Entrevista con el poeta y escritor chileno Raúl Zurita.
A veces el maestro Raúl Zurita decide que no le bastan las hojas de papel. Entonces comienza a escribir su poesía en los soportes más insólitos. Por ejemplo, el cielo de Nueva York. El 2 de junio de 1982, cinco aviones provistos de humo blanco trazaron su poema “La Vida Nueva” a cinco mil metros de altura. Con solo levantar la vista y tolerar la fosforescencia del sol, los habitantes de Queens podían leer los quince versos de aquel canto celeste. “Mi Dios es hambre” fue la primera frase; “Mi Dios es carroña”, la quinta; “Mi amor de Dios”, la última. Cada una tuvo una extensión aproximada de seis kilómetros.
Once años después, en 1993, Zurita utilizó unas retroexcavadoras para escribir un verso en el desierto de Atacama: “Ni pena ni miedo”, cuatro palabras de doscientos cincuenta metros de altura y tres mil ciento cuarenta de largo, con un surco de cuarenta metros de ancho y casi dos metros de profundidad. En una de sus antologías de poemas, Tu vida rompiéndose, se aclara que las dimensiones de aquella frase son tan grandes que solamente puede leerse desde muy arriba, casi que con los ojos de Dios.
“No podría vivir sin la poesía”, me dice Zurita con las manos apoyadas en las rodillas. “En realidad, nadie podría vivir sin ella. Si ahora mismo se acabara, la humanidad perecería en los cinco minutos siguientes. Eso es literal, no es una metáfora”.
Para este poeta chileno de 72 años, ganador de varios de los premios de poesía más prestigiosos en lengua española, no hay nada más frustrante en el mundo que no poder escribir un poema. Sin embargo, también advierte que, en ocasiones, de esa frustración surgen grandes novelistas. “Existen tres caminos para quienes no pueden hacer un poema: morirse, vivir siempre resentidos o escribir novelas como Cien años de soledad”, dice. “Cervantes era un pésimo poeta y porque era pésimo terminó escribiendo el Quijote. Faulkner también era un horrible poeta, pero escribió El sonido y la furia”.
Raúl Zurita se toma su tiempo para responder mis preguntas. Su voz es bastante sutil, apenas más fuerte que un murmullo. Siento que este hombre que ha escrito con tanto brío en el cielo y el desierto también ha aprendido a hablar usando los sabios materiales del silencio.
Por supuesto. Sobre todo García Márquez y Rulfo. Son autores impresionantes. García Márquez es alucinante, no solamente por Cien años de soledad sino también por El coronel no tiene quien le escriba y El amor en los tiempos del cólera. De Rulfo me quedo con todo: Pedro Páramo y El llano en llamas son una maravilla.
¿Sabes con qué asocio a García Márquez? Con un genio del lenguaje. A él se le puede aplicar la palabra genio sin desmerecerla. ¿Cómo podía escribir así? ¿Cómo pudo escribir esa imagen en Cien años de soledad de la sangre que recorre todo el pueblo y cruza por debajo de las puertas para avisar que algo le había pasado a José Arcadio? Es increíble cómo cortaba, cómo se inventó a un coronel Aureliano Buendía que había hecho treinta y dos revoluciones y las había perdido todas. Era maravilloso el ritmo que tenía y la forma como encadenada un capítulo con otro. Un genio, definitivamente.
Eso está un poco en Dante Alighieri, en un libro muy corto que se llama La vida nueva. En el último capítulo dice: “Si el Sumo Hacedor quiere que mi vida dure algunos años, espero decir de ella lo que jamás se ha dicho de ninguna”. Dante, desde la ficción y el sueño, construyó la Divina Comedia, que fue su vida también. Se trata de construir la vida a partir de una obra, a partir de un gran sueño.
Pienso que nunca han estado claros los límites entre la verdad y la mentira. Además, creo que la verdad es la mentira más peligrosa; por la verdad tú matas y eres muerto por ella. Si tú insultas a Alá, vas a ser muerto; si insultas a Dios, vas a ser castigado. La verdad es una mentira peligrosísima, es un concepto idiota. En la Teogonía de Hesíodo, las musas que se le aparecen al poeta le cantan: “sabemos decir muchas mentiras semejantes a verdades, pero sabemos, cuando lo deseamos, cantar verdades”. Es decir, las musas dictan el poema completo y el poeta nunca sabe si lo que está escribiendo es mentira o es verdad. Por lo tanto, no puedes fiarte. Considerar que en un libro supuestamente escrito por Dios reside la verdad, implica creer que lo contrario a ella es un error. “El error es el demonio”, nos dicen, “hay que combatirlo y matarlo”. Un peligro.
No. La hoja de papel es una cosa impresionante. En la hoja de papel se escribió la Divina Comedia y se escribió Hamlet. Qué mayor grandeza que esa. No, no me siento incómodo. Lo que pasa es que uno tiene que hacer lo que realmente siente que quiere hacer. Para mí una hoja de papel es un soporte tan legítimo como el cielo. El papel ha soportado a Shakespeare, Dante Alighieri y García Márquez. Ahora, ocupar el cielo también es bello y si puedo hacerlo lo voy a hacer. En realidad, ya lo hice.
Trato de buscar y de encontrar otras posibilidades. En eso se nos pasa la vida, ¿no? Buscando y encontrando. Con relación a eso hay una frase de Picasso que me parece impresionante: “Yo no busco, yo encuentro”. Escribo para arrojarme al mundo con la posibilidad de hacerme pedazos, aunque también creo que escribir es la felicidad más grande.
Que Wieder es el personaje de una novela y yo soy un ser real de carne y hueso. Para mí, Wieder fue una decepción tremenda. Primero porque los poemas que escribió Bolaño fueron horribles, eran copias burdas de los poemas en el cielo que he hecho yo. Y, segundo, porque el tipo no tenía idea de cómo se hacía un poema en el cielo. En su novela los escribía un solo avión y en realidad se necesitan cinco aviones para hacerlo. Con un avión, por más rápido y malabarista que sea el piloto, nunca será suficiente. En síntesis, el personaje fue una completa desilusión. Yo a Bolaño lo admiro mucho, pero Estrella distante me importa un pepino y Wieder es un ser irreal.
2666 es un gran libro. Es mejor incluso que Los detectives salvajes, que es otro gran libro. Estrella distante tal vez sea un gran libro, pero ahí se advierte que Bolaño no tenía idea de cómo hacer un poema en el cielo y con ese dato me basta para descartarlo.
Los demás, también [risas]
Sí. No puedo responder algo distinto, puesto que en esa idea baso lo que hago. No sé si la Divina Comedia es el mejor poema del mundo, pero sí sé que es un poema absolutamente perfecto. Tiene una estructura y una belleza impresionante. Es un poema tan bello que no sólo le pertenece a la literatura europea, sino que le pertenece a todo. En Latinoamérica están el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso de Dante, poco importa que se hayan escrito en la Edad Media. Yo no creo en un antes y un después de la escritura. No creo que Dante sea anterior a mí, ni creo que yo sea anterior a un poeta que hoy tenga veinte años. Todas las escrituras son simultáneas, se están escribiendo en el mismo tiempo. No existe la influencia, lo que existe es la simultaneidad. Yo sé que esta conversación es tiempo lineal, pero si yo escribo estoy haciéndolo al tiempo de Dante, Shakespeare, García Márquez y Rulfo.
Exacto. Todo simultáneo, todo en el mismo tiempo.
El paraíso son los ojos de los otros. El ser que tú amas. Es algo así, no es mucho más. Es poder abrazarte a alguien en una situación de grandes sentimientos compartidos.
Hay una parte del Canto V del Infierno en donde se describe el lugar en que están condenados los amantes. A aquellos que no fueron capaces de controlar sus pasiones los martiriza un viento huracanado. En ese grupo hay dos que van de la mano: Francesca y Paolo. Y sólo por ese hecho, el de estar condenados mientras van de la mano, el infierno se convierte en paraíso.
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