Cuando García Márquez fue retratado por Oswaldo Guayasamín

Una mañana de noviembre de 1987 en La Habana, Cuba, Gabriel García Márquez y Oswaldo Guayasamín se encontraron para hacer un retrato. El escritor colombiano sería la persona retratada y el pintor ecuatoriano el encargado de inmortalizar su rostro en el lienzo. Durante sesenta minutos y frente a varias cámaras de video, Gabo posó inmóvil, vestido con una guayabera blanca y cargando sobre la cabeza el peso de sus sesenta años.

– Si te cansas, me avisas –le dijo Guayasamín.

– Yo estoy cansado desde el primer momento –respondió el escritor con esa ironía que siempre adoptaba cuando sabía que lo estaban grabando. Era un hombre tímido y así se defendía.

Mientras tanto, Guayasamín pintaba. Usaba tonos cálidos, presentes en la vida del trópico. García Márquez, que desde su posición no podía observar el cuadro, se dio cuenta de ello al ver los colores en la paleta del pintor. Guayasamín  le contó entonces los motivos de aquella elección cromática.

– Hay un dominante de verdes de tu tierra –le dijo–. Estoy haciendo algo muy caluroso, muy selvático en cierta manera.

Al final, tras una hora de arduo trabajo, el artista ecuatoriano invitó a García Márquez a contemplar su propio retrato. “No se parece”, comentó el mismo Guayasamín. “No está en tu rostro la ternura. Estás un poquito mayor de edad, pero ya vas a llegar allí”. Casi fueron las palabras que usó Pablo Picasso cuando hizo su célebre retrato a Gertrude Stein.

– No se parece a mí –le había dicho Stein.

– No se parece –respondió Picasso–, pero lo hará.

En el Centro Gabo compartimos contigo la grabación de este momento entre dos grandes artistas latinoamericanos. Contó con la realización de Pocho Álvarez en conjunto con la Fundación Guayasamín y está ambientado con extractos de composiciones de Erik Satie.