Redacción Centro Gabo
Mar, 06/16/2020 - 20:59
Cien años de soledad, la emblemática novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, cumple en 2020 cincuenta y tres años de haber sido publicada por primera vez. La Editorial Sudamericana la terminó de imprimir en sus talleres de Buenos Aires el 30 de mayo de 1967 y la distribuyó en librerías seis días después, el 5 de junio. A partir de ese momento, la saga de la familia Buendía en Macondo cautivó a lectores, críticos y escritores en toda América Latina.
Algunos de ellos, como Carlos Fuentes, no dudaron en considerarla una especie de Quijote latinoamericano. “Un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar el mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas (…) ¡Qué prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario!”, le escribió el autor mexicano a Julio Cortázar poco después de leer el manuscrito de la novela.
En el Centro Gabo hemos destacado diez datos curiosos que tal vez no sabes de Cien años de soledad, una obra que cambió para siempre la literatura latinoamericana del siglo XX. Los compartimos contigo:
Con el visto bueno de García Márquez, la Editorial Sudamericana le había encargado el diseño de la portada de la novela al pintor español Vicente Rojo. Sin embargo, este diseño no estuvo listo a tiempo para cuando iba a imprimirse la primera edición, por lo que el encargo recayó sobre Iris Pagano, una diseñadora de la casa que improvisó un galeón español flotando en una selva azulada sobre tres flores amarillas. El diseño de Rojo fue utilizado en la segunda, tercera y cuarta edición.
En un principio la Editorial Sudamericana tenía pensado publicar Cien años de soledad con un tiraje de 3000 ejemplares. No obstante, esta cifra se elevó a 5000 cuando Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar le transmitieron a Paco Porrúa, el editor, sus impresiones positivas sobre la novela. Sería el mismo Porrúa quien, en el momento decisivo, ordenaría aumentar el tiraje a 7940 ejemplares, un número extraordinario para un escritor que todavía no alcanzaba la fama.
La Editorial Sudamericana esperaba vender estos 7940 libros en seis meses. No se imaginaron que, en su primer año, se venderían 25.000.
En 1985, en una entrevista concedida a la revista cubana Opina, el escritor reveló que una de las mayores inspiraciones para lograr el tono narrativo de Cien años de soledad fueron los juglares de música vallenata que recorrían los pueblos del Caribe colombiano contando al ritmo del acordeón los sucesos más recientes de la región.
“El hecho de que sean canciones que cuentan hechos reales me dio la idea de Cien años de soledad”, afirmó Gabo. “¿Qué es Cien años de soledad? Pues, no es más que un vallenato de 450 páginas, realmente eso. Lo que hice con mi instrumento literario es lo mismo que hacen los autores de vallenato con sus instrumentos musicales. Solo que yo lo hice con unas posibilidades literarias más evolucionadas, porque una novela es un producto más culturalizado, pero el origen es el mismo”.
En una carta fechada el 22 de julio de 1966, García Márquez le escribió a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza que Cien años de soledad iba a titularse La Casa, un nombre que el escritor había pensado desde que tenía diecisiete años. Esto cambió cuando Gabo se dio cuenta de que todo cuanto ocurría en su historia desbordaba los límites de la casa de los Buendía y se extendía por todo el pueblo (Macondo).
“En realidad, Cien años de soledad fue la primera novela que traté de escribir, a los 17, y con el título La Casa, y que abandoné al poco tiempo porque me quedaba demasiado grande” dijo el escritor en la mencionada carta. “Desde entonces no dejé de pensar en ella, de tratar de verla mentalmente, de buscar la forma más eficaz de contarla, y puedo decir que el primer párrafo no tiene una coma más ni una coma menos que el primer párrafo escrito hace veinte años”.
En su biografía sobre el Nobel de literatura colombiano, Una vida, Gerald Martin relata que durante la escritura de Cien años de soledad, la familia García Barcha empeñó casi todas sus pertenencias a la espera de que Gabo pusiera el punto final a su novela. Vendieron el automóvil, el televisor, la nevera, la radio y las joyas de Mercedes Barcha. Conservaron, eso sí, el tocadiscos, y con él los Preludios de Claude Debussy, los conciertos para piano de Béla Bartók y el álbum Hard Day’s Night de The Beatles. En sus pausas activas, Gabo escuchaba una y otra vez estas composiciones.
Gabo dedicó su libro a María Luisa Elío y Jomí García Ascot, una pareja de esposos que solía visitar a la familia García Barcha en México por los días en que el escritor colombiano había renunciado a sus trabajos para encerrarse a escribir Cien años de soledad. Los García Elío llevaban comida, daban algo de dinero y en ocasiones cuidaban a los hijos del novelista. También tenían un amplio conocimiento sobre ocultismo y hechicería que compartieron con Gabo.
Se dice que una noche de septiembre de 1965, durante una reunión de amigos en la casa del poeta Álvaro Mutis, García Márquez contó todas las historias de su nueva novela y que sólo María Luisa Elío lo escuchó por largas horas hasta el final. Esa vez, el escritor prometió que le dedicaría el libro.
Poco antes de que la Editorial Sudamericana publicara el libro completo, García Márquez fue publicando fragmentos y capítulos en periódicos y revistas reconocidas del mundo literario. De esa forma podía forjarse una idea de la recepción que estaba teniendo su obra y los cambios que podía hacerle a la edición final. Fue así como el 1 de mayo de 1966 el Magazín Dominical de El Espectador publicó el primer capítulo y la revista Mundo Nuevo de París publicó el segundo capítulo (agosto de 1966). Otros medios como Amaru (Perú, enero de 1967), Diálogos (México, febrero de 1967) y Eco (Colombia, febrero de 1967) también publicaron fragmentos del libro.
En 1971, la Unión Soviética eliminó algunos pasajes de la traducción al ruso de Cien años de soledad por considerarlos obscenos. Eran, específicamente, las escenas donde había algún componente sexual. En resumidas cuentas, la primera versión rusa planteaba un mundo sin los desafueros fálicos de José Arcadio Buendía Iguarán.
En un documental de la RTVE sobre Carmen Balcells, uno de los hijos de Gabriel García Márquez, Rodrigo García Barcha, contó que en 1973 Cien años de soledad salió en unos anuncios televisivos de Comercial Mexicana, una cadena de supermercados. “Ellos hacían las ofertas de la semana”, dijo Rodrigo, “y por 5 pesos con 75 vendían el libro junto con periódicos, mangos y jamones”.
Una de las curiosidades más exquisitas de Cien años de soledad es la incorporación que la novela hace de personajes creados por otros autores reconocidos de América Latina. En la novela aparecen Lorenzo Gavilán, un personaje de La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes; Víctor Hughes, un personaje de El siglo de las luces de Alejo Carpentier, e incluso se nombra el cuarto donde murió Rocamadour en París, referencia directa a Rayuela de Julio Cortázar. Todo como si el autor colombiano hiciera un guiño a los escritores que, junto a él, cambiarían el panorama literario del continente.
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