Por el trabajo de mi padre casi nunca estaba en casa. Un día llegó con un regalo; un libro Doce Cuentos Peregrinos, y me dijo: lo leeremos juntos.
Primero me pareció algo raro. Pero luego, con el pasar de las noches, me di cuenta que fue una maravillosa idea. Cada noche compartíamos aunque fuera por llamadas la meta de páginas que nos poníamos para el día a día, lo que habíamos entendido y lo que no, lo que habíamos percibido y sentido.
Cuando llegamos a "La luz es como el agua" nos detuvimos ante la magia y la maravilla que envolvía este cuento. El hecho de reflejar la infancia, la inocencia y demás virtudes de los niños que se reflejaban en el escrito pero también en cada palabra escrita por el genio Gabito. Gracias a este cuento empecé a amar la literatura, empecé a admirar a Gabo y empecé a compartir más que tiempo con mi padre.
Esta experiencia se ha visto reflejada a lo largo de mi vida, en este momento dentro de profesión como docente de literatura leo este cuento a mis estudiantes cada vez que tengo la oportunidad aprovechando su etapa de niñez para que con ello también lean a García Márquez y trasmitan su obra a todo el que puedan.
La literatura de nuestro nobel se presta para todo; incluso para unir familias.
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