Dos cuentos cortos atribuidos equivocadamente a Gabriel García Márquez.
Con mucha frecuencia sucede que a un escritor le atribuyan textos que jamás ha escrito cuando su obra alcanza cierto prestigio y fama internacional. De esa forma los relatos apócrifos se diseminan por el mundo, aprovechando el impulso que les da la reputación de la obra narrativa auténtica.
Gabriel García Márquez es una víctima recurrente de estos bulos literarios. Al escritor colombiano le han adjudicado cartas de despedida, parábolas melodramáticas, monólogos de marionetas y hasta manuales para sobrellevar la cuarentena durante una epidemia (Le puede interesar: Gabriel García Márquez en los tiempos de la desinformación: los textos apócrifos de un Premio Nobel).
En la inmensa selva informativa del internet también abundan los microrrelatos y cuentos firmados por el autor de Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, pero que en realidad pertenecen a otras personas. En el Centro Gabo hemos identificado a dos de ellos para que no caigas en la desinformación. Los compartimos contigo:
Uno de los textos breves más difundidos bajo el nombre de García Márquez. Sin embargo, la trama del criado que no puede escapar a la muerte es más antigua que el escritor colombiano. Su origen se remonta a las narraciones del Talmud y del sufismo. Antes de García Márquez, este microrrelato fue enunciado por el sufí Fudail ibn Iyad en una obra titulada Hikayat-I-Naqshia (“Cuentos formados según una intención”). Le siguieron otros autores como Yalal ad-din Rumi, Abdallah ibn Omar Beidhavi, William Somerset Maugham y Pieter Nicolaas van Eyck. La versión más célebre extendida en Occidente tal vez sea la de Jean Cocteau en su novela Le Grand écart publicada en 1923.
La equívoca atribución de la historia a García Márquez se debe a que el escritor colombiano la mencionó en uno de sus talleres de cine para referirse a “historias de quince minutos que se pueden contar[en televisión] más rápidamente”, y que luego fue incluida en el libro Cómo se cuenta un cuento (1995) de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. A partir de ese momento, empezó a circular como si él fuera su autor.
El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
-Señor -dice- he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra a la Muerte en el mercado.
-Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza -dice.
-No era de amenaza -responde la Muerte- sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo que recogerlo allá.
Se trata del argumento de un guion cinematográfico escrito por la cineasta mexicana Consuelo Garrido. Su título original era “Ladrón de noche”, pero cambió a “Ladrón de sábado” por sugerencia de García Márquez durante uno de sus talleres de narración en México.
La historia fue llevada a la televisión en 1991 como parte de la serie Con el amor no se juega, una producción integrada por tres cortometrajes de menos de media hora (“Ladrón de sábado”, “El espejo de dos lunas” y “Contigo en la distancia”). El guion final sí fue coescrito por Consuelo Garrido y García Márquez.
“‘Ladrón de sábado’ me gusta porque, aunque no parece un guion muy original, lo es: no recuerdo haber leído antes esa historia, ni haberla visto nunca”, comentó Gabo en Cómo se cuenta un cuento. “Uno se imagina lo que va a pasar pero no importa, porque está bien contada. Está contada en el tono que requiere la historia”.
El relato que suele encontrarse en internet es el argumento general redactado por Garrido:
Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.
A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.
A la mañana siguiente Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a sentir una extraña felicidad.
En esos momentos una amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón, baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida. Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.
Para entonces ya se les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos, que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.
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