Orlando Oliveros: “Macondo se hereda y se transforma en el sueño creativo de nuevos artistas y narradores” | Centro Gabo
Orlando Oliveros

Orlando Oliveros: “Macondo se hereda y se transforma en el sueño creativo de nuevos artistas y narradores”

El editor del Centro Gabo de la Fundación Gabo reúne sus investigaciones en el libro ‘García Márquez, un genio de muchos rostros’. En esta entrevista habla del archivo que lo hizo posible, de la vigencia de las ideas del nobel, los territorios inexplorados de su legado y cómo escribir con rigurosidad sobre su vida y obra.

Kirvin Larios

Un lunes cualquiera, con el atardecer retrocediendo en los altos muros de la Biblioteca Bartolomé Calvo, en el centro histórico de Cartagena, Orlando Oliveros encabeza un club de lectura sobre García Márquez ante decenas de personas sentadas en círculo. Habla sobre la masacre de las bananeras en Cien años de soledad o explica el triunfo del amor en El amor en los tiempos del cólera en sesiones que pueden concluir con un recorrido a pie sobre la presencia de la ciudad antigua en las páginas del escritor. Otro día prepara la introducción a un compendio de rimas y dibujos escolares del García Márquez bachiller. Otro, asiste con compañeros de trabajo a la inauguración de la exposición en Bogotá sobre García Márquez (Todo se sabe: el cuento de la creación de Gabo), de la que ha sido asesor curatorial. Semanas después toma un vuelo a Asunción (Paraguay) para impartir un taller sobre el escritor de Aracataca. 

Una foto reciente de trabajo ilustra la trastienda de estos momentos: lleva guantes de látex en una mesa dispuesta con ejemplares amarillentos de Juventud, la publicación escolar en la que participó García Márquez en el Colegio San José de Barranquilla. Oliveros sonríe con el material. Disfruta la labor que le ha granjeado el mote de gabólogo: estudiar todo lo que hizo, dijo y escribió el escritor más grande de Colombia. “Un gabólogo, según tengo entendido, es alguien que investiga la vida, obra y legado de García Márquez con el rigor y el placer que tendría un connotado geólogo ante una cueva repleta de piedras preciosas”, dice. Y matiza: “El gabólogo habla de Gabo a partir de un estudio meticuloso de su vida y su obra, sin caer en la adulación y la cursilería: para eso están los gabólatras, otra etiqueta curiosa que se han inventado”.

Pero antes que gabólogo, Oliveros es un minucioso periodista cuya reportería reposa en las páginas de publicaciones literarias, periodísticas, históricas y en el cine, la televisión y la cultura popular. Rastrea la presencia de su objeto de análisis en la vida de los otros y acude a detalles inesperados, a veces nimios para construir una narración envolvente. Las pesadillas, la publicidad, los carros, la cinematografía, la amistad, la música, la ética periodística, las cartas, el mes de agosto… son pretextos para registrar lo que García Márquez dijo o hizo sobre cierto asunto y cómo se relaciona con su escritura y su vocación de artista.

Oliveros nació en 1993 en El Difícil, Magdalena. A los siete años se mudó con sus padres a Cartagena, donde vive y ha sido columnista de El Universal y profesor universitario. En cierto modo, podría ser un “comentador del hecho cotidiano” en el que García Márquez veía el germen del oficio periodístico (en su caso, alguien que siempre tiene algo que agregar sobre la trayectoria del escritor). Sin embargo, en una tierra de garciamarquianos embelesados por leer o comentar al autor de La hojarasca, pocos aplican su esmero para tratar de descifrarlo. Su criterio lo convirtió desde 2017 en editor del Centro Gabo de la Fundación Gabo, espacio en el que publicó la mayoría de textos que componen su primer libro, Gabriel García Márquez, un genio de muchos rostros (Periscopio, 2025). A pesar de ello, la palabra experto le queda inexacta: hace pensar en el dominio de una materia. “Gabólogo” rezuma remilgamiento y autocomplacencia. Oliveros hace otra cosa: toma el material de tantos periodistas, académicos y mitificadores del genio artístico para devolver a los lectores una alquimia propia y sencilla de leer, vinculable con el mismo mundo de Juan Rulfo, Álvaro Mutis, Rafael Escalona, las fiestas en Getsemaní, los ovnis o el pescado frito. Y aunque se ha dado a conocer como estudioso de García Márquez, es también un escritor de ficciones.

 

¿Por qué publicar un nuevo libro sobre la vida y obra de García Márquez?

 

Porque todavía falta decir muchas cosas sobre su vida y obra. Se trata de un autor inagotable con un vasto y complejo universo narrativo en el que aún existen numerosos territorios vírgenes. En García Márquez, como en Cervantes, Homero o Shakespeare, siempre hay cosas nuevas por descubrir. Incluso las reflexiones más conocidas sobre su obra se renuevan con los años, ya que cada generación reclama sus propias impresiones de los libros que lee y las alimenta con el contexto sociopolítico particular en el que se produce esa lectura. Escribí este libro para entender el genio creativo de García Márquez y tratar de encontrar preguntas y respuestas útiles sobre algunos asuntos inquietantes del siglo XXI.

 

¿Cuáles son esos territorios vírgenes?

 

Los que trato de tocar en cada uno de los artículos de mi libro. Cuestiones como el paso de García Márquez por las agencias de publicidad y la influencia que eso tuvo en el éxito literario y comercial de su obra, su lucha contra las transgresiones éticas en el periodismo a partir de las relatorías de los talleres de la Fundación Gabo o su papel en la liberación de presos políticos. Quedan cosas por decir, afortunadamente. La vida y obra de García Márquez es como un mapa del siglo XV en el que falta por descubrir más de la mitad del mundo.

 

En los agradecimientos mencionas a tus padres, que fueron decisivos en tu acercamiento a la obra de García Márquez...

 

Mis padres son buenos lectores. Pertenecen a esa generación que creció con el auge y la caída del llamado boom latinoamericano. Tuvieron una juventud muy bohemia y política. Mi madre leía mucha poesía; mi papá, en cambio, era más lector de novelas. Ambos convergían en la obra de García Márquez, quizás porque es una obra que combina a la perfección la técnica de la novela con la poesía. Mi infancia está llena de escenas en las que mi papá repite de memoria párrafos enteros de Cien años de soledad o en las que mi mamá recrea los diálogos de “La mujer que llegaba a las seis”, un cuento de García Márquez que ella dramatizó en el bachillerato. En la biblioteca familiar, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera eran libros que destacaban entre los demás, textos sagrados a los que mis dos hermanos mayores y yo nos acercamos gracias a la exitosa campaña de expectativa planteada por mis padres. En cierto modo, ellos me heredaron la fascinación por el universo narrativo de García Márquez.

 

Más allá de los datos y cifras que sitúan a García Márquez como el autor más traducido de nuestra lengua en este siglo, más allá de las exitosas adaptaciones a su obra y de los homenajes a su vida, más allá de cierta pompa celebratoria en torno a su figura que a veces parece sacada de Los funerales de la Mamá Grande… ¿García Márquez se lee? ¿Se lee a profundidad en Colombia? 

 

Se lee a García Márquez tanto o más que a los grandes clásicos de la literatura: Cervantes, Shakespeare, Homero, Flaubert, Tolstoi… Las personas que no han leído El otoño del patriarca probablemente son las mismas que tampoco han leído Ulises de James Joyce o Retrato de una dama de Henry James. En nuestra época, la lectura de los grandes libros de ficción se ha convertido en un hábito de pocos y el entretenimiento se ha volcado hacia lo audiovisual, lo cual es una pena, pues la experiencia estética y moral que suscita la lectura no te la va a ofrecer nunca la pantalla de un smartphone o un televisor, por muy buenas que sean las series y películas que te veas. Dentro de este público que todavía devora libros con pasión, hay quienes leen a García Márquez con más profundidad que otros, por supuesto. Lo interesante de Gabo es que sus textos están tan bien hechos que logran brindar revelaciones satisfactorias sobre la condición humana tanto a lectores desprevenidos como a personas con mejor formación intelectual. No sé si la humanidad suprimirá algún día su amor por la lectura. Yo solo espero que mi libro sirva para mantener vivo este amor en su mejor versión: el de la lectura rigurosa, pausada, crítica.

 

García Márquez encontró en la ceremonia de recepción del Premio Nobel una oportunidad para hacer “un acto político a favor de América Latina” y “de afirmación cultural”, dijo. ¿Qué importancia tuvo G.G.M. para abordar las preocupaciones políticas de nuestro continente? ¿Y qué vigencia tienen hoy sus ideas?

 

Como cualquier persona, García Márquez tuvo diversas posturas políticas a lo largo de su vida. Sin embargo, hay una idea que siempre mantuvo firme a través de las décadas: la necesidad de una unidad y autonomía política y cultural de América Latina y del Caribe. Cien años de soledad, entendida como una metáfora de los destinos amargos que produce la falta de solidaridad, es la versión literaria del discurso de recepción del Premio Nobel, “La soledad de América Latina”. A su manera, ambos textos coinciden en la defensa de un continente cuya historia política esté libre del influjo de las potencias extranjeras y en el que sea cierto el amor y sea posible la felicidad para que no haya sociedades condenadas a la soledad ni familias que queden sin una segunda oportunidad sobre la tierra. La recepción del Premio Nobel fue una vitrina perfecta para difundir esta idea de fraternidad latinoamericana que, pocos años después, sería el punto de partida para varios proyectos institucionales como la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, y la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, hoy conocida como Fundación Gabo. Como América Latina todavía aspira al sueño de la solidaridad continental y la independencia política, las reflexiones de García Márquez en este sentido siguen más vigentes que nunca.

 

El profesor e investigador literario Ariel Castillo dijo que hay “dos libros” en este libro. El primero lo componen los textos sobre el autor; el segundo, las entrevistas con otros autores que abordan algún aspecto de la vida de García Márquez, así como otros aspectos literarios y periodísticos. ¿Por qué incluir estas entrevistas?

 

En la primera parte del libro me propuse explorar los misterios creativos de García Márquez para comprender mejor el modo en que funcionaba su imaginación y su pensamiento político en relación con su vida. La segunda parte, integrada por las entrevistas que le hice a destacados contadores de historias de Iberoamérica, tiene la intención de mostrar a García Márquez como una inspiración para el nacimiento de otros proyectos artísticos. Es la parte del legado, la prueba de que Macondo se hereda y se transforma en el sueño creativo de nuevos artistas y narradores.

 

Cuando se habla de un ‘genio’ como G.G.M., se antepone, a la obra, la leyenda prefabricada sobre su vida. En los análisis literarios y notas periodísticas también sucede: lo anecdótico prevalece sobre el acercamiento a lo escrito. ¿Estás de acuerdo? ¿Cómo crees que eso afecta la lectura de un autor tan importante?

 

Creo que las anécdotas son muy útiles para entender el proceso creativo de un autor, sobre todo si están relacionadas con los hábitos de escritura y las obsesiones y miedos más profundos. Los libros de ficción, si son buenos, poseen un mundo cerrado y muy significativo que puede explicarse a sí mismo sin la necesidad de abordar los aspectos biográficos de quien los creó. Eso es innegable. Sin embargo, si el objetivo es explorar meticulosamente lo que suele llamarse la “carpintería narrativa” de un escritor, las anécdotas se vuelven elementos fundamentales. No todas, por supuesto. En mi libro solo menciono una anécdota cuando me permite construir relaciones significativas en torno a la obra de García Márquez. Esa es mi metodología de trabajo: la anécdota como gancho circunstancial para poder elaborar un análisis más profundo. Hay un texto dentro de mi libro en el que menciono la receta favorita de García Márquez para freír un pescado: ese dato, que parece banal, me sirve luego para hablar de los pescados que aparecen en los cuentos y novelas de Gabo como puntos de inflexión en la trama de la historia, recursos literarios que advierten que algo morirá o cambiará drásticamente.   

 

Este año se cumplen 40 años de la publicación de El amor en los tiempos del cólera. Has dicho que, a diferencia de Cien años de soledad, en el que el pueblo de Macondo desaparece, en aquella novela triunfa el amor y la vida… 

 

Sí. Esa es una novela en la que García Márquez ensaya otra visión del mundo: la de un eros infatigable que no cae derrotado frente a la muerte. Florentino Ariza nunca se rinde y su aventura amorosa con Fermina Daza dura “toda la vida”, al menos ante los ojos del lector. Esta es una premisa que ya había sido anunciada tres años antes, en el discurso de recepción del Premio Nobel: “Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”. El narrador de la novela menciona una frase similar en las últimas páginas: “Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites”. El amor que es incapaz de sentir el coronel Aureliano Buendía, lo siente desaforadamente Florentino Ariza.

 

¿Lees las otras discusiones y obras sobre García Márquez? ¿Qué te parecen?

 

Únicamente leo las que parecen bien documentadas o parten de enfoques creativos y sin prejuicios. Al margen de textos ineludibles como las biografías de Gerald Martin o Dasso Saldívar, si tuviera que recordar alguna investigación más reciente, mencionaría los aportes de Álvaro Santana Acuña sobre la transformación de García Márquez en un clásico global o las crónicas de Xavi Ayén en torno a los autores más emblemáticos del boom latinoamericano.

 

Detrás de este libro hay un trabajo indispensable con los archivos sobre García Márquez de la Fundación Gabo. ¿Qué tuviste en cuenta al acercarte a esos documentos y darles relieve desde el periodismo cultural?

 

Lo que más valoro del archivo de la Fundación Gabo es el compendio de entrevistas que concedió García Márquez durante toda su vida. Superan las doscientas. De ahí extraigo declaraciones y anécdotas poco exploradas por los investigadores y las convierto en la piedra angular de muchos de mis textos. Por ejemplo, cuando leí que alguna vez García Márquez le contó a un primo que se consideraba “un diccionarero” porque su pasatiempo era confrontar las definiciones de los diccionarios, construí una crónica en donde comparé este hobby con las peleas de gallos y desarrollé una historia de las relaciones de Gabo con la gramática de la lengua española. Cuando leí que Roger Caillois rechazó editar El coronel no tiene quien le escriba en Gallimard –algo que le comunicó al autor en una carta–, escribí un capítulo sobre los editores que despreciaron el trabajo literario de García Márquez con cartas demoledoras y lo anexé a un artículo más extenso sobre el papel fundamental de la comunicación epistolar en la vida y obra del escritor. Pesco en el océano de entrevistas estos datos curiosos y trato de dignificarlos con una investigación y una narración impecables.

 

En 2024 recibiste un premio de poesía de la Casa Silva por un poema. También tienes una novela inédita. ¿De qué escribes cuando no escribes de García Márquez?

 

Escribo poemas, cuentos y novelas. Soy un enfermo de la literatura. Hay temas que no me dejan en paz mientras no los meta en un documento de Microsoft Word. Uno de ellos es la orfandad del ser humano ante la grandeza de un mundo que no entiende ni cuida. En medio de ese desamparo hay una belleza casi inexplicable e incluso momentos de profunda alegría. De eso escribo, y de otras vainas más… Estoy en una etapa de mi vida en que las historias y los versos me salen a borbotones como si fueran pájaros o conejos que se escaparan de mis bolsillos.

 

¿Tienes un texto favorito de García Márquez? ¿Cuál?

 

Esa preferencia cambia todos los meses. En este instante pienso en “El último viaje del buque fantasma”, uno de los siete cuentos que integran La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, y con el cual García Márquez probó el estilo que usaría para El otoño del patriarca. Es la historia de un huérfano del Caribe que habla de un trasatlántico espectral en el que nadie cree. Él hace todo lo posible para demostrar su existencia, hasta que una noche logra que el buque encalle frente a su pueblo y sorprende a los habitantes con aquel milagro de otro mundo. Eso me recuerda mucho a la vida de los escritores. Las personas del ámbito de la literatura repetimos una y otra vez la frase de aquel personaje resentido por la incredulidad de la gente: “ahora van a ver quién soy yo”, y tratamos de estrellar un barco fantasmagórico contra el corazón de los lectores. 

 

¿Hay otro ‘rostro’ de García Márquez del que te gustaría escribir? 

 

El García Márquez cineasta, la amistad con Woody Allen y la admiración que le tenía a Akira Kurosawa. Podría hacer un libro solo con eso.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que quiera explorar la obra de García Márquez?

 

Que jamás lo subestime. Los autores como García Márquez, cuyos universos narrativos son tan contundentes, no dejan nada al azar. Cada palabra, personaje, acción o paisaje están puestos en la historia por una razón. García Márquez no jugaba a los dados cuando escribía; las costuras de su trabajo literario implican símbolos deliberados y es un deber del buen lector darse cuenta de ello. No existen los golpes de inspiración en aquellos mundos tan fríamente calculados.

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