Un decálogo del escritor colombiano sobre la histórica ciudad del Caribe en la cual escenificó varias de sus historias.
Es imposible comprender la vida y la obra de Gabriel García Márquez sin tener en cuenta el papel que en ellas jugó la ciudad de Cartagena. Ubicada al norte de Colombia, en la región Caribe, Cartagena fue testigo de la evolución periodística y literaria de Gabo. Allí el futuro autor de Cien años de soledad publicó su primer artículo periodístico –en la página 4 del periódico El Universal– y fundó, junto con Guillermo El Mago Dávila, el periódico que hoy es considerado por muchos como el más pequeño del mundo: Comprimido.
La posición estratégica de Cartagena frente al mar, con su pasado colonial, sus casas señoriales plagadas de fantasmas y sus ruinas carcomidas por el tiempo, servirían como escenario principal para novelas como El amor en los tiempos del cólera (1985) y Del amor y otros demonios (1994), y obras de teatro como Diatriba de amor para un hombre sentado (1988). Fue en la capital del departamento de Bolívar donde el escritor decidió construir una casa a su medida, entre la Calle del Curato de Santo Toribio y una avenida que bordea las murallas.
Compartimos contigo diez frases de Gabo en las que resume su visión sobre Cartagena:
Cuando escribo sobre Cartagena, es como si escarbara en mi memoria y en mis recuerdos de infancia para ver qué puedo encontrar.
“Gabriel García Márquez: «El amor es mi única ideología»”.
Paris Match, julio de 1994.
Realmente amo estar en Cartagena; porque soy de allá ¿comprende? Allá tengo una casa simple, sabrosa, acogedora, con vista al mar y a la ciudad vieja. Es como si fuera mi medio ecológico. Creo que cuando uno descubre su medio ecológico, así como las plantas y los animales, hasta el organismo comienza a funcionar mejor.
“Yo imaginaba que alcanzaría un límite”.
O Globo y El Espectador, enero de 1988.
Habíamos llegado a la gran puerta del Reloj. Durante cien años hubo allí un puente levadizo que comunicaba la ciudad antigua con el arrabal de Getsemaní y con las densas barriadas de pobres de los manglares, pero lo alzaban desde las nueve de la noche hasta el amanecer. La población quedaba aislada no sólo del resto del mundo sino también de la historia. Se decía que los colonos españoles habían construido aquel puente por el terror de que la pobrería de los suburbios se les colara a medianoche para degollarlos dormidos. Sin embargo, algo de su gracia divina debía quedarle a la ciudad, porque me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer.
Vivir para contarla, 2002.
No es posible definir a Cartagena. Los historiadores han inventado otra Cartagena que no tiene nada que ver con la verdadera.
“Artes visuales, la poetización del espacio y la escritura:
una entrevista con Gabriel García Márquez”.
Universidad de Colorado en Boulder, octubre de 1987.
En Cartagena me vuelvo a sentir yo mismo, pero siempre con un margen completamente oscuro que es el de haberme ido tanto tiempo. Y es una lástima.
“Habla Gabo”. Revista Semana, mayo de 1985.
En Del amor y otros demonios la esclavitud, es decir, el elemento africano en Cartagena, no conservó muchas de sus creencias y de sus modos de vida y de sus religiones de sus antepasados africanos. Porque entiendo que la imposición de los españoles sobre ellos era tan fuerte que el sincretismo se hizo mucho más profundo y lo que tienen es más bien un catolicismo pervertido. Pero en cambio en Cuba y en el Brasil se mantuvieron intactas esas religiones, esas creencias, y por consiguiente ese modo de vivir.
“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.
Caracol Radio, mayo de 1991.
En Picadilly Circus (Londres) me siento como en el Portal de los Dulces de Cartagena.
“Gabo vuelve al periodismo”.
Revista Visión y El Pueblo, febrero de 1975.
El nombre de Plaza de los Evangelios se lo puse a esta plaza en un momento en que no sabía cuál plaza de Cartagena iba a ser la plaza donde vivía Fermina Daza. Es curioso: en la novela, para mí, era más la Plaza de los Evangelios que la Plaza de Santo Toribio, que es el nombre que tuvo originalmente en la Colonia. Durante la República se le cambió el nombre y ahora se llama la Plaza Fernández Madrid, el héroe de la estatua. No aparece en El amor en los tiempos del cólera porque es muy reciente. Aunque no está especificado, se supone que la novela empieza entre 1870 y 1880.
“El barco donde estaba el paraíso”.
Nexos, diciembre de 1993.
Hay algo que se ha perdido en la Costa. La manera de freír el pescado es una de ellas. Ya no encuentras tú un restaurante donde te vendan pescado frito como verdaderamente se fríe el pescado. Entre otras cosas, porque es anticomercial. La forma correcta de freír el pescado es como lo hacen en Ciénaga, que es de este modo: se llena el caldero completamente de manteca de puerco. Cuando la manteca esté hirviendo, se fríen las postas una por una. Nunca todas juntas. Una por una. Así es como queda perfecto el pescado frito. Queda compacto y con todo su jugo propio y sin grasa. Ese pescado frito ya no se encuentra. En Cartagena la única persona que lo fríe así es aquí donde mi comadre Leonor, en La Boquilla.
“García Márquez y la cocina del Caribe”.
Informe Cultural, 1990.
Cartagena es una ciudad que han intentado destruir durante más de cuatrocientos años, y, creo, está más viva que nunca.
“Gabo, el otro”.
El Colombiano, septiembre de 1996.
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