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Barcelona en 6 reflexiones de Gabriel García Márquez

Seis apuntes de Gabriel García Márquez sobre la capital de Cataluña.

Redacción Centro Gabo

Gabriel García Márquez y su familia llegaron por primera vez a Barcelona en noviembre de 1967. No fue una visita turística. El escritor colombiano viajó a la ciudad catalana con la determinación de vivir en ella y escribir El otoño del patriarca, la quinta novela de toda su obra y la primera luego del éxito arrollador de Cien años de soledad.

Esta etapa en Barcelona fue una de las más fructíferas en su carrera de escritor y coincidió con el auge y la caída del llamado boom latinoamericano. Aunque vivió en varios edificios de la ciudad (un apartahotel de la calle Lucano, en el barrio del Putxet, y un apartamento en el número 168 de la avenida República de Argentina), fue en los bajos del número 6 de la calle Caponata, en Sarriá, donde residió la mayor parte del tiempo antes de marcharse definitivamente a México en 1975.

En Barcelona vivía Carmen Balcells, su agente literaria, y se concretaron varios proyectos editoriales, entre los cuales se destacan Relato de un náufrago (1970), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Cuando era feliz e indocumentado (1973) y Ojos de perro azul (1974).

Si bien su famosa novela del dictador latinoamericano, El otoño del patriarca, se publicó poco después de que Gabo y Mercedes dejaran España, todo el proceso creativo corresponde a esta época en la que incluso la dictadura franquista sirvió de inspiración para ambientar parte de la historia. Del mismo modo, algunos de los relatos que integran los Doce cuentos peregrinos están ambientados en Barcelona y en varias provincias de Cataluña que el autor conoció durante estos años. Ejemplo de ello son “Tramontana”, “María dos Prazeres” y “Sólo vine a hablar por teléfono”.

En el Centro Gabo hemos recopilado seis reflexiones de Gabriel García Márquez sobre la Ciudad Condal. Las compartimos contigo:

 

1. Barcelona, una ciudad imposible de dejar

 

Llegué a Barcelona en el otoño de 1967, con toda mi familia y con el ánimo de quedarme ocho meses que me sobraban de una novela, y me quedé siete años. Más aún: de algún modo difícil de explicar, todavía no me he ido por completo, ni creo que me vaya nunca.

 

“España: la nostalgia de la nostalgia”.

Columna de Gabriel García Márquez publicada en El Espectador y El País, 12 de enero de 1982.

 

2. La urbe del Sabio Catalán

 

En los años que viví en Barcelona pasé de no tener para comer a poder comprarme casas. Tengo la impresión de que aquella ciudad no me sorprendió mucho. Era como si ya la hubiera visto antes. La razón por la cual no fui a ningún otro lugar es Ramón Vinyes, el “sabio catalán” que hice aparecer como personaje en Cien años de soledad. En la Barranquilla de mi juventud, él me había «vendido» hasta tal punto la Barcelona idealizada de sus recuerdos de exiliado, que no dudé en ningún momento.

 

“Dejar de escribir no ha cambiado mi vida”.

La Vanguardia, febrero 2006.

 

3. Los latinoamericanos de Las Ramblas

 

Sentía una gran nostalgia de aquellas hermosas nostalgias esa noche de la semana pasada en que salí del teatro con mis amigos de Barcelona. Las ramblas estaban más concurridas y delirantes que nunca, todavía con las enormes estrellas de luces de colores de la Navidad. En medio de la muchedumbre bulliciosa, de los gringos despistados y las suecas suculentas y casi desnudas en enero, estaban los exiliados de América Latina con sus ventorrillos públicos de baratijas, con sus niños envueltos en trapos, sobreviviendo como pueden mientras llega también para ellos el barco del regreso. Son quizá 250.000 en toda España, y no son muchos los que tienen la suerte de que los quieran tanto en España como queríamos nosotros a los republicanos errantes que nos enseñaron a vivir la nostalgia de la nostalgia.

 

“España: la nostalgia de la nostalgia”.

Columna de Gabriel García Márquez publicada en El Espectador y El País, enero de 1982.

 

4. La novela que se escribió en la Ciudad Condal

 

La novela El otoño del patriarca fue escrita en Barcelona porque yo necesitaba vivir el ambiente de una vieja dictadura. La vida cotidiana española, y su historia están en el libro. Incluso puedo decir que uno de los problemas que surgieron en la creación de la obra fue que la realidad cotidiana española interfería mucho en el libro. Por ejemplo: la esposa del general, Leticia Nazareno, debería haber muerto al explotar una tremenda carga de dinamita en la cajuela de su coche. Este episodio estaba escrito dos años antes de la muerte de Carrero Blanco, pero después de eso tuve que buscar otra forma de muerte para ella pues la versión periodística del atentado se parecía sorprendentemente a lo escrito por mí, y así fue como salió lo de los perros. Tú sabes que el libro ha tenido un nuevo impulso en España después de la muerte de Franco porque los españoles se han encontrado de pronto con que la realidad les estaba dando referencias que ya habían visto en el libro y que, posiblemente, sean casuales, no lo sé; también fue que viví seis o siete años en España mientras escribí el libro y, quizá de una manera inconsciente, observaba la realidad que me circundaba. La impresión que tengo es que los españoles no lograron identificar ni el contexto ni los personajes sino hasta el momento en que Franco comenzó su agonía, por las circunstancias de esta, por el ambiente que se creó alrededor de su muerte y probablemente por la reacción que el mismo lector experimentó ante la inminencia de la muerte de Franco. No obstante, es probable que el personaje al cual menos se parece el patriarca sea a Franco. Franco era un personaje muy extraño, era un asceta, un hombre que carecía de toda ambición, salvo la del poder, no tenía ninguna otra, era la ambición del poder puro y simple. Parecía un hombre sin pasiones, sumamente frío. Yo lo conozco muy mal, no hice ninguna investigación en relación con su figura. En fin, lo curioso es que tengo noticias de amigos que han vuelto al libro con otra óptica después de ese mes de agonía en que nadie sabía si vivía, si no vivía, si ya estaba embalsamado o no lo estaba, etc.

 

“García Márquez en México”.

Revista de la Universidad de México, febrero de 1976.

 

5. Un lugar donde es posible escribir

 

La gente de Barcelona es estupenda. El español lo es. Me voy a quedar aquí porque es menos caro que París y te dejan trabajar más que en Madrid, donde hay una taberna a cada paso y amigos, y son tan simpáticos, y todo está tan lleno de tentaciones. Además, Barcelona me gusta mucho, aunque ya no sienta lo que sentía en mi país.

 

“La buena hora de GGM”.

Cuadernos hispanoamericanos, abril de 1969.

 

6. La puerta a Europa

 

Barcelona era la puerta a Europa: desde allí, Mercedes y yo nos desplazábamos a Londres (donde aprendimos inglés), Milán… Asistíamos a conciertos, estrenos teatrales, calmé toda mi ansiedad cultural.

 

“Dejar de escribir no ha cambiado mi vida”.

La Vanguardia, febrero 2006.

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