus pescaditos de oro.

Graduado en diseño de la Parsons School de Nueva York, Gonzalo convirtió los salones sofisticados de aquel edificio de Greenwich Village en su propio taller de platería. Desde entonces se considera un artesano de la palabra que pule signos lingüísticos con paciencia, como un matemático que observa sin prisas un problema algebraico.

– La tipografía es como la matemática del diseño gráfico. Es pesada, abstracta y se desarrolla en blanco y negro –dice.

Su primer empleo lo obtuvo gracias a Carmen Balcells, la agente literaria de su padre, quien le ofreció diseñar la portada de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda. Luego editaría una versión del cuento de Gabo El rastro de tu sangre en la nieve, y participaría en las portadas de El general en su laberinto, Doce cuentos peregrinos y Del amor y otros demonios. En el mundo del cine ha diseñado los títulos de créditos de varias películas, entre ellas Gravity, el largometraje de ciencia ficción dirigido por Alfonso Cuarón y protagonizado por Sandra Bullock. A finales de abril de 2017, en conmemoración por los 50 años de la publicación de Cien años de soledad, el grupo editorial Penguin Random House lanzó una edición ilustrada de la novela cuya fuente tipográfica ha sido inventada por él. Probablemente este sea el único modo en el que la vida real le otorga un componente cíclico a la historia de Macondo: una novela escrita por un padre que en la ficción podía ser José Arcadio o Melquíades y diseñada, hasta en sus puntos finales, por un hijo que se parece al coronel Aureliano Buendía.

En Medellín, bajo la lluvia, Gonzalo habla de su oficio y su padre, al que nunca llama papá sino Gabo. En medio de la conversación, las gotas que caen de los aleros parecen breves signos líquidos. Alguien dirá que son la fuente tipográfica del cielo.

 

Usted creó la tipografía “Enrico”, usada en la más reciente edición ilustrada de Cien años de soledad. ¿Qué historias se esconden detrás de ese diseño?

 

Empecemos por el nombre. “Enrico” está inspirada en el nombre de Enrico Martínez o Heinrich Martin, quien fue el tercer impresor de la Nueva España que trabajó en la Ciudad de México a finales del siglo XVI y principios del XVII. Él conocía muy bien el oficio de la fundición de tipos y dejó muchos impresos en los cuales me he basado para crear esta fuente tipográfica. Es muy pequeña y consta sólo de cuatro estilos: la redonda, la itálica, un estilo para títulos (o encabezados) y versalitas. Digamos que esa es, hasta ahora, la extensión de la familia.

 

¿Cuáles son los encantos particulares de “Enrico”?

 

Yo pienso que el mayor encanto de “Enrico” es que contiene los encantos de otras fuentes tipográficas que son fundacionales en la historia de la tipografía. Estoy seguro de que Enrico Martínez conocía con anterioridad las fuentes tipográficas cortadas en Venecia. Sin duda alguna también sabía del trabajo de tipógrafos de Europa del norte como Robert Granjon y Claude Garamond. Estos modelos fundacionales, junto con otros propios de los Países Bajos y las regiones de Flandes, componen el ADN de “Enrico”.

 

¿Mantiene alguna relación el universo literario de Gabo con la estética con la que fue creada “Enrico”?

 

Gabo no seguía con particular interés el trabajo de diseño tipográfico que yo hacía. Él tenía sus fuentes tipográficas favoritas, siempre pedía poder leer sus manuscritos en una tipografía diseñada por el maestro Hermann Zapf. Era una tipografía muy latina que se llamaba “Palatino” y era su preferida. Solía exigir que sus originales estuvieran en “Palatino”.

 

Entonces, ¿no hay vínculos entre su tipografía y la obra de su padre?

 

Sí los hay. El primer texto que yo formé con “Enrico” fue Vivir para contarla. De hecho, apenas estábamos terminando de crear la primera versión de “Enrico” cuando Gabo terminó Vivir para contarla. Yo participé en el equipo de gente que le echó una mano a Gabo para hacer el original del libro y, junto con un grupo de correctores e historiadores, pedimos una autorización para sacar una pequeña edición limitada de Vivir para contarla donde se pudiera utilizar “Enrico”. En mi cabeza esta tipografía está más relacionada a Vivir para contarla que a Cien años de soledad. Que haya salido una bellísima edición ilustrada de la novela usando “Enrico” fue idea de Claudio López Lamadrid, el director de Random House en Barcelona. Él me pidió que aportara algo a esa nueva edición y yo encantado ofrecí mis tipos.

 

¿Qué tipo de belleza encuentra usted en el diseño de fuentes tipográficas?

 

El diseño de fuentes tipográficas es un trabajo de orfebres. Si usáramos una analogía garciamarquiana, podríamos decir que es como hacer pescaditos de oro. Se trata de un oficio muy silencioso, manual e íntimo, incluso ahora, cuando ya prácticamente no se trabaja manualmente sino por computadora. Veo a mis colegas que hacen tipografías a través de la programación y los códigos, y es un poco lo mismo: horas y horas de orfebrería. Un gran tipógrafo alemán, Erik Spiekermann, dice que es muy atractivo diseñar dos o tres letricas, pero que una fuente tipográfica hecha y derecha puede llegar a tener miles de símbolos y caracteres, de tal manera que después de los diez primeros símbolos diseñar fuentes ya no es tan divertido. Por eso es un trabajo lleno de perseverancia y de reflexión interior. Eso es lo que me atrae.

 

¿Qué viene ahora después de “Enrico”?

 

Mira, yo voy a seguir trabajando con “Enrico”. Con Santiago Orozco, un colega de esos que saben de programación, estamos desarrollando una nueva generación de esta tipografía. La queremos con una familia mucho más grande, que vaya más allá de los cuatro estilos que mencioné anteriormente. Las nuevas tecnologías nos permitirán hacer eso posible. Haremos una versión contemporánea de esta fuente. Incluso para ser usada en la web. Digamos que tendremos muchísimas fichitas para jugar y formar libros y revistas.

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