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Así fue el homenaje a Mercedes Barcha en el Festival Gabo Nº8

El papel fundamental de Mercedes Barcha en la vida y obra de Gabriel García Márquez

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Foto archivo Fundación Gabo
Redacción Centro Gabo

“En memoria del cocodrilo sagrado”. Con esa frase comenzó la charla a modo de homenaje que la Fundación Gabo hizo sobre Mercedes Barcha Pardo durante la octava versión del Festival Gabo. En la conversación participaron los escritores Sergio Ramírez (Nicaragua) y Felipe Restrepo Pombo (Colombia), y los periodistas Héctor Feliciano (Puerto Rico) y Pilar Calderón (Colombia), quienes ahondaron en el carácter de la esposa de Gabriel García Márquez y recordaron el papel fundamental que jugó en la vida y obra del único Premio Nobel de Literatura colombiano.

 

La mujer que hizo posible Macondo

 

“Mercedes fue la compañera de vida de Gabo desde su juventud y muchas veces se habla de ella como de un acompañante o un personaje relegado a un segundo plano, pero yo estoy convencido de que ella estuvo al frente de la obra y de la vida de García Márquez”, dijo Restrepo Pombo. Para el periodista colombiano, Mercedes Barcha no se había amparado en la sombra de su esposo sino que había trabajado a su lado, garantizando todas las condiciones necesarias para la escritura de los cuentos y novelas que luego embelesarían a lectores del mundo entero. “Ella era la brújula de Gabo y sin ella, él no hubiera llegado hasta donde llegó. Alcanzaron el éxito juntos”, concluyó Restrepo Pombo.

Al respecto, Sergio Ramírez relató una anécdota en la que se evidenciaba la autoridad de Mercedes Barcha sobre la vida de su esposo. “Gabo y Mercedes fueron mis huéspedes en Managua, justo después de la revolución en Nicaragua. Ambos exploraron el país y lo conocieron a fondo. En esa ocasión entendí su papel en la vida de Gabo: era maestra de ceremonias, la que administraba sus entrevistas y, en últimas, su vida. García Márquez sólo mandaba cuando escribía sus novelas. Mercedes administraba todo lo demás”.

Todo este dominio, por supuesto, lo ejercía con mucha reserva, sin afanes protagónicos. Una actitud que se mantuvo incluso después de la muerte de García Márquez. “Un día me dijo: ‘yo lo que nunca quiero ser es una viuda oficial, una viuda pública’. No le gustaba el protagonismo. Era muy discreta y elegante en ese aspecto”, contó Ramírez.

La esfinge de sabiduría caribeña

 

Aunque “cocodrilo sagrado” era un apodo que le había puesto García Márquez a Mercedes por su filiación paterna con el Oriente Medio, ella se reconocía, ante todo, como una mujer del Caribe colombiano. “A pesar de haber vivido décadas en México, siempre mantuvo un vínculo con el Caribe y jamás perdió el acento de su tierra natal”, comentó Héctor Feliciano.

En ese reconocimiento a su identidad caribe residía su gusto por la oralidad. “Consideraba la oralidad mucho más importante que la escritura. Al hablar con ella, uno sabía de la importancia que tenía la palabra. Su registro iba desde halagos, chistes y cuentos”, dijo Feliciano, que comparó a Mercedes con  “una esfinge de sabiduría caribeña”.

Esta conexión cultural con el Caribe era la que explicaba, en parte, que su libro preferido fuera Cien años de soledad, la obra que su marido definió como un vallenato de cuatrocientas páginas.

 

Obsesiva por la información

 

La periodista Pilar Calderón contó que una de las pasiones de Mercedes era la información. “Estaba todo el tiempo preguntando por la realidad y eso la convirtió en una mujer muy informada”, dijo. Su curiosidad la mantuvo repasando las ediciones más recientes de los periódicos de distintos lugares del mundo y oyendo noticias en la radio. Con el tiempo se volvió una interlocutora audaz frente a las personalidades que visitaban a su marido. “Aprendía mientras Gabo aprendía. Leía y escuchaba mucho las opiniones de los demás, en especial la de los políticos y artistas que se acercaban a Gabo”, dijo Calderón.

A raíz de su interés en la actualidad y el periodismo, acompañó a García Márquez en los proyectos que involucraran medios de comunicación como la fundación de la revista Alternativa, el manejo de la revista Cambio y la creación de la Fundación Gabo, de la que fue presidenta cuando su esposo falleció en abril de 2014.

“Asumió la presidencia de la Fundación y estuvo al frente de ella”, concluyó Restrepo Pombo. “Era muy reservada, por supuesto. Nunca quiso protagonismo aunque estaba claro el  papel trascendental que representaba tras bambalinas”.

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