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Los árboles mueren de pie. Historias sobre los orígenes de Macondo

Los árboles mueren de pie. Historias sobre los orígenes de Macondo

Redaccion

Mon, 07/07/2025 - 21:07

Por: Gladys González Arévalo

 

En abril de 2014 partió nuestro Nobel hacia otras dimensiones, a la eternidad. Al árbol de Macondo en abril se le caen las hojas y, como “los árboles que mueren de pie”, el escritor colombiano Gabriel García Márquez murió y sigue de pie, enhiesto en su inmortalidad, erguido en su legado, sigue como los añosos árboles altivos, legendarios, que profundizan sus raíces y sus copas quieren alcanzar las nubes.

Continuará en la memoria cada vez más viva en el corazón de los colombianos y en los admiradores de su obra en el mundo debido a su literatura sin fronteras. Gabriel García Márquez es quizás el autor en lengua castellana más ampliamente leído en todo el mundo y sus obras han sido traducidas a más de cuarenta idiomas. Su creación literaria se prolongará en el tiempo y extenderá sus ramas, se eternizará mientras sigan creciendo los macondos.

 

El símbolo en la geografía garciamarqueana

 

El nombre de Macondo era el de una hacienda próxima a Aracataca. García Márquez lo convirtió en uno de los referentes geográficos literarios más inolvidables. En sus memorias, el escritor relata que el nombre proviene de una hacienda bananera que visitaba con su abuelo Nicolás Márquez a comienzos de los años treinta.

¿Qué es, en realidad, Macondo? ¿Lugar imaginario, árbol, pescado o tribu africana? La primera mención al árbol “Macondo”, según la Biblioteca Virtual, fue hecha por el viajero Alexander von Humboldt, quien vio este árbol en el bosque de macondos de Turbaco (Bolívar, Colombia) en 1801, cuando fue a visitar los volcanes de lodo con Luis de Rieux. Menciona que puede llegar a alcanzar los 35 metros de altura. Los frutos son enormes, con cinco alas, entre rosados y cafés, capaces de volar llevados por el viento.

Palabras parecidas a Macondo existen en varios idiomas africanos y algunas se referían a árboles. Existen varias localidades y pueblos africanos con el nombre de Macondo. También se dice que es voz de origen “chimila”.

Macondo, nos dice la voz de García Márquez en el documental Gabo la magia de lo real, “no es un lugar geográfico, es un estado de ánimo. Es el estado de ánimo que se vive en el Caribe. Los europeos tienen un problema: un cuadro en el que meten la realidad y, lo que no cabe en ese cuadro, no existe. Nosotros los latinoamericanos no tenemos cuadrito y vivimos la vida como viene”.

Carlos Monsiváis, ícono de la literatura mexicana, define así a Macondo: “La prosa de García Márquez es uno de esos hallazgos enormes para cualquier lector. Una vez que uno penetra en ella, no quiere abandonarla. El verdadero Macondo, para mí, es la prosa de García Márquez”.

Carlos Fuentes también nos muestra qué es Macondo. Tras recorrer las páginas de Cien años de soledad en 1967, Fuentes afirmó: “Acabo de leer las primeras 75 cuartillas de Cien años de soledad. Son absolutamente magistrales. Toda la historia ‘ficticia’ coexiste con la historia ‘real’, lo soñado con lo documentado, y gracias a las leyendas, las mentiras, las exageraciones, los mitos, Macondo se convierte en un territorio universal”.

No olvidemos que Macondo tiene muchos antecedentes literarios. Ahí está Comala, de Juan Rulfo, o Santa María, de Juan Carlos Onetti. “Son universos propios, mundos cerrados y a veces asfixiantes que permite a sus creadores darles a sus historias una dimensión mítica”.

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Los escritores se convierten en clásicos cuando sus obras comienzan a hacer parte del mundo más allá de los libros. A estos autores no es necesario buscarlos en las bibliotecas, pues es muy probable que sus universos literarios tropiecen contigo en las calles. Cervantes podría sorprenderte dentro de un cine con una referencia insospechada sobre el Quijote en una película de vaqueros, un personaje de Shakespeare podría inspirar el nombre de una feria itinerante y la Odisea definir un arco narrativo de One Piece o Dragon Ball. Los clásicos están ahí fuera esperándote, poco importa si no los has leído: su presencia cultural es tan vasta e inagotable que intentar huir de ellos es como tratar de escapar del mundo exterior.

Aquello que durante décadas ha ocurrido con Dickens, Twain, Kafka o las hermanas Brontë, en el siglo XXI parece estar sucediéndole a Gabriel García Márquez. Se trata del escritor en lengua castellana del siglo XX que más veces ha sido adaptado a la pantalla y del único narrador hispanoamericano que se encuentra entre los cincuenta escritores más traducidos a otras lenguas según el Index Translationum de la Unesco. En poco menos de cincuenta y cinco años, Cien años de soledad se ha convertido en la novela en español más leída después del Quijote, lo que hace que los estudiosos se pregunten si en las próximas cinco décadas la saga de la familia Buendía acabará desbancando a las aventuras del Caballero de la Triste Figura.

Como en el cuento de Borges “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, la vida y las historias de García Márquez han desbordado los límites de las páginas para apoderarse de la realidad de sus lectores. Desde agosto de 2016, los billetes de cincuenta mil pesos colombianos tienen impreso el rostro de Gabo. Ese mismo año, una nueva especie de tarántula descubierta en la Sierra Nevada de Santa Marta fue bautizada Kankuamo marquezi en su honor. Una calle de la Villa Borghese de Roma, una plaza en el Barrio Latino de París y una biblioteca en el distrito barcelonés de Sant Martí llevan su nombre. En Aracataca, su pueblo natal, la alcaldía construyó frente al nombre oficial del municipio un monumento que dice, en mayúsculas, MACONDO. Por si fuera poco, como expandiendo su dominio planetario a otros confines, la Unión Astronómica Internacional apodó “Macondo” a la estrella HD 93083 que reside en la constelación de Antlia a 94 años luz de la Tierra. En 2005 a aquel astro lejano le descubrieron un exoplaneta que no tardó en llamarse “Melquíades”.

Estos y otros homenajes póstumos no fueron menos frecuentes mientras el autor vivía. Cuando fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982, el gobierno colombiano imprimió 3,250.000 estampillas con un retrato suyo diseñado por Juan Antonio Roda. A partir de entonces, cientos de cartas de amor, odio, auxilio y gratitud se enviaron bajo la mirada atenta de aquel Gabo hecho a lápiz. En su libro Gabriel García Márquez: vida, magia y obra de un escritor global, el investigador Álvaro Santana Acuña menciona que el reconocimiento otorgado por la Academia Sueca despertó una “Gabomanía” que no ha tenido un sólo instante de reposo con el paso del tiempo. La conexión del escritor colombiano con el mundo es tan fuerte, afirma Santana, que el día en que se supo que le habían dado el nobel recibió 577 telegramas de felicitación provenientes de 49 países en cinco continentes.

Quizás la mayor muestra pública de ese entusiasmo por García Márquez la dio el expresidente Belisario Betancur. El 27 de octubre de 1982, cinco meses después de haber ganado las elecciones, Betancur rechazó la propuesta de que Colombia fuera la sede de la Copa Mundial de Fútbol proyectada para 1986. Lo hizo mediante una alocución que todos los colombianos pudieron ver por televisión y que se replicó alrededor del globo por involucrar una decisión sin precedentes.

— Aquí tenemos muchas otras cosas que hacer y no hay ni siquiera tiempo para atender las extravagancias de la FIFA y sus socios —dijo Belisario—.García Márquez nos compensa totalmente lo que perdamos de vitrina con el mundial de fútbol.

 

Cuando Springfield es Macondo

 

En tiempos modernos, la “vitrina” es el televisor (aunque pronto cederá su lugar en el podio a las redes sociales). Un clásico de la literatura no es un clásico hasta que se infiltra en la pantalla chica. Y cuando la imaginación del narrador va de la mano con una postura contraria al establishment, ese proceso exuda  rebeldía. En 1984, durante una entrevista concedida a la revista cubana Opina, García Márquez comentó estas virtudes subversivas de la televisión. “El mensaje cultural que puede llegar a través de la televisión es extraordinario”, dijo. El escritor estaba sorprendido de la cantidad de personas que veía telenovelas. “Creo que lo que hay que hacer es apoderarse de la televisión, no despreciarla, y usarla como un instrumento de penetración cultural, eso es lo revolucionario”, concluyó.

Aquella vez parecía que estaba presagiando la incursión de su universo literario en la cultura de masas norteamericana. En ese momento ya había conquistado a los estadounidenses con sus libros, pero todavía le faltaba presenciar el carácter seductor que sus relatos tendrían en diversos programas de televisión. Unos años más tarde, en la década de los noventa, la obra de Gabo en los Estados Unidos no sólo llegaba ya a sus lectores sino también al telespectador. Por ejemplo, Cien años de soledad apareció en el episodio 5 de la tercera temporada de Friends, una de las comedias de situación más vistas de la historia. El episodio (“The One with Frank Jr.”), que fue estrenado por la NBC el 17 de octubre de 1996, comienza con Joey Tribbiani taladrando la pared de su compañero de cuarto, Chandler Bing. En la siguiente escena se muestra a Chandler durmiendo con la novela de García Márquez abierta sobre el pecho. La broca del taladro atraviesa la pared y lo despierta. El libro está presente durante los cuarenta y tres segundos que dura el sketch. Es una edición en inglés, por supuesto, publicada en 1991 por HarperCollins en su sello Harper Perennial Classics.

También en octubre de ese año se emitió por primera vez en Nickelodeon la serie animada Hey Arnold!, protagonizada por un niño cuya cabeza tiene forma de balón de fútbol americano. Arnold vive en el ático de una casa para huéspedes ubicada en la ficticia Hillwood City. Su habitación es bastante peculiar: tiene una moqueta anaranjada con visos amarillos en los que hay estampados varios símbolos alquímicos y una inmensa claraboya que lo cubre todo como si fuera el techo de un invernadero. Craig Bartlett, el creador de la serie, confesó en una entrevista que aquel dormitorio extravagante estaba inspirado en el realismo mágico de García Márquez. “Estaba leyendo Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera. Esos libros fueron grandes influencias para mí”, dijo. “Quería que hubiera un realismo mágico en la casa de Arnold y su vecindario”.

Estas dos novelas que tanto le gustaron a Bartlett fueron recomendadas luego en el Club de Lectura de Oprah Winfrey. Oprah, cuyo show televisivo sintonizan millones de personas, invitó a leer Cien años de soledad en 2004. “Agárrense, ¡Cien años de soledad de Gabriel García Márquez es tan apasionado, denso y sensual como la selva que rodea al pueblo surrealista de Macondo!”, dijo. Tres años después, en 2007, hizo lo mismo con El amor en los tiempos del cólera. “Esta es una de las mejores historias de amor que he leído”, comentó. “Está tan bellamente escrita que realmente te lleva en un viaje en el tiempo, y te hará preguntarte: ¿cuánto tiempo estarías dispuesto a esperar por amor?”.

Era la revolución de García Márquez en la pantalla chica. Su obra se filtraba con audacia en las casas de las familias gringas gracias a los libretistas, directores, presentadores, actores, periodistas y productores que lo admiraban. Todo eso desencadenaba un círculo virtuoso en el que la gente que tropezaba con las historias de García Márquez en el televisor se volcaba de forma inmediata hacia sus libros y aquellos que eran atrapados por sus libros tropezaban luego con algo de Gabo en el televisor.

Ocurrió así con Los Simpson. En la célebre serie animada creada por Matt Groening —cuñado de Bartlett— abundan las referencias a García Márquez. En “Lisa’s Rival” (“La rival de Lisa”),el episodio 2 de la sexta temporada, Marge Simpson lee una novela erótica titulada “Love In The Time Of Scurvy” (“El amor en los tiempos del escorbuto”). La obra, si la observamos con la perspectiva crítica de Gérard Genette, traza una intertextualidad con El amor en los tiempos del cólera. Esta conexión va más allá del título: la historia que Marge lee la protagonizan dos amantes en una carabela española que surca un mar picado; en la de García Márquez, sobre todo hacia al final, también hay una pareja de enamorados que disfrutan de una pasión otoñal a bordo de un barco. La trama sería idéntica si no fuera porque Mike Scully, el guionista de este episodio que se emitió el 11 de septiembre de 1994, usó una carabela colonial en vez de un vapor decimonónico y dispuso del mar en lugar del río Magdalena.

El guiño a la novela que cuenta los amores contrariados entre Florentino Ariza y Fermina Daza se repitió ocho años más tarde, el 17 de noviembre de 2002, en el episodio 3 de la décima cuarta temporada titulado “Bart vs. Lisa vs. The Third Grade” (“Bart contra Lisa contra el tercer año”). Allí Bart y Lisa Simpson hacen un viaje escolar juntos hacia la ficticia Ciudad Capital. Durante el trayecto, Lisa lee un libro titulado “Love in the Time of Coloring Books” (“El amor en los tiempos de los libros para colorear”) en cuya portada salen retratados dos adolescentes que se toman de la mano y están rodeados de crayolas y cartas de amor. La referencia es bastante curiosa, ya que podría especularse que el libro de Lisa ilustra la primera etapa de amor juvenil e idealista entre Fermina Daza y Florentino Ariza (en la que predomina una apasionada correspondencia epistolar), mientras que el de Marge apunta a la última etapa de ese amor (mucho más madura y sexual). Eso como si Tim Long, el guionista, hubiese querido cerrar el ciclo comenzado por Scully.

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