Mi familia materna es de Santa Marta, Colombia. Mi abuela Gilma Dolores (hoy difunta) tuvo seis hijos. Entre ellos, mi tía Lilia Esther, o como le llamo yo “Lili”; o como le llaman sus nietos, “Bella”. En fin, mi tía Lili conoció a quien fuera mi tío Gustavo.
Mi tía Lili y mi tío Gustavo viajaban muy seguido por la Costa que menciona la canción: “Santa Marta, Barranquilla y Cartagena…”. Fue con ellos que tuve la dicha de pasar mis inolvidables vacaciones en ese lugar mágico y de conocer a mucha gente, sobre todo integrantes de la familia de mi tío Gustavo. Ellos eran como nueve hermanos, si mal no recuerdo, más Niña Luisa, su mamá.
Y es que mi tío Gustavo (hoy también difunto) era Gustavo García Márquez. Sí, era uno de los hermanos de Gabito. Y gracias a él, a mi tío, tuve la oportunidad de conocer a quien recién ganaba el Premio Nobel de Literatura (año 1982). Recuerdo que era una locura cuando llegaba ese señor, era la sensación del momento. Estar cerca de él, tan sólo conocerlo, parecía algo increíble (me refiero a la reacción de los adultos, pues yo apenas tenía pocos años de edad).
Esa reacción la observé durante los años que pudimos coincidir. No era para menos. Se trataba de Gabriel García Márquez, el Nobel. No lamento haberlo conocido cuando apenas era una niña, pero sí que no tuve el conocimiento suficiente sobre quién tenía en frente, de haberlo tenido seguro esta historia sería diferente.
Son varios los cuentos que tengo sobre mis oportunidades de compartir con los García Márquez, pero apenas les traigo este pedacito a propósito del 91° aniversario del nacimiento de Gabito, hoy 6 de marzo.
En la foto, él y yo (la tomó Luis Enrique, otro de sus hermanos, en 1986). ¡Gracias Lili, gracias tío!
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