El papel que desempeñó la reconocida actriz griega en una obra de Gabriel García Márquez.
A principios de la década de los ochenta, cuando el director de cine brasileño Ruy Guerra y el escritor colombiano Gabriel García Márquez convinieron llevar a la pantalla “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”, el único desacuerdo que tuvieron fue la elección de la actriz que interpretaría a la abuela proxeneta. García Márquez quería que ese papel lo desempeñara Simone Signoret, la experimentada actriz francesa que en 1960 había ganado un Óscar por su actuación en Room at the Top (Un lugar en la cumbre). Gabo hizo todo lo posible para convencerla en distintas ocasiones. Sin embargo, Signoret rechazó el ofrecimiento en cada una de ellas. “Su argumento fue siempre el mismo y muy respetable: al cabo de una carrera larga y brillante, ella había conseguido imponer la misma imagen que tiene en la realidad, y no quería malograrla con la encarnación de un personaje desalmado”, comentó el novelista en una columna publicada en El País de España el 2 de noviembre de 1982.
Agotada la opción de Signoret, sólo quedaba la que proponía Ruy Guerra: Irene Papas. García Márquez la había conocido en Roma y se había llevado la impresión de una mujer muy bien dotada para la carrera cinematográfica. No obstante, él tenía sus reservas. Según confesó a la revista Lui en una entrevista concedida en noviembre de 1986, la actriz griega era una mujer talentosa pero incompatible con la anciana grotesca que él había creado, y en eso consistía todo su alegato contra la propuesta de Ruy Guerra. “Irene es efectivamente una gran actriz, pero no correspondía, de ninguna manera, a la abuela tal como la imaginaba”, le dijo al periodista Jean-Pierre Richard. “Es mucho más joven y no tiene el volumen de ese personaje repleto de grasa que describo. Pensaba que ese físico monstruoso hacía parte del carácter del personaje. Los dos me convencieron de que lo que la abuela perdía en peso lo ganaba en actuación… sabía que si me empeñaba en querer encontrar a mi abuela idealmente monstruosa la película no se haría”. Aclaró, eso sí, que el resultado final fue satisfactorio. “Ahora que he visto la película, no me arrepiento de haberme dejado influenciar”, dijo. “Es otra especie de monstruo, pero es igualmente terrorífica a la mía… ¡En otro estilo!”
Eréndira fue una coproducción internacional entre México, Francia y Alemania, y se filmó en San Luis de Potosí, Veracruz y Zacatecas. El guion cinematográfico fue concebido por García Márquez en 1968 -mucho antes que su versión literaria-, fruto de una experiencia real que su autor había vivido durante una noche de parranda en un pueblo de la Guajira (Colombia).
Durante el rodaje, en octubre de 1982, Irene Papas le pidió a Gabo que le inventara un nombre a la abuela desalmada, pues no podía meterse en el papel mientras no tuviera uno (“Si no tiene un nombre no lograré sentir que soy yo”, le dijo). El gran problema era que García Márquez nunca había encontrado el nombre perfecto para la “ballena blanca” de su relato, como tampoco lo había encontrado para el viejo coronel de El coronel no tiene quien le escriba y para el dictador de El otoño del patriarca. Si en aquel momento él bautizaba apresuradamente a su abuela desalmada, le advirtió a la actriz, se corría el riesgo de que se volviera un personaje distinto. “Irene Papas decidió entonces ponerle al personaje un nombre secreto, sólo para ella, para poder evocarlo y meterse con facilidad dentro de su pellejo. Me prometió no decirlo nunca, y si alguna vez lo dice, espero no conocerlo”, escribió García Márquez en una columna titulada “La cándida Eréndira y su abuela Irene Papas”.
Ese extraño método pareció surtir efecto. Al menos en el escritor. “Cuando vi a Irene Papas metida en su pellejo de abuela, confirmé lo que había pensado en Roma: era demasiado joven y esbelta para el personaje inventado por mí”, afirmó en la mencionada columna de El País de España. “Pero, en cambio, me bastó ese mismo golpe de vista para descubrir -no sin cierta vergüenza de mí mismo- que era idéntica a aquella abuela desalmada de la realidad que conocí hace tantos años en una noche de parranda del Caribe”.
Algunos años después, en 1987, Irene Papas volvió a interpretar a un personaje de García Márquez: Pura Vicario, la madre de Ángela Vicario en la adaptación cinematográfica de Crónica de una muerte anunciada, dirigida por Francesco Rossi. Esa vez no fue necesario que bautizara en secreto al personaje, pues tuvo la fortuna de que al escritor colombiano sí se le había ocurrido un nombre.
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