Portada de El otoño del patriarca, Editorial Sudamericana
Lectura

Tres cuentos de García Márquez que te ayudarán a leer El otoño del patriarca

Tres relatos que te acercarán al tono narrativo de una de las novelas más complejas de Gabriel García Márquez.

Redacción Centro Gabo

Se dice que El otoño del patriarca es la novela de Gabriel García Márquez que más retos les plantea a sus lectores: su estructura de seis capítulos sin párrafos, de voces yuxtapuestas, enumeraciones reiterativas y saltos en el tiempo le otorgan a la historia del dictador del Caribe una densidad poética que a muchos les cuesta entender. Para García Márquez también fue difícil escribirla, pues estaba empeñado en hacer una novela con un tono distinto al de Cien años de soledad.

Encontrar ese tono supuso un trabajo arduo. En un artículo para la Revista Cambio publicado el 24 de julio del año 2000, Gabo confiesa que por la época en la que intentaba escribir El otoño del patriarca todas sus palabras surgían, de forma involuntaria, con la misma fórmula narrativa con la que había hecho la saga de Macondo. De persistir en ese estilo, el mundo del “dictador eterno” se habría desarrollado en “no menos de dos mil páginas de rollos indigestos e inútiles”. Fue así como el autor colombiano comenzó experimentando con otras formas de escritura, hasta que finalmente dio con una “prosa comprimida” que le ayudaría a terminar El otoño del patriarca.

Sin embargo, antes de darle cuerpo a su novela, Gabo ensayó ese nuevo estilo en varios cuentos suyos que salieron publicados en 1972, en el libro La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. El otoño del patriarca sería editado tres años después, en 1975, sorprendiendo a los lectores de todo el mundo con una forma narrativa completamente distinta a la de las obras anteriores de Gabo.

Compartimos contigo tres cuentos que precedieron en la forma y el contenido a la concepción de El otoño del patriarca, y que podrían serte útiles para tantear el terreno estético de la historia del dictador del Caribe antes de leerla:

 

1. Blacamán el bueno vendedor de milagros

 

Previo a su inclusión en el libro La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, “Blacamán el bueno vendedor de milagros” fue publicado en 1968 por la Revista de la Universidad de México. Allí Gabo relata la historia de Blacamán, el bueno, un aprendiz de un brujo, embaucador y curandero que a través del castigo corporal adquiere poderes sobrenaturales que le sirven para realizar milagros.

Este cuento traza el punto de partida del tono con el que se narrará El otoño del patriarca. Basta con advertir su trama contada en pocos y extensos párrafos, ricos en descripciones secuenciales y carentes de demasiados símbolos de puntuación, apenas con los puntos y comas necesarios para darle un descanso a la respiración del lector. Las voces de los narradores suelen cambiar de forma violenta de una palabra a otra y el Caribe surge como escenario principal de la historia.

 

...no estaba tratando de vender nada de aquella cochambre de indios sino pidiendo que le llevaran una culebra de verdad para demostrar en carne propia un contraveneno de su invención, el único infalible, señoras y señores, contra las picaduras de serpientes, tarántulas y escolopendras, y toda clase de mamíferos ponzoñosos. Alguien que parecía muy impresionado por su determinación consiguió nadie supo dónde y le llevó dentro de un frasco una mapaná de las peores, de esas que empiezan por envenenar la respiración, y él la destapó con tantas ganas que todos creímos que se la iba a comer, pero no bien se sintió libre el animal saltó fuera del frasco y le dio un tijeretazo en el cuello que ahí mismo lo dejó sin aire para la oratoria, y apenas tuvo tiempo de tomarse el antídoto cuando el dispensario de pacotilla se derrumbó sobre la muchedumbre y él quedó revolcándose en el suelo con el enorme cuerpo desbaratado como si no tuviera nada por dentro, pero sin dejarse de reír con todos sus dientes de oro.

 

2. El último viaje del buque fantasma

 

Publicado por primera vez en septiembre de 1971, “El último viaje del buque fantasma” cuenta la historia de una persona en un pueblo del Caribe que cada año, durante una madrugada de marzo, ve pasar por la bahía un trasatlántico fantasmal. Como los habitantes no le creen, este personaje se empeñará en guiar al buque hasta las orillas del pueblo.

Este cuento es, tal vez, el que posee una técnica narrativa más similar a la de El otoño del patriarca. No está divido en párrafos sino que está escrito como un solo texto compacto, las voces de los narradores también se yuxtaponen entre sí y los signos de puntuación escasean para darle fluidez al relato.

Una curiosidad: en una entrevista de marzo de 1981 concedida a la Gaceta de Colcultura, García Márquez afirmó que el nombre del buque fantasma, “halalcsillag”, es una palabra húngara que significa “estrella de la muerte”. El escritor agregó que había escogido ese idioma porque provenía de una región sin mar.

 

…pensó, me dormí contando las estrellas y soñé con ese barco enorme, claro, quedó tan convencido que no se lo contó a nadie ni volvió a acordarse de la visión hasta la misma noche del marzo siguiente, cuando andaba buscando celajes de delfines en el mar y lo que encontró fue el trasatlántico ilusorio, sombrío, intermitente, con el mismo destino equivocado de la primera vez, sólo que él estaba entonces tan seguro de estar despierto que corrió a contárselo a su madre, y ella pasó tres semanas gimiendo de desilusión, porque se te está pudriendo el seso de tanto andar al revés, durmiendo de día y aventurando de noche como la gente de mala vida, y como tuvo que ir a la ciudad por esos días en busca de algo cómodo en que sentarse a pensar en el marido muerto, pues a su mecedor se le habían gastado las balanzas en once años de viudez, aprovechó la ocasión para pedirle al hombre del bote que se fuera por los arrecifes de modo que el hijo pudiera ver lo que en efecto vio en la vidriera del mar, los amores de las mantarayas en primaveras de esponjas, los pargos rosados y las corvinas azules zambulléndose en los pozos de aguas más tiernas que había dentro de las aguas, y hasta las cabelleras errantes de los ahogados de algún naufragio colonial, pero ni rastros de trasatlánticos hundidos ni qué niño muerto, y sin embargo, él siguió tan emperrado que su madre prometió acompañarlo en la vigilia del marzo próximo…

 

3. Los funerales de la Mamá Grande

 

Bastante anterior a “Blacamán el bueno vendedor de milagros” y a “El último viaje del buque fantasma”, el cuento “Los funerales de la Mamá Grande” se escribió a finales de 1959 y fue publicado dentro de un libro de cuentos homónimo en 1962 por la editorial de la Universidad Veracruzana. Relata la historia de María del Rosario Castañeda y Montero, mejor conocida como la Mamá Grande, una matriarca absoluta del reino de Macondo que vivió 92 años y a cuyos funerales asistieron todas las personalidades y símbolos concebibles de la época.

Como el dictador de El otoño del patriarca, la Mamá Grande es una figura despótica del Caribe, casi eterna, poseedora de un patrimonio físico descomunal y de un “patrimonio invisible” extravagante que la hace dueña de la moral cristiana, los colores de la bandera, la carestía de la vida, el peligro comunista, los mensajes de adhesión y los discursos trascendentales.

Si bien es cierto que el estilo narrativo que usa García Márquez en este texto está más cerca de Cien años de soledad que de El otoño del patriarca, también es cierto que, por momentos, las extensas enumeraciones de quienes asisten a los funerales, junto a sus acciones y oficios, adquieren el tono reiterativo que Gabo usará en su novela del dictador. No es casual que después de la publicación de Los funerales de la Mamá Grande, el escritor colombiano haya decidido retomar –sin mucho éxito– la escritura de El otoño del patriarca.

 

Ahora que la nación sacudida en sus entrañas ha recobrado el equilibrio; ahora que los gaiteros de San Jacinto, los contrabandistas de la Guajira, los arroceros del Sinú, las prostitutas de Guacamayal, los hechiceros de la Sierpe y los bananeros de Aracataca han colgado sus toldos para restablecerse de la extenuante vigilia, y que han recuperado la serenidad y vuelto a tomar posesión de sus estados el presidente de la República y sus ministros y todos aquellos que representaron al poder público y a las potencias sobrenaturales en la más espléndida ocasión funeraria que registren los anales históricos; ahora que el Sumo Pontífice ha subido a los Cielos en cuerpo y alma, y que es imposible transitar en Macondo a causa de las botellas vacías, las colillas de cigarrillos, los huesos roídos, las latas y trapos y excrementos que dejó la muchedumbre que vino al entierro, ahora es la hora de recostar un taburete a la puerta de la calle y empezar a contar desde el principio los pormenores de esta conmoción nacional, antes de que tengan tiempo de llegar los historiadores.

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