He leído la obra completa de Gabo en varios momentos de mi vida, en especial cinco: adolescente (mi docente de español me prestaba sus libros de Gabo y los devoraba rápido, al tiempo que soñaba en que no me los pidiera). Dos, cuando adelantaba mi formación superior, en la comunidad religiosa salesiana y no paraba de leer ni en la eucaristía o en el comedor... Era una necesidad de seguir leyendo, de no detenerme. Incluso, en una materia de lectura, el docente nos pidió leer la obra de Kafka y desde ella hacer un trabajo especial. Le supliqué que me dejara cambiarla por otro autor, después de tanto argumentar me permitió leer El otoño del patriarca -mi libro favorito de Gabo-, realizando un ensayo personal de la obra más solitaria de mi Nobel de Aracataca. Tres, al iniciar mis estudios de periodismo; me decían Gabo, por mi uso permanente de su referencia y pasión por la obra. Lleve una carpeta con registros de prensa sobre él. Cuatro, para superar la soledad que me acompañó cuando vivía en Bogotá, comencé a leer la obra completa de Gabo, desde el 17 de diciembre de 2015, y desde entonces me he leído toda la obra literaria (poemas, cuentos, novelas, teatro, "ensayos-discursos"), discursos, talleres de periodismo y cine, guiones de cine, periodismo (lo que he podido arrasar, iniciando por la compilada por Jacques Gilard), entrevistas, publicaciones en prensa y varios libros y textos sobre su obra, vida y estudio de la misma. Esta lectura exclusiva en clave macondiana, irá hasta finales del 2020. Cinco, llevo un registro, en estos textos que leo desde diciembre de 2015, donde señaló el distrito, ciudad o municipio - y departamento-, fecha, hora, localidad, barrio, sitio - acción. Es una conexión entre mi cotidianidad y mi vocación literaria que, en este momento de la historia, desarrollo como lector apasionado y fiel del hijo del telegrafía de Aracataca, Gabriel José de la Concordia García Márquez.
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