Las canciones y composiciones que aparecen en la última novela publicada por García Márquez.
Son muchas las relaciones que existen entre la música y la literatura de Gabriel García Márquez. Famosas son las teorías (alentadas por el propio Gabo) de que Cien años de soledad es un vallenato de 450 páginas, El otoño del patriarca un concierto para piano de Béla Bartók y El amor en los tiempos del cólera un bolero sobre amores contrariados.
Memoria de mis putas tristes, la última novela publicada por Gabo, no podía ser la excepción a esta serie de obras donde la música se convierte en la banda sonora de la historia contada. Publicado en el 2004, este libro relata el enamoramiento de un viejo periodista y crítico de música en el aniversario de sus noventa años. El argumento guarda similitudes con la novela de Yasunari Kawabata, La casa de las bellas durmientes, con la diferencia de que sus acontecimientos se desarrollan en el Caribe y la intrusión de un protagonista esencial: la música. A lo largo de la trama, Gabo va enriqueciendo el flujo de su historia con diferentes temas musicales de varios géneros como el bolero, el tango y la música clásica.
Te invitamos a escuchar esta banda sonora que vive por cuenta propia entre las páginas de Memoria de mis putas tristes y que incluye a artistas que van desde Bach, Wagner y Debussy hasta Toña la Negra, Carlos Gardel y Agustín Lara:
“…A las cuatro traté de apaciguarme con las seis suites para chelo solo de Juan Sebastián Bach, en la versión definitiva de don Pablo Casals. Las tengo como lo más sabio de toda la música, pero en vez de apaciguarme como de sólito me dejaron en un estado de la peor postración. Me adormecí con la segunda, que me parece un poco remolona, y en el sueño revolví la quejumbre del chelo con la de un buque triste que se fue”.
“…En el traspatio, donde empezaba el bosque de árboles frutales, había una galería de seis alcobas de adobes sin repellar, con ventanas de anjeo para los zancudos. La única ocupada estaba a media luz, y Toña la Negra cantaba en el radio una canción de malos amores”.
“…Le canté al oído: La cama de Delgadina de ángeles está rodeada. Se relajó un poco. Una corriente cálida me subió por la venas, y mi lento animal jubilado despertó de su largo sueño”.
“Nunca supe quién me mandó un disco con los veinticuatro preludios de Chopin por Stefan Askenase. Los redactores en su mayoría me regalaron libros de moda”.
“A las siete de la noche fui invitado de honor al concierto de Jacques Thibault y Alfred Cortot en la sala de Bellas Artes, con una interpretación gloriosa de la sonata para violín y piano de César Frank, y en el intermedio escuché elogios inverosímiles”.
“Al mediodía desconecté el teléfono para refugiarme en la música con un programa exquisito: la rapsodia para clarinete y orquesta de Wagner, la de saxofón para Debussy y el quinteto para cuerdas de Bruckner, que es un remanso edénico en el cataclismo de su obra”.
“…Cantábamos duetos de amor de Puccini, boleros de Agustín Lara, tangos de Carlos Gardel, y comprobábamos que quienes no cantan no pueden imaginar siquiera lo que la felicidad de cantar”.
“El patio estaba en tinieblas, pero había luces de vida en las ventanas y un revoltijo de músicas en los seis cuartos. En el mío, a volumen más alto, distinguí la voz cálida de don Pedro Vargas, el tenor de América, con un bolero de Migue Matamoros”.
“…Había cambiado el viejo radio por uno de onda corta que mantenía sintonizado en un programa de música culta, para que Delgadina aprendiera a dormir con los cuartetos de Mozart…”.
“…La puerta estaba entreabierta, las luces encendidas y en el radio se diluía a medio volumen la sonata número uno para violín y piano de Brahms. Delgadina en la cama estaba tan radiante y distinta que me costó trabajo reconocerla”.
“…Me eché en la hamaca, tratando de serenarme con la lírica ascética de Satie, y sudé tanto que el lienzo quedó empapado”.
“…Al final, con el Allegretto poco mosso, me estremeció la revelación deslumbrante de que estaba escuchando el último concierto que me deparaba el destino antes de morir. No sentí dolor ni miedo sino la emoción arrasadora de haber alcanzado a vivirlo”.
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