Aracataca no es Macondo

La ilusión de conocer el lugar que vio nacer al Nobel solo era comparable con la de estar cerca al mundo más mágico de la historia, pero cuál infortunio para mí descubrir que estos lugares no eran ni han sido los mismos
Por:
Vanessa Cassiani Valdés

Un sol incandescente, una sonrisa tierna y serena, casas y calles pintorescas, nombres por doquier de las obras de Gabo plasmados en distintos negocios, aparatos tecnológicos por el lado que mires y gestos de compañía, ayuda y protección, nos recibieron al grupo del Seminario sobre la Obra de Gabriel García Márquez y a mí, en una Aracataca que demuestra resistencia a permanecer en el imaginario de tener casas polvorientas y apartadas del resto del mundo, tal y como se describe en 'Cien Años de Soledad'.

“Aracataca es el epicentro de Macondo”, nos diría Kike, nuestro guía turístico en la aventura de explorar el pueblo natal del único nobel de literatura colombiano. Pero al caminar por sus calles, ver a su gente y darme cuenta del uso o la concentración de la tecnología en el lugar, en mi mente solo podía sobresalir un pensamiento e impresión: Aracataca no es Macondo, ni quiere serlo, por más que muchos se empeñen en que eso sea así.

Poco o nada queda de las casas polvorientas que Gabo contaría. Aracataca paso detener casas de tablas y techos de zinc, a grandes viviendas de cemento. Así mismo, la alegría, humildad, empatía y colaboración mutua de la población y los lugares comunes y antiguos, dejan claro que Aracataca conserva rasgos macondianos, pero que no es Macondo.
Aracataca es un municipio del departamento del Magdalena, ubicada a 88 km de Santa Marta y a aproximadamente 147 km de Cartagena, reflejándose en 4 horas 37 minutos de distancia. Por otra parte, Aracataca es cuna del reconocido fotógrafo y caricaturista Leo Matiz Espinoza.

Macondo, Macondiano, Macondo estéreo, Mariposas amarillas, entre otros, son nombres de lugares comerciales dentro del pueblo. El modelo capitalista parece estar en pleno furor en la población. Sedes de bancos, billares con aires acondicionados, almacenes de cadena, de muebles y demás dan un aspecto moderno y ajeno a lo que se podría pensar de Aracataca, si nos seguimos por las nociones dadas en cada una de las obras de Gabo.

Con este ambiente estuvimos dos días en el pueblo. El hostal Casa Morelli, fue nuestro resguardo en Aracataca. Allí se respiraba un ambiente modernamente macondiano, pues no faltan los retratos de los personajes míticos de Gabo, sus frases y obras, y los relatos que nos contaba el propietario del hostal sobre la niñez y la vida de Gabo. Al despertar y antes de retirarnos a los cuartos, siempre hubo un elemento por destacar sobre nuestro viaje, el pueblo, el hostal o el nobel.

Llegamos a Aracataca en horas del mediodía y como era de comprender, nos dirigimos a almorzar. Patio Mágico fue el lugar escogido, por todo lo que encerraba o lo que nos dijeron que encerraba aquel lugar. Los que nos hablaron de él, comentaban que podíamos encontrar comidas típicas y un escenario “mágico”, característico del realismo mágico, propio del estilo de Gabo.

De manera desafortunada, para mí, porque para aquellos que me acompañaban el lugar fue acertado y cumplió las expectativas, descubrí que Patio Mágico, no era tan mágico. Vi imágenes antiguas de visitas de Gabo al restaurante, flores amarillas, elementos de decoración alusivos a diversas obras literarias, personas serviciales y un espacio amplio donde compartir y pasar un buen rato, pero nada fuera de lo común o que me produjera la sensación de estar en un escenario típico de Macondo.

Todas estas situaciones que se me presentaban a lo largo del día, se las adjudico al empeño de mi memoria de comparar y encontrar en Aracataca al Macondo que Gabo me presentaba no solo en 'Cien años de soledad', sino en cada nuevo lugar que describiría en sus otras obras más ilustres, como: 'El general no tiene quien le escriba', 'Del amor y otros demonios', 'El general en su laberinto' y 'Crónica de una muerte anunciada'. Vale la pena aclarar el hecho de que soy consciente que todas estas obras no se recrearon o pensaron en Aracataca.

En el recorrido con Kike por el pueblo, visitamos los lugares más emblemáticos donde los cataqueros, como se le conoce a todo aquel que haya nacido en Aracataca, pueden rememorar las grandes historias contadas y vividas por el nobel. El puente Los varados, conocido así porque ahí se reúnen quienes no tienen trabajo y quieren charlar o chismosear sobre diversos eventos o hechos; El Palacio municipal donde funciona el Consejo y la Personería; la Plaza Remedios la bella; la Plaza Simón Bolívar, que era el antiguo cementerio municipal, entre otros destinos que pudimos visitar.

Me agrado saber que el pueblo tiene un árbol llamado Macondo, que es semejante a la Ceiba, que no da flores ni frutos, pero puede alcanzar hasta 30 metros de altura y su madera sirve para hacer canoas.

Además, pudimos divisar la Iglesia San José, donde el Padre Francisco Angarita bautizo a Gabo, cuando el nobel tenía 3 años de edad, en el mes de Julio de 1930 y supimos gracias a Kike, que sus padrinos fueron Juan de Dios Márquez Iguaran (tío materno) y Francisca Simodosia Mejía (tía abuela materna) y que Gabo fue monaguillo en esa iglesia.

El origen de la palabra Macondo y el cómo llego a la mente de Gabo, fue otra sorpresa para mí. Kike nos explicó que el termino es de origen africano: “Macondo es un pueblo de África que queda en Angola. En el idioma bantú, significa banano. Y hay una finca en Guacamayal, municipio de zona bananera, que se llama Macondo y esa la vio Gabo, cuando él y su mama, venían a vender la casa de la familia aquí en Aracataca. Pero en un principio Gabo quería ponerle Barranquilla al pueblo y al ver ese nombre, le llamo la atención y decidió ponerle ese nombre al pueblo”.

La casa del telegrafista; la Casa-museo Gabriel García Márquez; la vivienda de Rosa Elena Ferguson, quien fundó y dirigió la escuela María Montessori en Aracataca y le enseño a escribir y a leer al nobel y el hogar su nana, fueron otros lugares que pudimos visitar.

Cuando llego el momento de nuestra partida hacia Cartagena, me di cuenta que mis expectativas no habían sido del todo defraudadas, ya que al final y como suele ocurrirme cuando se trata de Gabo, termine aprendiendo mucho más de la lógica mágica que Gabo maneja en sus escritos. Y acabe por convencerme que: “Las cosas tienen vida propia, solo es cuestión de despertarle el ánimo” como lo dijo Melquiades, en Cien años de soledad. Y si, todo es cuestión del ánimo que cada uno decida despertarle a cada cosa que se nos presenta en nuestro día a día.

Imagen
Like: 
2

©Fundación Gabo 2024 - Todos los derechos reservados.