¿Cómo usar las redes sociales para alimentar la movilización social y hacer que produzca cambios en la vida real? Experiencias desde el Festival Gabo 2018.
La movilización en redes sociales puede tener consecuencias políticas y sociales importantes y duraderas, pero, ¿cómo lograrlo? ¿Qué ejemplos exitosos en Latinoamérica podemos conocer? ¿Cómo se relaciona la movilización digital con la que ocurre en las calles y ‘en la vida real’? Estas fueron algunas de las preguntas que orientaron el panel ‘Más allá de lo virtual’: el poder transformador de las redes sociales, en el Festival Gabo 2018.
El panel, moderado por la periodista Renata Cabrales (parte del equipo de Convivencias en Red, del Centro Gabo), contó con la presencia de la periodista argentina Ingrid Beck, directora de la Revista Barcelona y una de las organizadoras de la movilización #NiUnaMenos, contra el feminicidio en ese país; el investigador y periodista brasileño-español Bernardo Gutiérrez, quien ha investigado los movimientos sociales digitales en nuestra región; el mexicano Alberto Herrera, director de la plataforma Change.org en México y Colombia; y la periodista chilena Francisca Skoknic, creadora de un bot de periodismo llamado Labot.
Estas fueron cuatro de las principales conclusiones del panel.
Para Gutiérrez, el verdadero ‘enganche’ de un movimiento social son las narrativas que se generan cuando las personas se encuentran, hablan de sus asuntos y se ponen de acuerdo. “Yo no creo mucho cuando me hablan de Twitter y las nuevas narrativas”, dice. “Puedes convocar más armando una hoguera y contando historias”, persona a persona.
Beck cuenta una historia parecida. Ella inició a mover el hashtag #NiUnaMenos junto a varios de sus colegas en Argentina que se reunieron en una sala de chat, pero parte de lo que permitió que se consolidara una manifestación multitudinaria a partir de esa ‘tendencia’ fue el trabajo de 30 años del movimiento de mujeres en ese país. “Esto es lo que caracteriza al feminismo, esta sororidad, esta transversalidad”. Esas historias luego comienzan a circular en plataformas digitales, y tienen el potencial de convocar más personas y otros grupos en torno a una misma causa.
Change.org ha facilitado mucho a los ciudadanos movilizarse por causas que creen justas. Herrera contó la historia de una petición a la cadena de radio MVS de que reintegrara a la periodista Carmen Aristegui, quien fue despedida poco después de que develó el escándalo de corrupción conocido como La Casa Blanca, en el que el presidente Enrique Peña Nieto tenía una lujosa casa construida por un contratista involucrado en una polémica licitación —investigación que le valió a Aristegui un Premio Gabo en 2015. Luego de reunir más de 230.000 firmas en su petición digital, decidió ir a ‘entregarlas’ en las instalaciones de la emisora. Tras publicar sus planes, una manifestación de 5.000 personas llegó de forma intempestiva a acompañarlo.
Una de las claves del éxito en todos los ejemplos que se compartieron en el panel fue la fluidez entre acciones digitales y acciones físicas. Los ‘hashtags’ y ‘tuiterazos’ daban paso a manifestaciones y actos políticos, y luego estos generaban más acciones digitales. Cuando los organizadores son ágiles para convocar y mantener la atención de los ciudadanos sobre sus causas, logran un mayor impacto político.
Un grupo puede ser muy eficiente moviendo una causa, pero solo va a tener un impacto grande si logra colaborar y conectarse con otros. Gutiérrez dice que el paro agrario de 2013 en Colombia se unieron grupos muy diversos, desde los activistas digitales de Anonymous hasta quienes estaban protestando —y lograron derrotar— la llamada ‘Ley Lleras’. Internet permite convocar y conectar personas y grupos, pero las narrativas más efectivas siempre nacen de la interacción entre personas.
Beck, por su parte, contó cómo el grupo de periodistas al que pertenece logró, rápidamente, convencer a otros grupos feministas de que compartieran su hashtag y su marcha. Para eso, es importante conocer las causas y las sensibilidades de los posibles aliados, para así lograr comunicarse con ellas y compartir audiencias y capacidad de convocatoria.
Internet ha hecho que la protesta sea más fácil y rápida que antes. Y aunque eso ha hecho que a los movilizadores digitales se les acuse de ‘activistas de sofá’, también ha permitido que nuevos actores comiencen a hacerse influyentes y a tener poder. “La sociedad aprende que no tiene una condición estrictamente de espectadora frente a lo que ocurre, y los tomadores de decisiones entienden que no son intocables”, dice Herrera.
Al final, las movilizaciones sociales exitosas cambian la agenda de los políticos, los medios de comunicación y los tomadores de decisiones. En Argentina, dice Beck, “hoy no hay dirigente que no tenga en su plataforma pública algo que tenga que ver con la agenda de género”. Un uso hábil de las redes sociales, y una movilización efectiva, pueden realmente cambiar las cosas.
Puedes ver el panel completo a continuación:
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