SALVADOR DALÍ
Lectura

Salvador Dalí en cinco reflexiones de Gabriel García Márquez

Cinco reflexiones del escritor colombiano sobre el pintor español Salvador Dalí.

Redacción Centro Gabo

Gabriel García Márquez no fue indiferente al espectáculo de la vida y obra de Salvador Dalí. El polémico y genial pintor español despertó en él varios sentimientos encontrados. Por un lado, García Márquez consideraba que Dalí era un artista excepcional, quizá uno de los mejores pintores del siglo XX; por otro lado, sin embargo, pensaba que ese talento estaba condicionado por una ilimitada necesidad de llamar la atención. El impacto de la obra de Dalí, por lo tanto, estaba mediado por el personaje que el artista había creado de sí mismo.

García Márquez le dedicó tres textos periodísticos a este asunto. El primero fue una columna titulada “Salvador, el místico”, publicada en El Heraldo de Barranquilla el 26 de octubre de 1950. Cuatro años después, cuando trabajaba en El Espectador, publicó los otros dos: “Salvador salvado” (12 de mayo de 1954) y “Muéstrame tu bigote y te diré quién eres” (1 de junio de 1954). En cada uno de ellos el bigote tuvo un protagonismo especial, tal vez porque Gabo también ostentaría el suyo con mucho orgullo hasta el final de sus días.

En el Centro Gabo hemos seleccionado cinco reflexiones que García Márquez hizo sobre Salvador Dalí en estos tres artículos. Las compartimos contigo:

 

1. El pintor que se inventó un bigote

 

Es preciso reconocer que Dalí es todo él inventado por sí mismo. Se inventó el mejor pintor después de Rafael. Se inventó su propia leyenda (cada vez que puede le inventa un párrafo nuevo) y se inventó ciertos recuerdos que él mismo ha calificado de “recuerdos intrauterinos”. Siendo así, lo normal era que se inventara también su propio bigote. Y lo ha hecho: un bigote filiforme, curvado y amenazante, que en su época primaria fue un poco mefistofélico, pero ya ha dejado de serlo para convertirse exclusivamente en eso: el bigote de Dalí.

 

“Muéstrame tu bigote y te diré quién eres”.

Columna de Gabriel García Márquez escrita para El Espectador, junio de 1954.

 

2. Artista del espectáculo

 

No tiene límites la espectacularidad de Salvador Dalí, el contemporáneo que más en serio ha tomado su propio nombre. Salvador del cine, de la pintura y ahora de la humanidad, Dalí ha demostrado tener una inteligencia tan flexible que lo mismo le alcanza para pintar un cuadro genial, escribir un libro interesante o protagonizar una ridícula función de circo.

 

“Salvador salvado”.

Columna de Gabriel García Márquez escrita para El Espectador, mayo de 1954.

 

3. Un bigote con personalidad

 

Si la orientación del bigote define la personalidad, Dalí es psicológicamente todo lo contrario de un mandarín chino. El bigote de este último fue siempre tan largo y filiforme como el de Dalí, pero condescendiente con la fuerza de gravedad. Tal vez allí esté la diferencia: el mandarín era un filósofo naturalista. Dalí vive en permanente batalla contra la naturaleza, en su inquebrantable propósito de inventarse la suya propia. Su bigote es el del surrealista integral. El mandarín era la negación de Dalí; y allí están los respectivos bigotes para demostrarlo.

 

“Muéstrame tu bigote y te diré quién eres”.

Columna de Gabriel García Márquez escrita para El Espectador, junio de 1954.

 

4. De pagano a santo

 

Dalí ha dicho que no sólo está espiritualmente preparado para la práctica de un misticismo en todas sus escalas, sino que asegura estarlo también técnicamente, ya que, según él, su brocha es la heredera directa de la inspiración rafaélica. Después de lo que ha hecho en su vida, lo único que le faltaba a Salvador era convertirse en santo, en un nuevo Juan de la Cruz traspasado por el soplo de la divinidad, en medio de sus relojes derretidos, sus desnudos de amarillo melaza y sus pesadillas invertebradas. De su período de paganismo, queda su viaje a los Estados Unidos, en donde se dio un hartazgo de exhibición y pintó más de cinco arañas en la frente de su paciente y abnegada esposa.

 

“Salvador, el místico”.

Columna de Gabriel García Márquez escrita para El Heraldo, octubre de 1950.

 

5. Entre el arte y la feria

 

Siempre se las arregla Dalí para que sus exposiciones, que son indiscutibles acontecimientos artísticos, tengan de alguna manera el mismo interés que una barraca de feria. Primer resultado de esa frustrada vocación de saltimbanqui, es ese afilado y amenazante bigote de mosquetero que se ha paseado por todos los periódicos y revistas del mundo cada vez que Salvador se empeña en la salvación de algo, que bien puede ser el éxito comercial de una exposición o su propia alma.

 

“Salvador salvado”.

Columna de Gabriel García Márquez escrita para El Espectador, mayo de 1954.

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