Gabriel García Márquez: un narrador universal y un Simpson rebelde

Orlando Oliveros Acosta

Dom, 04/17/2022 - 05:35

Los escritores se convierten en clásicos cuando sus obras comienzan a hacer parte del mundo más allá de los libros. A estos autores no es necesario buscarlos en las bibliotecas, pues es muy probable que sus universos literarios tropiecen contigo en las calles. Cervantes podría sorprenderte dentro de un cine con una referencia insospechada sobre el Quijote en una película de vaqueros, un personaje de Shakespeare podría inspirar el nombre de una feria itinerante y la Odisea definir un arco narrativo de One Piece o Dragon Ball. Los clásicos están ahí fuera esperándote, poco importa si no los has leído: su presencia cultural es tan vasta e inagotable que intentar huir de ellos es como tratar de escapar del mundo exterior.

Aquello que durante décadas ha ocurrido con Dickens, Twain, Kafka o las hermanas Brontë, en el siglo XXI parece estar sucediéndole a Gabriel García Márquez. Se trata del escritor en lengua castellana del siglo XX que más veces ha sido adaptado a la pantalla y del único narrador hispanoamericano que se encuentra entre los cincuenta escritores más traducidos a otras lenguas según el Index Translationum de la Unesco. En poco menos de cincuenta y cinco años, Cien años de soledad se ha convertido en la novela en español más leída después del Quijote, lo que hace que los estudiosos se pregunten si en las próximas cinco décadas la saga de la familia Buendía acabará desbancando a las aventuras del Caballero de la Triste Figura.

Como en el cuento de Borges “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, la vida y las historias de García Márquez han desbordado los límites de las páginas para apoderarse de la realidad de sus lectores. Desde agosto de 2016, los billetes de cincuenta mil pesos colombianos tienen impreso el rostro de Gabo. Ese mismo año, una nueva especie de tarántula descubierta en la Sierra Nevada de Santa Marta fue bautizada Kankuamo marquezi en su honor. Una calle de la Villa Borghese de Roma, una plaza en el Barrio Latino de París y una biblioteca en el distrito barcelonés de Sant Martí llevan su nombre. En Aracataca, su pueblo natal, la alcaldía construyó frente al nombre oficial del municipio un monumento que dice, en mayúsculas, MACONDO. Por si fuera poco, como expandiendo su dominio planetario a otros confines, la Unión Astronómica Internacional apodó “Macondo” a la estrella HD 93083 que reside en la constelación de Antlia a 94 años luz de la Tierra. En 2005 a aquel astro lejano le descubrieron un exoplaneta que no tardó en llamarse “Melquíades”.

Estos y otros homenajes póstumos no fueron menos frecuentes mientras el autor vivía. Cuando fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982, el gobierno colombiano imprimió 3,250.000 estampillas con un retrato suyo diseñado por Juan Antonio Roda. A partir de entonces, cientos de cartas de amor, odio, auxilio y gratitud se enviaron bajo la mirada atenta de aquel Gabo hecho a lápiz. En su libro Gabriel García Márquez: vida, magia y obra de un escritor global, el investigador Álvaro Santana Acuña menciona que el reconocimiento otorgado por la Academia Sueca despertó una “Gabomanía” que no ha tenido un sólo instante de reposo con el paso del tiempo. La conexión del escritor colombiano con el mundo es tan fuerte, afirma Santana, que el día en que se supo que le habían dado el nobel recibió 577 telegramas de felicitación provenientes de 49 países en cinco continentes.

Quizás la mayor muestra pública de ese entusiasmo por García Márquez la dio el expresidente Belisario Betancur. El 27 de octubre de 1982, cinco meses después de haber ganado las elecciones, Betancur rechazó la propuesta de que Colombia fuera la sede de la Copa Mundial de Fútbol proyectada para 1986. Lo hizo mediante una alocución que todos los colombianos pudieron ver por televisión y que se replicó alrededor del globo por involucrar una decisión sin precedentes.

— Aquí tenemos muchas otras cosas que hacer y no hay ni siquiera tiempo para atender las extravagancias de la FIFA y sus socios —dijo Belisario—.García Márquez nos compensa totalmente lo que perdamos de vitrina con el mundial de fútbol.

 

Cuando Springfield es Macondo

 

En tiempos modernos, la “vitrina” es el televisor (aunque pronto cederá su lugar en el podio a las redes sociales). Un clásico de la literatura no es un clásico hasta que se infiltra en la pantalla chica. Y cuando la imaginación del narrador va de la mano con una postura contraria al establishment, ese proceso exuda  rebeldía. En 1984, durante una entrevista concedida a la revista cubana Opina, García Márquez comentó estas virtudes subversivas de la televisión. “El mensaje cultural que puede llegar a través de la televisión es extraordinario”, dijo. El escritor estaba sorprendido de la cantidad de personas que veía telenovelas. “Creo que lo que hay que hacer es apoderarse de la televisión, no despreciarla, y usarla como un instrumento de penetración cultural, eso es lo revolucionario”, concluyó.

Aquella vez parecía que estaba presagiando la incursión de su universo literario en la cultura de masas norteamericana. En ese momento ya había conquistado a los estadounidenses con sus libros, pero todavía le faltaba presenciar el carácter seductor que sus relatos tendrían en diversos programas de televisión. Unos años más tarde, en la década de los noventa, la obra de Gabo en los Estados Unidos no sólo llegaba ya a sus lectores sino también al telespectador. Por ejemplo, Cien años de soledad apareció en el episodio 5 de la tercera temporada de Friends, una de las comedias de situación más vistas de la historia. El episodio (“The One with Frank Jr.”), que fue estrenado por la NBC el 17 de octubre de 1996, comienza con Joey Tribbiani taladrando la pared de su compañero de cuarto, Chandler Bing. En la siguiente escena se muestra a Chandler durmiendo con la novela de García Márquez abierta sobre el pecho. La broca del taladro atraviesa la pared y lo despierta. El libro está presente durante los cuarenta y tres segundos que dura el sketch. Es una edición en inglés, por supuesto, publicada en 1991 por HarperCollins en su sello Harper Perennial Classics.

También en octubre de ese año se emitió por primera vez en Nickelodeon la serie animada Hey Arnold!, protagonizada por un niño cuya cabeza tiene forma de balón de fútbol americano. Arnold vive en el ático de una casa para huéspedes ubicada en la ficticia Hillwood City. Su habitación es bastante peculiar: tiene una moqueta anaranjada con visos amarillos en los que hay estampados varios símbolos alquímicos y una inmensa claraboya que lo cubre todo como si fuera el techo de un invernadero. Craig Bartlett, el creador de la serie, confesó en una entrevista que aquel dormitorio extravagante estaba inspirado en el realismo mágico de García Márquez. “Estaba leyendo Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera. Esos libros fueron grandes influencias para mí”, dijo. “Quería que hubiera un realismo mágico en la casa de Arnold y su vecindario”.

Estas dos novelas que tanto le gustaron a Bartlett fueron recomendadas luego en el Club de Lectura de Oprah Winfrey. Oprah, cuyo show televisivo sintonizan millones de personas, invitó a leer Cien años de soledad en 2004. “Agárrense, ¡Cien años de soledad de Gabriel García Márquez es tan apasionado, denso y sensual como la selva que rodea al pueblo surrealista de Macondo!”, dijo. Tres años después, en 2007, hizo lo mismo con El amor en los tiempos del cólera. “Esta es una de las mejores historias de amor que he leído”, comentó. “Está tan bellamente escrita que realmente te lleva en un viaje en el tiempo, y te hará preguntarte: ¿cuánto tiempo estarías dispuesto a esperar por amor?”.

Era la revolución de García Márquez en la pantalla chica. Su obra se filtraba con audacia en las casas de las familias gringas gracias a los libretistas, directores, presentadores, actores, periodistas y productores que lo admiraban. Todo eso desencadenaba un círculo virtuoso en el que la gente que tropezaba con las historias de García Márquez en el televisor se volcaba de forma inmediata hacia sus libros y aquellos que eran atrapados por sus libros tropezaban luego con algo de Gabo en el televisor.

Ocurrió así con Los Simpson. En la célebre serie animada creada por Matt Groening —cuñado de Bartlett— abundan las referencias a García Márquez. En “Lisa’s Rival” (“La rival de Lisa”),el episodio 2 de la sexta temporada, Marge Simpson lee una novela erótica titulada “Love In The Time Of Scurvy” (“El amor en los tiempos del escorbuto”). La obra, si la observamos con la perspectiva crítica de Gérard Genette, traza una intertextualidad con El amor en los tiempos del cólera. Esta conexión va más allá del título: la historia que Marge lee la protagonizan dos amantes en una carabela española que surca un mar picado; en la de García Márquez, sobre todo hacia al final, también hay una pareja de enamorados que disfrutan de una pasión otoñal a bordo de un barco. La trama sería idéntica si no fuera porque Mike Scully, el guionista de este episodio que se emitió el 11 de septiembre de 1994, usó una carabela colonial en vez de un vapor decimonónico y dispuso del mar en lugar del río Magdalena.

El guiño a la novela que cuenta los amores contrariados entre Florentino Ariza y Fermina Daza se repitió ocho años más tarde, el 17 de noviembre de 2002, en el episodio 3 de la décima cuarta temporada titulado “Bart vs. Lisa vs. The Third Grade” (“Bart contra Lisa contra el tercer año”). Allí Bart y Lisa Simpson hacen un viaje escolar juntos hacia la ficticia Ciudad Capital. Durante el trayecto, Lisa lee un libro titulado “Love in the Time of Coloring Books” (“El amor en los tiempos de los libros para colorear”) en cuya portada salen retratados dos adolescentes que se toman de la mano y están rodeados de crayolas y cartas de amor. La referencia es bastante curiosa, ya que podría especularse que el libro de Lisa ilustra la primera etapa de amor juvenil e idealista entre Fermina Daza y Florentino Ariza (en la que predomina una apasionada correspondencia epistolar), mientras que el de Marge apunta a la última etapa de ese amor (mucho más madura y sexual). Eso como si Tim Long, el guionista, hubiese querido cerrar el ciclo comenzado por Scully.

García Márquez y Los Simpson

El episodio 10 de la octava temporada introduce a García Márquez de modo especial. Emitido el 12 de enero de 1997, “The Springfield Files” (“Los expedientes secretos de Springfield”) es una sátira de la famosa serie televisiva The X-Files, mejor conocida en Hispanoamérica como Los expedientes secretos X. En este episodio, Homero Simpson regresa a su casa borracho desde la taberna de Moe. En el camino se adentra en un bosque y se encuentra con un supuesto extraterrestre. Al día siguiente divulga la noticia por todo el pueblo hasta que llama la atención de dos agentes del FBI. En un interrogatorio que se lleva a cabo en la taberna de Moe, los agentes le piden a Homero que relate detalladamente la noche en que vio al extraterrestre. “La velada comenzó en el club de caballeros donde hablábamos sobre Wittgenstein durante una partida de backgammon”, miente Homero para darse un aire intelectual. Esto en la versión original. En el doblaje hispanoamericano, Homero, con la voz del fantástico Humberto Vélez, dice lo siguiente: “Todo comenzó en el club de caballeros donde charlábamos sobre García Márquez jugando al dominó”. El cambio en la traducción obedeció a la necesidad de darle mejores referentes culturales al televidente latinoamericano. Algo que tal vez no habría sido necesario si García Márquez hubiese sido mencionado, de entrada, en la versión original. Sospecho que habría provocado el mismo efecto que Wittgenstein en el público anglófono.

García Márquez y Los Simpson

“Lisa the Skeptic” (“La escéptica Lisa”), el episodio 8 de la novena temporada, es probablemente el más garciamarquiano de todos y el único de esta lista en el que no hay una mención explícita a la obra de Gabo. Escrito por David S. Cohen y dirigido por Neil Affleck, el capítulo narra la historia del aparente fósil de un ángel que Lisa Simpson descubre en Prado Dientes de Sable, un terreno de Springfield en el que se está construyendo un centro comercial. De principio a fin, la trama posee similitudes con el cuento “Un señor muy viejo con unas alas enormes” que García Márquez publicó en 1972 dentro de su libro La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada.

En el cuento, Pelayo y su esposa Elisenda —nombre cuyo hipocorístico podría ser “Lisa”— descubren a un anciano alado en el patio de su casa. A la extraña criatura “le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca”. Sus “alas de gallinazo grande” estaban mugres, desplumadas y tenían algas parasitarias en el revés. Esta profunda decrepitud no está lejos de la polvorienta y arcaica condición del fósil alado de Springfield.

En el episodio de Los Simpson, el hallazgo genera en los habitantes del pueblo una serie de conjeturas en torno al origen y los propósitos del ángel. Lisa, la niña que suele encarnar el sentido común, es la primera en tratar de explicar racionalmente el misterio del fósil. “Es un cavernícola que fue atacado por dos feroces peces”, dice insegura. Después agrega que podría tratarse de una persona que mutó por los efectos de la planta nuclear del Sr. Burns. Carl, por su parte, afirma que el fósil es el ángel de la paz, mientras que su mejor amigo, Lenny, plantea que es el ángel de la misericordia. Con una dinámica similar llueven las hipótesis en el cuento de García Márquez. Los primeros en especular son Pelayo y Elisenda:

 

…se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal.

 

Luego le llega el turno al resto del pueblo:

 

Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban que fuera conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres alados y sabios que se hicieran cargo del Universo.

García Márquez y Los Simpson

En Springfield, los habitantes no saben dónde ubicar al ángel para que todos puedan contemplarlo. Cuando se les ocurre una buena idea ya es muy tarde, pues Homero se ha llevado el fósil a su casa. A partir de ese momento, una multitud de personajes va a la casa de los Simpson para contemplar al ángel. Algunos sólo desean verlo, otros acuden a él con propósitos religiosos. La familia de Ned Flanders, por ejemplo, quiere estar cerca para rezarle. Inés, la madre del director Skinner, anhela tocarlo para obtener buena suerte en una cirugía del pie. Homero se da cuenta del interés que produce el fósil y le construye un altar en la cochera, cobrándole cincuenta centavos a todo el que quiera ingresar. Además, empieza a vender unos “bastones luminosos del ángel” sin los cuales “nadie entra en el cielo”.

La secuencia de escenas anteriormente descrita es idéntica en el cuento de García Márquez. Debido al acoso de la muchedumbre que se amontona en su casa para ver al ángel, Elisenda tapia el patio y comienza a cobrar la entrada a cinco centavos. Al lugar acuden personas provenientes de todo el Caribe y se forma en la casa un “alboroto de mercado”. Como en Los Simpson, llegan enfermos buscando milagros:

 

…una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaiquino que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de menos gravedad.

 

Y obtienen resultados disparatados:

 

…los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y la del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas.

 

Incluso el afán de Lisa por demostrar científicamente que el fósil no es de un ángel y que aquel ser celestial es producto de la ingenuidad y la fantasía se corresponde con el escepticismo del padre Gonzaga de García Márquez, para quien el viejo con alas es un “artificio de carnaval” creado por el demonio que pretende “confundir a los incautos”.

García Márquez y Los Simpson

En ambas historias, la noticia del ángel llega hasta los oídos del Papa en el Vaticano y es tratada con indiferencia. En Los Simpson, el Papa escucha la noticia sin siquiera despegar la vista del periódico que está leyendo. En el cuento, el padre Gonzaga escribe una carta al obispo informándole del acontecimiento, el obispo le escribe a su primado y éste al Sumo Pontífice, inaugurando un intercambio epistolar estéril por su parsimonia y sus discusiones bizantinas:

 

…el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas.

García Márquez y Los Simpson

Durante el tramo final, los dos ángeles se elevan por los cielos y dejan atrás a los habitantes del pueblo. El de Lisa lo logra mediante un sistema de cables y poleas que evidencia que todo ha sido una farsa para promocionar el nuevo centro comercial construido en Prado Dientes de Sable. El de Elisenda, en cambio, vuela con sus propias alas, ahora reforzadas por la larga espera en el gallinero.

Pese a estas numerosas semejanzas, lo que en verdad le otorga al episodio una naturaleza garciamarquiana es la intervención de todo un pueblo que sucumbe ante la histeria colectiva y los misterios religiosos. Casi no falta nadie en la historia. A cada personaje le dan un espacio para expresar su locura ante el prodigio. Eso es algo que proyectan las grandes obras de Gabo: un mundo en donde la realidad se debate entre la sensatez, el milagro y el delirio.

En estos tiempos dominados por la imagen, se dice que un clásico no es un clásico hasta que aparece en Los Simpson. García Márquez no sólo cumple con ese requisito. A veces, los planetas se alinean en favor de su literatura y la revolución en la pantalla chica es más fuerte. Entonces Macondo se toma las calles de Springfield.

 

 

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