Cinco reflexiones del escritor colombiano sobre Albert Camus.
Durante una entrevista que se publicaría en 1966 en el libro Los nuestros, Gabriel García Márquez le dijo a Luis Harss que La peste era el libro que a él le hubiera gustado escribir. Aquella novela de Albert Camus atraía al escritor colombiano porque giraba en torno a una de sus obsesiones predilectas: las epidemias (o enfermedades multitudinarias). Además, el texto de Camus heredaba con maestría los temas y el arte narrativo usados por Daniel Defoe en su Diario del año de la peste, otro de los libros de cabecera de García Márquez y del cual llegó hacer una adaptación cinematográfica junto a Felipe Cazals (El año de la peste, un largometraje que se estrenó en 1978).
Las historias ambientadas en tiempos de peste como las de Camus, Defoe o Sófocles (otro maestro de García Márquez cuyo Edipo rey sirvió de base para La hojarasca) contribuyeron sin lugar a dudas al desarrollo de la célebre “peste del insomnio” que contraen los habitantes de Macondo en Cien años de soledad y a la urdimbre de amores contrariados de Fermina Daza y Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera.
El doctor Bernard Rieux, de La peste, se anticipó al universo de médicos y doctores que García Márquez fue diseminando en las tramas de sus cuentos y novelas. Quizá el doctor Juvenal Urbino, de El amor en los tiempos del cólera, se pasea por las calles de enfermos de su ciudad en el Caribe como el doctor Rieux por las calles de enfermos en la ciudad de Orán.
En el Centro Gabo hemos recopilado cinco reflexiones de García Márquez sobre la vida, la obra y el legado de Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957. Las compartimos contigo:
La edad promedio a que se adjudica el premio es de 64 años, de modo que es una probabilidad estadística que los premiados mueran dentro de los siete años siguientes. Lo demuestran por la negativa con los premiados más jóvenes: Rudyard Kipling, el más joven de todos, que los recibió a los 42 años, murió a los 76; Sinclair Lewis, que lo obtuvo a los 45, murió a los 66; Pearl S. Buck, la bien olvidada, que lo obtuvo a los 46, murió a los 81, y Eugene O´Neill, que lo recibió a los 48, murió a los 73. La excepción bien triste fue Albert Camus, que obtuvo el premio a los 44 años, en el esplendor de su gloria y su talento, y murió dos años después, en el accidente de un automóvil conducido por un destino que tal vez no era el suyo.
“El fantasma del Premio Nobel (2)”.
Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El País y El Espectador,
9 de octubre de 1980.
En los Estados Unidos, que es el paraíso de los escritores de éxito, por cada autor que se vuelve rico de la noche a la mañana con la lotería de las ediciones de bolsillo, hay centenares de escritores aceptables condenados a cadena perpetua bajo la gota helada del diez por ciento. El último caso espectacular de enriquecimiento con causa en los Estados Unidos es el del novelista Truman Capote con su libro In Cold Blood, que en las primeras semanas le produjo medio millón de dólares en regalías y una cantidad similar por los derechos para el cine. En cambio, Albert Camus, que seguirá en las librerías cuando ya nadie se acuerde del estupendo Truman Capote, vivía de escribir argumentos cinematográficos con seudónimo, para poder seguir escribiendo sus libros. El Premio Nobel -que recibió pocos años antes del morir- apenas fue un desahogo momentáneo para sus calamidades domésticas, acarrea consigo unos cuarenta mil dólares más o menos, lo que en estos tiempos cuesta una casa con un jardín para los niños.
“Desventura de un escritor de libros”.
Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El Espectador,
7 de agosto de 1966.
En cada página de La peste se descubre que Camus sabía todo lo que se puede saber sobre las pestes medievales y que se había informado a fondo de sus características, de la forma y las costumbres de su microbio, y hasta de los tratamientos empleados en todos los tiempos. Casi como al descuido, esos conocimientos están aprovechados a todo lo largo del libro, inclusive con estadísticas y fechas, pero estrictamente calibrados en su función de soporte documental.
“Dos o tres cosas sobre «la novela de la violencia»”.
Artículo de Gabriel García Márquez escrito para La Calle,
octubre de 1959.
En La peste apenas estalla el dramatismo cuando salen las ratas a morir en la calle, o en el vómito negro y los ganglios supurados de un portero, mientras la invisible población de Orán está siendo exterminada por la peste, Camus -al contrario de nuestros novelistas de la violencia- no se equivocó de novela. Comprendió que el drama no eran los viejos tranvías que pasaban abarrotados de cadáveres al anochecer, sino los vivos que les lanzaban flores, desde las azoteas, sabiendo que ellos mismos podían tener un puesto reservado en el tranvía de mañana. El drama no eran los que escapaban por la puerta falsa del cementerio -y para quienes la amenaza de la peste había por fin terminado-, sino los vivos que sudaban hielo en sus dormitorios sofocantes, sin poder escapar de la ciudad sitiada. Sin duda, Camus no vio la peste. Pero debió sudar hielo en las terribles noches de la ocupación, escribiendo editoriales clandestinos en su escondite de París, mientras sonaban en el horizonte los disparos de los nazis cazando resistentes.
“Dos o tres cosas sobre «la novela de la violencia»”.
Artículo de Gabriel García Márquez escrito para La Calle,
octubre de 1959.
Un joven de Checoslovaquia abandonó su país con el ánimo de hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años, casado y rico, volvió a su pueblo natal, donde su madre y su hermana tenían un hotel. Sólo por hacerles una broma, el viajero dejó a su esposa en otro hotel del poblado y tomó una habitación en el hotel de la madre y la hermana, quienes no lo reconocieron después de tantos años de separación. Su propósito, al parecer, era identificarse al día siguiente durante el desayuno. Pero a medianoche, mientras dormía, la madre y la hermana lo asesinaron para robarle el dinero. Éste es el nudo de El malentendido, la conocida obra de teatro de Albert Camus, inspirada en una de esas historias sin origen cierto que la tradición oral transmite -con muy ligeras modificaciones-, no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Roger Quillot, autor de las notas con que el drama de Camus fue publicado en la edición de La Pléyade, dice que la historia se encuentra con muchas variantes en numerosos países y que desde la Edad Media aparecía en la tradición oral o en la prensa.
“Historias perdidas”.
Artículo de Gabriel García Márquez escrito para El País y El Espectador,
23 de febrero de 1983.
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