Son 86 años los que danzan por las arrugas de Carlos Nelson Noche Fontalvo, uno de los más grandes amigos de Gabriel García Márquez, en Aracataca, Magdalena. El viudo de Soledad Ramos de Noche, durante la mañana, en una mecedora evoca aquellos tiempos de parrandas interminables que pasó con el Nobel de Literatura. Acomoda el bastón a su derecha, se mece pausadamente y saluda a todos los que lo ven sentado en la terraza de su casa.
La voz de Carlos Nelson es como esas voces viejas que se convierten en leyendas, en bocanadas de aire y en música del tiempo. Aunque no conoce todos los secretos de Gabo, Noche recuerda en menudas palabras cuando juntos bebían ron, la última visita del escritor y, al final, cuenta cuál era el truco para despertar la memoria de García Márquez:
“Él vivió varias experiencias, entre esas está su regreso de Venezuela, y fue cuando se dedicó a vender enciclopedias aquí en Aracataca. Lo que ganaba, nos lo gastábamos en ron. Una botella de ron costaba 60 centavos, ni si quiera 1 peso, eran centavos. Nosotros no fiábamos, pues el ron era muy barato".
Los vallenatos eran como otro personaje, un amigo, que los acompañaba en los festejos; no celebraban fechas especiales: festejaban la vida misma, el haber coincidido en este mundo, el hecho de ser paisanos. Ahora que Gabo no está, él celebra la nostalgia de la amistad a punta de recuerdos que laten.
"Escuchábamos vallenato porque a Márquez le gustaba; le fascinaban las canciones viejas. Bebíamos todos los días. Nuestra aventura era beber en mi casa. Por cierto, conservo una fotografía que está en la sala de mi casa, en la cual estamos los dos tomando; eso fue como en el 2007, en su última visita a la tierra que lo vio nacer".
Carlos es un testigo de las visitas del escritor de ‘El coronel no tiene quien le escriba’. Veía correr a los enamorados de sus letras y a los que deseaban una fotografía para el recuerdo.
"La última vez que vino casi que no lo dejaban salir del carro. Las hermanas, sus amigos y todo el pueblo lo esperaban con los brazos abiertos. Cada vez que él llegaba a Aracataca la gente se amontonaba; era un sinfín de personas en la calle que venían de todas partes. Los vagones del tren se repletaban. Gabo venía con Mercedes Barcha —aquí le dicen ‘La Gabita’—. A los hijos de Gabo no los conozco todavía".
Antes de la última llegada de Gabo a su tierra, los dos amigos se vieron en Cartagena. Carlos Noche llevó todo de Aracataca a la ciudad: la carne de cerdo, de res y de gallina y la vitualla para preparar un auténtico sancocho. Cuando estaban comiendo, Carlos le dijo a Gabriel García Márquez:
—Oye, lo que nos estamos comiendo lo traje de Aracataca.
—¡Carajo! Entonces estoy en Aracataca —enseguida le respondió.
—Gabo, también traje bollo de yuca con chicharrón.
—Y yo que tenía casi 50 años sin comer bollo e’ yuca —lo dijo con la alegría de descubrir un sabor que transporta a la umbilicalidad.
"A Gabriel ya se le olvidaban las cosas. Había que hablarle de las vainas viejas pa’ que se acordara", reveló Noche.
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