Doce reflexiones del escritor colombiano sobre la importancia de la mujer en la sociedad y en su obra literaria.
Es muy raro no encontrar a una mujer en las historias de Gabriel García Márquez. Esto se debe a que su universo literario depende íntimamente de los personajes femeninos, algunos de ellos tan emblemáticos como Úrsula Iguarán (Cien años de soledad), Fermina Daza (El amor en los tiempos del cólera) o Sierva María de Todos los Ángeles (Del amor y otros demonios).
Ya desde muy pequeño Gabo estuvo rodeado más de mujeres que de hombres. Y así continuó siendo a lo largo de su vida, en una especie de círculo virtuoso donde las mujeres de la realidad influían a las de su ficción, al mismo tiempo en que las mujeres de su literatura forjaban un concepto con el cual juzgar a las de la realidad. Desde esa perspectiva es posible entender mejor la génesis de relatos como “El avión de la bella durmiente”, “El rastro de tu sangre en la nieve” o “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”.
Compartimos contigo doce pensamientos en los que el escritor colombiano intentó definir y valorar el papel de la mujer en la sociedad y en su narrativa:
Creo que la mujer es el ser fuerte, el sexo fuerte, y que gracias a ella la historia sigue adelante. Da la impresión de que los hombres son los protagonistas de la historia, pero si lo son es porque alguien está sosteniendo el mundo detrás de ellos, y este alguien es la mujer.
“Estoy tan metido en la política que siento nostalgia de la literatura”.
El Viejo Topo, 1979.
Los hombres no servimos para gobernar este país. Servimos para pintar, para escribir, para jugar fútbol… Hay grandes talentos médicos, grandes talentos del narcotráfico. Hay grandes talentos del bien y del mal. Todos son muy buenos en cada una de las especialidades. En lo único en que hemos sido malísimos es en gobernar el país. La salida son las mujeres. Probemos con una mujer.
“Habla Gabo”. Revista Semana, mayo de 1985.
Mis mujeres están mucho más enraizadas en la realidad que los hombres. Tienen los pies bien plantados; son sólidas, pacientes, constantes. Los hombres son criaturas quiméricas, capaces de acciones locas y grandiosas, pero incapaces de la paciencia y la constancia, débiles en la adversidad, buscando el apoyo de la mujer que en la adversidad será firme como las rocas.
“Escribir bien es un deber revolucionario”.
Triunfo, junio de 1977.
Soy, definitivamente, un antimachista. El machismo es cobardía, falta de hombría.
“Gabriel García Márquez”. 7 Voces, junio de 1971.
No hay nada comparable a la lealtad de una mujer a condición de que se establezcan las reglas del juego desde el principio, y que uno las cumpla sin engaños de ninguna clase. Lo único que esa lealtad no puede soportar es la mínima violación de las reglas establecidas.
El olor de la guayaba, 1982.
El machismo es lo que más detesto en este mundo. Toda mi obra es una condena larga y constante de esa actitud, porque el machismo es la peor desgracia que tenemos en América Latina y particularmente en el Caribe.
“Encuentro con Gabriel García Márquez”.
Retrato de García Márquez, 1989.
No podría entender mi vida, tal como es, sin la importancia que han tenido en ella las mujeres. Fui criado por una abuela y numerosas tías que se intercambiaban en sus atenciones para conmigo, y por mujeres del servicio que me daban instantes de gran felicidad durante mi infancia porque tenían, si no menos prejuicios, al menos prejuicios distintos a los de las mujeres de la familia. La que me enseñó a leer era una maestra muy bella, muy graciosa, muy inteligente, que me inculcó el gusto de ir a la escuela solo por verla. En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres, y en las cuales se orientan mejor con menos luces. Esto ha terminado por convertirse en un sentimiento que es casi una superstición: siento que nada malo me puede suceder cuando estoy entre mujeres. Me producen un sentimiento de seguridad sin el cual no hubiera podido hacer ninguna de las cosas buenas que he hecho en la vida. Sobre todo, creo que no hubiera podido escribir.
El olor de la guayaba, 1982.
A una mujer vestida de amarillo no se le puede negar nada.
“Entregaré un Bolívar de carne y hueso”.
El Nacional, mayo de 1988.
Las mujeres están aquí para perpetuar el mundo, la especie. Para que esos locos, esos imbéciles que están ahí no acaben todo.
“Yo imaginaba que alcanzaría un límite”.
O Globo, enero de 1988.
Realmente el poder de las mujeres es el que mueve al mundo.
“El barco donde estaba el paraíso”.
Nexos, diciembre de 1993.
Nada hay más bello en este mundo que una mujer bella, de manera que el gran conjuro de todos los males es una mujer bella.
“No pude darme el lujo de emocionarme”.
El Mundo, diciembre de 1982.
Eréndira es el alegato más bárbaro que se puede imaginar en favor de la liberación de la mujer. Se sirve de todos los medios para su liberación, hasta del amor. Ella utiliza al joven Ulises, ese muchacho que representa la pureza en ese universo tan sórdido, para salir de su situación y volarse. ¡Se piensa que este amor será un fin y una expansión para ella, cuando no es más que un medio!
“Gabriel García Márquez y la mujer”.
Lui, noviembre de 1986.
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