El valor de una historia periodística puede medirse por muchos factores, generalmente relacionados con la audiencia que la recibe: ¿Cuán novedosa es la información para el público? ¿A cuántas personas impacta? ¿Qué tan duradero es el efecto del hecho que se relata?
Pero, en ocasiones, el valor de contar esa noticia recae en quién la narra, y qué obstáculos, miedos y prejuicios debe superar para contarla. Este es el caso de las historias relatadas por los participantes de Cronicando, el primer taller de periodismo del Centro Gabo, de la FNPI, organizado en alianza con la Fundación Tenaris TuboCaribe.
Mandela, el barrio en el que viven los 30 participantes de Cronicando, es notorio por ser fundado por desplazados del conflicto armado colombiano que, aunque lograron escapar de la guerra, hoy luchan contra la pobreza y la violencia urbana. Es un contexto donde ser periodista difícilmente es una alternativa popular de trabajo y, mucho menos, de ocio.
Lo que ha logrado Cronicando
José Luis Guzmán, un carismático joven de 13 años que ha hecho parte de las tres ediciones del taller, explica que la mayoría de trabajadores que viven en el barrio se dedican a ser celadores, empleadas domésticas, tenderos o vendedores informales de comida en sectores más privilegiados de la ciudad. Quienes no trabajan, sobre todos los más jóvenes -- cuenta José -- se ven en algunos casos seducidos por las pandillas. “Lo que se ve cuando uno sale del colegio es que llegan los policías buscando a los pelaos de las pandillas”, relata.
José admite que en algún momento quiso ser agente de policía. Eso cambió en 2016 cuando la FNPI y la Fundación Tenaris TuboCaribe presentaron en Nelson Mandela su primer proyecto de formación y producción en periodismo para niños y jóvenes.
La idea de Tenaris, empresa con sede en Mandela, era fortalecer los lazos de desarrollo en el barrio. Junto a la FNPI organizó un taller que permitiera despertar e impulsar en los niños de esta comunidad vocaciones hacia las artes y las ciencias, y enseñarles el poder de contar historias.
A través de una sencilla prueba se escogió a la que sería la primera generación de Cronicando, de la que hizo parte José Luis, entonces de 11 años. “Aparecía la imagen de un hombre comiendo una hamburguesa”, recuerda José. “Nos dijeron que le hiciéramos la mayor cantidad de preguntas que le quisiéramos hacer al hombre”.
Los primeros ejercicios
José pasó a hacer parte de un grupo de 40 niños de Nelson Mandela, que a lo largo de un mes aprendieron, junto a los profesores Marcelo Franco y David Lara, sobre los géneros periodísticos, realizaron reportería, entrevistas e incluso registro fotográfico. Su trabajo quedó plasmado en un periódico que ellos mismos editaron y se llamó ‘El Nuevo Gabo’.
La primera nota periodística de José, la historia de un hombre que jugaba dominó todos los días mientras atendía su pequeña licorería, quizás no sea del interés de las personas de afuera del barrio, pero le permitió a José no solo perder el miedo a preguntar a desconocidos y a expresarse por medio de la escritura, sino también a ver el lado más amable de Mandela. “El periodismo nos anima a buscar información y contarla. Eso nos permite cambiar puntos de vista: ver no solo lo negativo sino lo positivo de las cosas”, reflexiona el joven.
Con Cronicando, José Luis descubrió su vocación por el periodismo, el cual describe como una labor “para personas que no pueden temerle a nada, porque tienen que llegar a lugares que uno no se imagina”. Hoy, cuenta su madre Esmeralda Luna, es común ver al estudiante de octavo grado haciendo entrevistas a sus familiares, utilizando un peine como micrófono e interrogándolos sobre qué almorzaron y cómo estuvo su jornada laboral.
Superando el miedo y el prejuicio
Fabián Jiménez, de 13 años, también ha hecho parte de las tres versiones de Cronicando. Curiosamente, no hizo parte del proceso de selección para el primer taller, pero se interesó al observar las clases desde la distancia mientras hacía sus labores en la biblioteca del barrio.
“Le pedí a José Luis (Guzmán) que le preguntara al profesor si podía entrar a la clase. Cuando entré, nunca más quise salirme, ni perderme de nada. Me encantó”, recuerda.
Aunque Fabián desde el principio destacó por su efusividad y facilidad para expresarse, lo cual es poco usual en niños y jóvenes que toman el taller por primera vez, él admite que Cronicando le ayudó a no sonrojarse por residir en Mandela.
“Yo aprendí a que no debo avergonzarme del barrio en el que vivo. Yo sé que aquí tenemos problemas económicos y muchas otras cosas. Pero aquí hay talento, cultura, y aquí es donde he hecho toda mi vida educativa”, expresó.
Las enseñanzas que deja Cronicando
Daniela Terán, de 16 años, está participando por segunda vez en el taller, al cual ingresó desde su segunda edición en 2017. Sus ojos se iluminan al recordar los momentos de anticipación mientras se daban a conocer los escogidos al taller, cuyo resultado fue un periódico impreso llamado ‘Voces del Barrio’. “Estaba comiéndome las uñas y le agarraba la mano a una amiga. Cuando anunciaron los elegidos y dijeron ‘Daniela’, ¡yo pegué un brinco!”
Pese a tener vocación por las artes plásticas, gracias a Cronicando Daniela también ha desarrollado interés por el periodismo. “Yo pensaba que uno necesitaba muchas cosas para entrevistar a unas personas. Aprendí que para hacer periodismo solo necesitamos una libreta, un lápiz y hacer las preguntas correctas”.
De los maestros de Cronicando aprendió que la seguridad al hablar solo se adquiere al equivocarse muchas veces y seguirlo intentando. “No podemos dejar que nadie, ni siquiera uno mismo, te diga que no puedes hacer las cosas. Siempre hay que seguir esforzándose”, aseguró.
Su compañera Gabriela Mercado, quien participó en el primer Cronicando, y hoy hace parte del tercero, considera que el taller le ha ayudado a cambiar. Ella cuenta que no era capaz de preguntar “ni el nombre” a los vecinos del barrio en las primeras semanas de Cronicando. “Pero finalmente en el primer año aprendí mucho: aprendí de fotografía, de prensa, aprendí a ir a una casa a hacer preguntas (risas) y al final del año el resultado fue bastante bueno”, evocó la joven.
En el taller de 2018, cuyo enfoque es en el periodismo radiofónico, admite sentirse incluso más a gusto: “me gusta más la producción sonora, sobre todo la parte de edición; usar los programas y herramientas”. Tanto así, que es capaz de afirmar que le gustaría verse en el futuro como una periodista.
El impacto de Cronicando en Nelson Mandela
Como particularidad de la tercera edición de Cronicando, todos los jóvenes participantes de este año integraron al menos una de las anteriores versiones; esto con el objetivo de medir el impacto que ha tenido en ellos el taller a lo largo del tiempo.
Esteban Pardo, un joven biólogo de la Universidad de los Andes y entusiasta de la radio, acompañó parte del proceso de edición de las piezas radiofónicas que serán el resultado final del taller. Él se vio gratamente sorprendido por la calidad de las historias que sugirieron los jóvenes para el magazine radial que producirán, el cual, al igual que el periódico que crearon el año pasado, se llamará ‘Voces del Barrio’.
“Todos tienen muy buenas ideas: el señor que vende el pescado, el acueducto que se instala en el barrio, o cómo se vive el Mundial en el barrio”, contó Pardo. “Es chévere que tengan esas ideas de historias y de preguntas; que digan: ‘yo siempre vi a ese tipo pero nunca pensé en hablarle’ y que puedan ir, entrevistar, conocer a la gente y contar una historia”.
Pero no se trata solo de la calidad de las historias. Para Esmeralda Luna, madre de familia del barrio, Cronicando, como pocas veces se vio antes en Nelson Mandela, se ha convertido sido una plataforma para que los niños “puedan alzar su voz, decir ‘yo estoy aquí, escúchenme, yo quiero salir adelante’”.
“A veces los niños tienen miedo a que se les escuche”, sostiene Esmeralda. “Piensan que no pueden estar en un programa como este y muchos se resignan a ser pandilleros. Pero el cambio que han tenido los niños en Cronicando los ha ayudado a tener otra visión, a no quedarse estancados”.
Y ese es el valor de las historias contadas en Cronicando: demostrar que la ética y los recursos narrativos del periodismo pueden llegar a ser herramientas de crecimiento personal y ciudadano para niños y jóvenes.
Sobre el Centro Gabo
El objetivo del Centro Gabo es generar procesos de apropiación social del conocimiento a partir del legado en movimiento de Gabriel García Márquez, para despertar e impulsar vocación hacia las artes y las ciencias, promover el pensamiento crítico e innovador, e inspirar y formar a la ciudadanía en el uso ético y creativo de la investigación, narración y divulgación de historias.
Este proyecto surge como alianza público-privada y académica, a partir de la ley de honores 1741, expedida por el Congreso de Colombia en el año 2014, luego del fallecimiento del Nobel de Literatura colombiano, que declaró como proyecto de interés público la creación en Cartagena de un ‘Centro Internacional para el legado de Gabriel García Márquez’.
Sobre la FundaciónTenarisTuboCaribe
Desde su creación en 2012, la Fundación TenarisTuboCaribe trabaja en el barrio Nelson Mandela, donde lidera varios proyectos con énfasis en educación básica y técnica, cultura y buen uso del tiempo libre. En los últimos 6 años ha invertido más de 14.000 millones de pesos en actividades de desarrollo social. Tenaris es líder global en la producción y abastecimiento de tubos de acero y servicios para la industria energética mundial y otras aplicaciones industriales.