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Lectura

Álvaro Mutis en diez frases de Gabriel García Márquez

Diez frases y recuerdos del escritor colombiano en torno al poeta y novelista Álvaro Mutis.

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Diseño de ilustración Fundación Gabo / Julio Villadiego
Redacción Centro Gabo

Durante muchos años, los escritores Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis creyeron que su primer encuentro había ocurrido en 1949 dentro de una pensión del barrio Bocagrande en Cartagena. Entonces ambos contaban que los había presentado un amigo en común, Gonzalo Mallarino, y que esa noche cayó una tormenta tan estrepitosa que inclinaba las palmeras y hacía que sus cocos se estrellaran contra el pavimento. Como era de esperarse, la conversación fluyó espontáneamente. Cuentos de Gabo y poemas de Mutis habían coincidido varias veces en el suplemento Fin de Semana del diario El Espectador, así que los dos autores hablaron de un tema que jamás tendría punto final en sus conversaciones: la literatura.

En 1989, cuarenta años después de aquel primer encuentro, García Márquez descubrió que sus vidas se habían cruzado en un momento anterior. Estando juntos en México, Mutis hizo un comentario casual sobre el compositor alemán Félix Mendelssohn. De repente Gabo recordó que en sus años universitarios, en la sala de música de la Biblioteca Nacional de Bogotá, había un hombre que entraba sin falta a las cuatro de la tarde y pedía un concierto de violín de Mendelssohn. Meditó unos segundos. Miró fijamente la cara del poeta y le contó sorprendido:

– Carajo, de modo que eras tú.

Este tipo de anécdotas constituyen ejemplos de cómo los destinos de ambos autores colombianos se cruzaban constantemente. Al igual que los personajes de la Maga y Oliveira en la novela Rayuela de Julio Cortázar, Mutis y García Márquez andaban sin buscarse, pero sabían de alguna extraña manera que andaban para encontrarse. Su amistad fue una de las más admiradas del escenario literario de América Latina. Cuando García Márquez publicó El general en su laberinto, la novela fue dedicada a Mutis, un homenaje en cierta forma merecido porque la idea de escribir el libro nació con el poeta. Ese mismo año,Mutis publicó La última escala del Tramp Steamer y dedicó aquella novela corta a Gabo.

Desde que García Márquez empezó su oficio como novelista, Álvaro Mutis siempre leyó los originales de sus textos mucho antes de su publicación y su opinión influyó bastante en la narrativa de su amigo. “Yo mismo no podría decir qué tanto hay de él en casi todos mis libros, pero hay mucho”, solía afirmar Gabo al respecto.

En el Centro Gabo hemos recopilado una serie de diez frases y descripciones del premio nobel de literatura colombiano en torno a su gran amigo. Esperamos que en los 96 años del natalicio de Álvaro Mutis te adentres en los pormenores de la amistad que unió a estos dos genios de la literatura universal:

 

1. El evangelizador de poetas

 

Ningún escritor que yo conozca se ocupa tanto como Álvaro Mutis de los otros, y en especial de los más jóvenes. Los instiga a la poesía contra la voluntad de sus padres, los pervierte con libros secretos, los hipnotiza con su labia florida y los echa a rodar por el mundo, convencidos de que es posible ser poeta sin morir en el intento.

 

Mi amigo Mutis. Discurso de Gabriel García Márquez durante la celebración

del cumpleaños número 60 de Álvaro Mutis, 25 de agosto de 1993.

 

2. Álvaro es la poesía

 

Creo que el tono de Álvaro Mutis, es el tono de la poesía.

 

“Comadreo literario de cuatro horas con García Márquez”.

Gaceta de Colcultura, marzo de 1981.

 

3. Maqroll, Mutis y todos nosotros

 

La obra completa de Álvaro Mutis, su vida misma, son las de un vidente que sabe a ciencia cierta que nunca volveremos a encontrar el paraíso perdido. Es decir: Maqroll no es sólo él, como con tanta facilidad se dice. Maqroll somos todos.

 

Mi amigo Mutis. Discurso de Gabriel García Márquez durante la celebración

del cumpleaños número 60 de Álvaro Mutis, 25 de agosto de 1993.

 

4. Lector de “festivales Proust”

 

Sólo para leer los libros indispensables se le iría a uno la mitad de la vida. Pero la otra mitad se le iría en preguntar lo mismo: ¿qué estás leyendo?, y la única respuesta de alguien que ha sido un buen lector tal vez sea siempre la misma: ya no leo, releo. El poeta Álvaro Mutis hace cada cierto tiempo lo que él llama “los festivales Proust”, que consisten en una relectura de páginas selectas del gran novelista francés, y hace unos tres años se volvió a despachar, casi sin un respiro, las novelas completas de Balzac. Más vale no hacerle nunca la pregunta consabida, porque se corre el riesgo de ser mandado a releer todo Conrad.

 

“¿Qué libro estás leyendo?”. El País, 20 de julio de 1983.

 

5. Un editor secreto

 

Fue Álvaro quien me llevó mi primer ejemplar de Pedro Páramo y me dijo: “Ahí tiene, para que aprenda”. Nunca se imaginó en la que se había metido. Pues con la lectura de Juan Rulfo aprendí no sólo a escribir de otro modo, sino a tener siempre listo un cuento distinto para no contar el que estoy escribiendo. Mi víctima absoluta de ese sistema salvador ha sido Álvaro Mutis desde que escribí Cien años de soledad. Casi todas las noches fue a mi casa durante 18 meses para que le contara los capítulos terminados, y de ese modo captaba sus reacciones aunque no fuera el mismo cuento. Él los escuchaba con tanto entusiasmo que seguía repitiéndolos por todas partes, corregidos y aumentados por él. Sus amigos me los contaban después tal como Álvaro se los contaba, y muchas veces me apropié de sus aportes. Terminado el primer borrador se lo mandé a su casa. Al día siguiente me llamó indignado: “Usted me ha hecho quedar como un perro con mis amigos”, me gritó, “esta vaina no tiene nada que ver con lo que me había contado”. Desde entonces ha sido el primer lector de mis originales. Sus juicios son tan crudos, pero también tan razonados, que por lo menos tres cuentos míos murieron en el cajón de la basura porque él tenía razón contra ellos. Yo mismo no podría decir qué tanto hay de él en casi todos mis libros, pero hay mucho.

 

Mi amigo Mutis. Discurso de Gabriel García Márquez durante la celebración

del cumpleaños número 60 de Álvaro Mutis, 25 de agosto de 1993.

 

6. El hombre divertido y el hombre preocupado

 

[La conversación habitual de Álvaro Mutis] es alegre, despreocupada, muy propia de la buena salud. Habla de cine, de la gente, y se divierte de manera extraordinaria recordando chistes tontos y declamando con intención versos cursis. Pero cuando se le concreta, manifiesta muy seriamente una entrañable preocupación por la suerte del país, cuyos problemas culturales ha estudiado siempre con independencia y lucidez.

 

“Los elementos del desastre”. El Espectador, 21 de marzo de 1954.

 

7. Hijo de una soledad incurable

 

Nadie puede imaginarse cuál es el altísimo precio que paga Álvaro Mutis por la desgracia de ser tan simpático. Lo he visto tendido en un sofá, en la penumbra de su estudio, con un guayabo de conciencia que no le envidiaría ninguno de sus felices auditores de la noche anterior. Por fortuna, esa soledad incurable es la otra madre a la que debe su inmensa sabiduría, su descomunal capacidad de lectura, su curiosidad infinita, y la hermosura quimérica y la desolación interminable de su poesía.

 

Mi amigo Mutis. Discurso de Gabriel García Márquez durante la celebración

del cumpleaños número 60 de Álvaro Mutis, 25 de agosto de 1993.

 

8. Un agente literario informal

 

Álvaro Mutis estaba preso en la cárcel de México y me había escrito una carta pidiéndome algo para leer. Cogí los papeles de Los funerales de la Mamá Grande y se los mandé. Él se los prestó a la crítica Elena Poniatowska, a quien se le perdieron. No volví a saber de la cosa sino dos años después, cuando Mutis me llamó y me contó que los había encontrado y que los había llevado a la Universidad de Veracruz para que los publicaran, y que me estaba mandando un cheque por cien pesos mexicanos –menos de cien dólares–, correspondiente a los derechos de autor. Eso fue todo lo que recibí por Los funerales de la Mamá Grande.

 

“El novelista García Márquez no volverá a escribir”.

El Tiempo, diciembre de 1968.

 

9. Oyente de novelas falsas

 

Álvaro Mutis no solo es quien lee los originales, sino que mientras estoy escribiendo el libro lo pongo a buscar bibliografía, lo llamo por teléfono, le pregunto cosas, y a veces sucede además otra cosa que es muy linda. Tengo la superstición de que cuando se está escribiendo una novela, no se debe contar… porque se sala. Pero tengo que desahogarme de alguna manera con los amigos como Álvaro y como otros muchos o en visitas donde me preguntan: “¿Qué estás escribiendo?”. Porque descubrí una cosa: que mientras escribo, cuando la cuento, empiezo a encontrar fallos y empiezo a ver en las caras de la gente –aunque me digan que les gusta mucho– y noto cuando hay algunas personas a las que no les gustó y empiezo… y voy como “chuleando” lo que estoy hablando para saber dónde hay que vigilar. ¿Cómo hacerlo sin contarlo? Pues me invento una novela que se parece y la empiezo a contar. Y a través de esa falsa novela voy corrigiendo la novela real.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

 

10. Amigo de tiempos muy viejos

 

Rodrigo, mi hijo mayor, leyó Del amor y otros demonios y me llamó por teléfono. Me hizo un análisis muy completo y llegó a la conclusión de que el prólogo sobraba. Y me lo argumentó de tal manera que me dejó la duda. Entonces no dije nada, sino que cuando se lo mandé a Álvaro Mutis, se lo mandé sin el prólogo. Álvaro Mutis me hizo un análisis completo, estupendo, como siempre sabio, pero tenía un problema. Me decía: “Aquí algo me falta de perspectiva, de por qué tú escribiste este libro, por qué el autor tiene este libro que de alguna manera no tiene relación con los otros. Le falta como un ancla”. Entonces le mandé el prólogo y me dijo: “¡Maestro, pero cómo me hace esas vainas, pero claro que era esto!”. Entonces llamé a Rodrigo y le dije, y me dijo Rodrigo: “¡No tiene razón!”. “Discutan ustedes, no sé…”. Entonces lo puse en claro, el prólogo va por las mismas razones que me dijo Mutis, que hacían falta las razones por las cuales yo lo había puesto. Ahora, Rodrigo en todo lo que me decía tenía razón, pero lo que pasa es que él conoce muy bien mi obra atrás, pero no conoce mi vida atrás como la conoce Álvaro.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

 

 

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