Los participantes de Cronicando conversaron con el escritor y columnista colombiano durante el Hay Festival 2019.
Entrevista realizada por José Luis Guzmán (14 años), Michael Casarrubia (14 años) y José David Rojas, participantes de Cronicando, el primer taller del Centro Gabo de la FNPI -Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano dirigido a niños y jóvenes del Barrio Nelson Mandela, realizado en alianza con la Fundación TenarisTuboCaribe. Este fue uno de los 6 contenidos producidos por los participantes en su primer ejercicio de reportería durante un evento masivo, en el Hay Festival 2019.
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Casi siempre mis libros, tanto los infantiles como los de adultos, parten de experiencias reales, sean recuerdos propios o bien cosas que me cuentan mis amigos. A partir de allí comienza una elaboración de ficción, van apareciendo cosas que no son reales, ideas que se me vienen a la cabeza. En este caso, partí de una historia real que tiene por protagonistas a mi madre y a mi hija, aunque ninguna de ellas se llama Cecilia como sucede en el cuento. También es real la muerte de un padre-bisabuelo, pero su nombre no fue Alberto y no fue aviador sino ingeniero. Me pareció más poético y más evocador poner a un aviador que se pierde en la selva y que no se sabe si está muerto o no. Un padre-bisabuelo desaparecido, volando sobre la selva y que puede llegar en cualquier momento, era más bonito en un cuento que un ingeniero que se mata en una carretera.
Las experiencias más difíciles que uno tiene en la vida casi siempre tienen que ver con la muerte de alguien o con el abandono de alguien que uno quiere mucho. A los 13 años perdí a mi hermana, que se murió de cáncer cuando ella tenía 15. A los 15 años se suicidó mi mejor amigo, cuando él tenía 17. A mi papá lo mataron los paramilitares, entonces yo tenía 28 años.
El niño vuela con más ingenuidad, con más libertad, mientras que el adulto puede llegar a ser más profundo y, quizás, entender detalles en los que el niño todavía no ha reparado.
A mí no me gusta mucho hacer libros como con una tesis, yo escribo historias. La igualdad es un objetivo que no hemos alcanzado todavía pero que no deberíamos dejar de intentar en cada momento y en cada situación. Si hablamos, por caso, de igualdad de género, creo que hombres y mujeres no somos exactamente iguales, tenemos una biología distinta, pero sí debemos tener igualdad de derechos, igualdad de oportunidades, igualdad de respetos.
A lo mejor en una historia mía los lectores podrían notar la injusticia que hay cuando no existe igualdad de género o cuando hay violencia de género, pero creo que no partiría de esa premisa. La literatura, como yo la entiendo, es más una descripción de hechos que un intento por demostrar ideas.
Quisiera que les ocurra lo que me a mí me pasa como escritor cuando me salgo de mí mismo y me pongo en el papel o en la perspectiva de otras personas. Yo soy un hombre colombiano, de 60 años, con determinadas características físicas y culturales. Al escribir puedo ser una mujer africana o un hombre judío, un anciano japonés o un niño noruego. La escritura y la lectura nos dan la capacidad de salirnos de nosotros mismos y de ponernos en situaciones de otros. Eso nos mejora como personas.
Creo que sí. A quien lea y disfrute del cuento, lo estoy invitando a pensar y escoger en la vida su propia bolita plateada. Recién se me acercó alguien y me dijo: “La bolita plateada mía es que mi mamá me enseñó a hacer bollo limpio y el bollo limpio que yo sé hacer, que es una especie de bolita amasada, es un tesoro que yo tengo y que voy a tener pa´ toda la vida”. La bolita plateada de cada uno es algún talento, algún sentimiento, algún valor que nos importa mucho y como que siempre, aun en las circunstancias más difíciles, nos hará seguir intentando la belleza.
Cronicando, el primer taller del Centro Gabo de la FNPI – Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, se inició en 2016 con un primer grupo de 35 niños y jóvenes del barrio Nelson Mandela de Cartagena. Más de 150 niños se han visto beneficiados por el programa, que ha tenido tres ediciones en total.
En las dos primeras ediciones de Cronicando Nelson Mandela el énfasis estuvo en el periodismo escrito; entre los productos periodísticos realizados por los jóvenes reporteros se destaca un periódico mural y la realización del periódico Voces del Barrio, en el que los participantes contaron historias de su comunidad, investigadas y escritas por ellos mismos. En total se distribuyeron 2.000 ejemplares en diferentes sectores del barrio beneficiado.
En la tercera edición, los participantes trabajaron en torno al periodismo radial y produjeron una serie de reportajes radiofónicos en los que pusieron en práctica aspectos del periodismo como la investigación, el manejo de las fuentes, la narrativa y la ética periodística.
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