1939

1939 Primer trabajo

1939 Primer trabajo

 

Su madre lo matricula en el colegio Cartagena de Indias para que culmine la educación  primaria. Sin embargo antes  de ser admitido, pasó por una serie de exámenes reglamentarios:

 

Me preguntó qué cantidad era una gruesa, cuántos años eran un lustro y un milenio, me hizo repetir las capitales de los departamentos, los principales ríos nacionales y los países limítrofes. Todo me pareció de rutina hasta que me preguntó qué libros había leído. Le llamó la atención que citara tantos y tan variados a mi edad, y que hubiera  leído Las mil y una noches, en una edición para adultos en la que no se habían suprimido algunos de los episodios escabrosos que escandalizaban al padre Angarita. Me sorprendió saber que era un libro importante, pues siempre había pensado que los adultos serios no podían creer que salieran genios de las botellas o que las puertas se abrieran al conjuro de las palabras.

Vivir para contarla

 

Gabo lee La isla del tesoro y El conde de Montecristo. Tuvo su primera experiencia de lectura con el Quijote, gracias a la recomendación de su maestro Casalins, sin embargo la experiencia como él mismo lo manifiesta, no fue muy significativa:

 

Me aburrían las peroratas sabias del caballero andante y no me hacían la menor gracia las burradas del escudero, hasta el extremo de pensar que no era el mismo libro de que tanto se hablaba. Sin embargo, me dije que un maestro tan sabio como el nuestro no podía equivocarse, y me esforcé por tragármelo como un purgante a cucharadas.

Vivir para contarla

 

Sin embargo la segunda experiencia más tarde fue menos decepcionante y más pintoresca:

 

Hice otras tentativas en el bachillerato, donde tuve que estudiarlo como tarea obligatoria, y lo aborrecí sin remedio, hasta que un amigo me aconsejó que lo pusiera en la repisa del inodoro y tratara de leerlo mientras cumplía con mis deberes cotidianos. Sólo así lo descubrí, como una deflagración, y lo gocé al derecho y al revés hasta recitar de memoria episodios entero

 

Vivir para contarla

Con su padre, recorre la ciudad y, en especial, el mercado público donde, en un puesto de periódicos y revistas, lee historietas de Tarzán y de detectives y guerras del espacio. Rogelio el Conquistador de Buck Rogers y Benitín y Eneas de Mutt and Jeff.

Como los negocios de su padre andan muy mal, consigue su primer trabajo pintando carteles- “Pregunte por lo que no vea” o “El que fía salió a cobrar”-­‐ para una tienda llamada El Tokio. Trabaja también con un impresor local, y entre sus tareas figura la repartición de volantes por las calles.

A sus doce años Gabo era un niño enfermizo, pálido y físicamente poco desarrollado. Su padre se había ido de Barranquilla y lo había dejado junto a su madre al mando de la casa:

 

La pobreza de mis padres en Barranquilla, por el contrario, era agotadora, pero me permitió la fortuna de hacer una relación excepcional con mi madre. Sentía por ella, más que el amor filial comprensible, una admiración pasmosa por sumo carácter de leona callada pero feroz frente a la adversidad, y por su relación con Dios, que no parecía de sumisión sino de combate.

En los peores momentos se reía de sus propios recursos providenciales. Como la vez en que compró una rodilla de buey y la hirvió día tras día para el caldo cotidiano cada vez más aguado, hasta que ya no dio para más.

 

Vivir para contarla

 

En noviembre de este mismo año, tras la insistencia de Luisa Santiaga, su esposo regresa, y viajan a Sucre, para ensayar con otra farmacia.

 

Hitos históricos:

 

Fin de la guerra civil española y reconocimiento del gobierno de Franco por Francia y Gran Bretaña. Estalla la Segunda Guerra Mundial; invasión de Polonia por tropas del Reich y anexión del territorio austriaco.

 

Hitos literarios y culturales:

 

Eduardo Arias Suárez: Envejecer y otros cuentos de selección. Tulio González: El último arriero y otros cuentos. Se inicia la producción de los Cuadernos de Piedra y Cielo. Eduardo Carranza: Seis elegías y un himno. Jorge Rojas: La ciudad sumergida. Tomás Vargas Osorio: Regreso de la muerte. César Vallejo: Poemas humanos. Pablo Neruda: Las furias y las penas. A. Césaire: Cuaderno de un retorno al país natal. Ciro Alegría: Los perros hambrientos. Juan Carlos Onetti:  El pozo. María Luisa Bombal: “El árbol”. J.L. Borges: “Pierre Menard, autor del Quijote” W. Faulkner: Las palmeras salvajes; “Granero incendiado”. John Steinbeck: Las uvas de  la ira. Joyce: Finnegans Wake.  Jean Paul Sartre: El muro. F. E. Sillanpää, Premio Nobel.

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