Palabras pronunciadas en Cartagena el 18 de marzo de 1995 durante la primera actividad de la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano: el seminario sobre libertad de prensa y protección a los periodistas, organizado en asocio con el Committee to Protect Journalists de Nueva York (CPJ).
Temo que alguno de ustedes se pregunte qué tiene que ver una escuela de periodismo empírico con los nobles propósitos del Comité para la Protección de los Periodistas. Es muy sencillo: un factor esencial en la defensa de la integridad de un periodista, de su independencia y hasta de su vida, es una buena formación profesional.
Empecemos por observar juntos que cuánto más se fundan escuelas académicas de periodismo, más evidente se hace que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Y casi nada de las dos materias más importantes: la práctica y la ética.
El origen de este desastre podría ser que la formación de los periodistas no logró evolucionar a la misma velocidad que los instrumentos del oficio y se quedaron buscando a tientas el camino en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Deberían salir preparados para dominar las nuevas técnicas y es todo lo contrario: salen llevados a rastras por ellas, sin los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu en el pasado y sin tiempo ni ánimos para pensar y seguir aprendiendo el oficio. La misma sala de redacción, que siempre fue el aula máxima, es ahora un laboratorio deshumanizado, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores.
Nos preocupa la crisis ética del periodismo escrito. El empleo vicioso de las comillas en declaraciones falsas o ciertas facilita equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre -y que en realidad no existen-, o la de supuestos observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes, porque nos atrincheramos en nuestro derecho de no revelar la fuente. El único consuelo que nos queda es suponer que muchas de estas transgresiones éticas, y otras tantas que avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad sino por falta de dominio profesional.
En esta visión crítica de la enseñanza se funda el Taller del Nuevo Periodismo Iberoamericano. Nuestra propuesta es hacer una pausa en la formación académica y volver al sistema primario de talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas y en su marco original de servicio público.
Algo como los simuladores de las escuelas de aviación, que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear las catástrofes antes de que se las encuentren de verdad atravesadas en la vida.
Estos son, queridos amigos del Comité de Defensa de los Periodistas, los principios elementales y los métodos simples con que esperamos contribuir a la noble causa de ustedes para la renovación urgente del mejor oficio del mundo. Bienvenidos, pues, a este Taller del Nuevo Periodismo Iberoamericano, que hoy inicia con la bendición de ustedes su primer siglo de labores.
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