Epístola personal a Gabriel García Márquez

La carta de una estudiante de comunicación social de la Universidad Central al escritor y periodista colombiano.
Por:
Laura Fernanda Amaya Jiménez

Señor 
Gabriel García
Márquez

Quizás escribirle resulte una total osadía, pero a veces son necesarios este  tipo de ejercicios. Me presento: mi nombre es Laura Fernanda Amaya Jiménez, estudio comunicación social y periodismo en la Universidad Central. El motivo de la presente es porque a través de ésta quiero de la manera más cordial y respetuosa, expresarle que ha sido usted uno de mis pilares literarios más grandes, sin contar claro está, que su forma de apasionarse por el periodismo es algo que mueve fibras y genera sensaciones inexplicables (todas ellas fantásticas).

Esta carta la escribo porque aparte de ser un trabajo académico para Campo, una materia que veo en la Universidad, es también una excusa perfecta para demostrar a usted lo mucho que me conmueve redactar esta epístola; porque es sin lugar a duda el mejor homenaje que una estudiante como yo puede ofrecer a una persona que ha inspirado de una manera u otra mis poemas y mis escritos académicos, pero que también me ha contagiado de pasión por el periodismo y que sobre todo me ha demostrado que esto realmente es una labor valiente que vale la pena ejercer. Quisiera también a través de la presente que pudiera ayudarme a despejar una pregunta que surge desde siempre, o al menos, desde que decidí apostar por esto de ser comunicadora y periodista.

¿Cómo se pelea contra un sistema que no permite del todo la libertad de prensa y que maneja lo que debe salir a luz? ¿Cómo hacer periodismo responsable sin miedo a ser censurado?

Ahora bien, una vez formulados los interrogantes me centraré en hacer de esta carta el más sentido reconocimiento.

Siempre me he considerado una persona amante de la buena literatura y de la verdad, siempre he intentado trasladar ese amor infinito por lo puro a esta carrera que aunque hermosa y llena de retos puede mostrarse algo complicada. Siempre, señor Gabriel, he hecho de los sentimientos y las sensibilidades mi filosofía de vida. Entonces en este proceso de darle sentido a mi profesión, a mi literatura... a mi vida, me encuentro  con usted, un ser que relata la realidad de una manera tan magnífica que es capaz incluso de hacer que los ojos se encharquen y de un momento a otro brote una lágrima.

No sabe lo mucho que me conmueven sus historias y la admiración que siento por esa labor periodística que en algún momento realizó. Uno muchas veces se imagina que la magia se encuentra en lo majestuoso, en el reconocimiento, en el dinero y en esas cosas que el mundo impone... pero entonces llega usted y demuestra que nada de eso es verdaderamente mágico. Y que para descubrir lo atractivo y real de la magia usted se regocijó disfrutando de un buen poema, de las mariposas amarillas de las que tanto habla, del son de un acordeón, de las historias que Macondo tenía por contar o de los testimonios que Aracataca le proporcionaba. Usted señor, hizo de su vida un verdadero poema y ha inspirado a personas como yo a apostar realmente por lo grandioso que resulta hacer periodismo o tal vez escribir literatura.

Señor Gabriel, ha encendido en mí una sed insaciable por querer ir más allá de las cosas, por interesarme por aquellas vivencias, que aunque cotidianas pueden convertirse en el más puro realismo mágico, si se aprende a descubrir la grandeza en la pequeñas cosas y a que todos tienen algo qué decir, qué contar, algo que los mueve, algo que los hace ser lo que son.

Gracias infinitas por eso maestro, gracias por su pasión, por su talento, por su vida... Gracias porque me ha ayudado a descubrir con su literatura mi vocación, mi mejor momento y todo lo que puedo llegar a dar. De corazón deseo ser como usted de grande.

Atentamente,

Una admiradora para la eternidad.

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