La mala hora
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La mala hora: la novela que García Márquez desautorizó públicamente

La historia de la primera edición de La mala hora que fue negada por su autor.

Redacción Centro Gabo

La mala hora siempre fue una novela problemática para Gabriel García Márquez. Su redacción estuvo marcada por muchas interrupciones y variadas reescrituras con las que el autor colombiano retrasaba la consolidación del manuscrito final. Fue una obra que se hizo a pedazos en París, Londres, Caracas y México entre 1956 y 1961. Para cuando García Márquez se instaló en Ciudad de México, a mediados de 1961, La mala hora ya había sido terminada y archivada dentro de una gaveta: los biógrafos la describen como un mamotreto de hojas sucias enrolladas con una corbata azul con rayas amarillas. Entonces no tenía título, pero García Márquez había pensado llamarla “Este pueblo de mierda”.

La novela, que no convencía del todo a su autor, salió de su gaveta gracias a un concurso literario en Colombia. Se trataba del Premio Esso de novela, un galardón que garantizaba cierto prestigio y tres mil dólares al ganador. En un principio, Gabo no quiso concursar, pero la insistencia de dos amigos, el fotógrafo Guillermo Angulo y el poeta Álvaro Mutis, hizo que reconsiderara su decisión.

En abril de 1962, el joven escritor se hizo con el premio. Ese mismo año, la editorial Luis Pérez de Madrid publicó 5000 ejemplares de la obra, ahora titulada con un nombre definitivo: La mala hora. Sin embargo, esa primera edición fue repudiada por García Márquez debido a que el editor español había cambiado arbitrariamente algunas frases del texto, eliminando modismos americanos para reemplazarlos por expresiones peninsulares. El 13 de junio de 1963, desde su casa en Ciudad de México, Gabo hizo una declaración pública sobre el asunto:

 

La editorial Iberoamericana de Madrid que adulteró mi novela ‘La Mala Hora’ al sustituir los modismos americanos por formas peninsulares, ofrece ahora recoger la edición y repetirla correctamente por su cuenta. El ofrecimiento no tiene caso porque la edición de 5000 ejemplares está casi agotada.

La mejor indemnización que podrían ofrecerme sería garantizar que en el futuro todos los escritores latinoamericanos seremos tratados como mayores de edad por los editores españoles, y que en consecuencia nuestros modos de expresión serán respetados y reconocidos como un elemento vital del idioma. No deben olvidar que los americanos escribimos hace más de 100 años la primera gramática española; que un colombiano escribió el único diccionario de construcción y régimen con que cuenta nuestra lengua, y que el español sería ahora un idioma moribundo si 150 millones de hispanoamericanos no aseguráramos su supervivencia y su permanente evolución.

Con esa garantía de respeto a los escritores latinoamericanos, yo consideraré terminado el incidente de la adulteración de mi novela.

 

Tuvieron que pasar cuatro años más -1966- para que se publicara una versión autorizada de La mala hora. Esta edición estuvo a cargo de la editorial mexicana Era y contó con el visto bueno de Gabo. En un pequeño prólogo, el novelista colombiano recordó el incidente con los editores españoles y declaró que la de 1966 era la verdadera primera edición de la novela:

 

La primera vez que se publicó La mala hora, en 1962, un corrector de prueba se permitió cambiar ciertos términos y almidonar el estilo, en nombre de la pureza del lenguaje. En esta ocasión, a su vez, el autor se ha permitido restituir las incorrecciones idiomáticas y las barbaridades estilísticas, en nombre de su soberana y arbitraria voluntad. Esta es, pues, la primera edición de La mala hora.

 

 A partir de entonces, la opinión de García Márquez en torno a su tercera novela fue cada vez mejor y contraria a los dictámenes de los críticos literarios. “La mala hora es el peor leído de todos mis libros”, afirmó en abril de 1971 en una entrevista concedida a Excelsior. Y agregó: “Tiene adentro muchas más cosas de las que la gente cree. No es la historia de un pueblo ni de un alcalde, sino la historia patética de un alcalde que se lo llevó la fregada. Esta idea viene desde muy atrás y creo que tiene mucho valor literario, ¡qué carajo le hace el poder a un hombre! ¡Qué carajo es esto del poder para un ser humano!”.

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