Para empezar, debo admitir que hasta la edad de dieciséis años pensaba que debía estudiar física elemental o alguna ingeniería y me angustiaba la idea de creer que realmente no sería feliz con ello. Sin embargo, en una tarde del mes de marzo me senté a leer cerca de los viveros del colegio y ese día lo entendí, la literatura debía marcar el camino que seguiría el resto de mi existencia. Confieso que fue un alivio. Desde ese día, tengo la convicción de que existen obras literarias con la capacidad de mostrarnos la ruta a seguir a lo largo de nuestras vidas.
Acerca de cómo llegué a esa tarde, he de explicar que sin saber el impacto que causaría en mí, días antes motivé a mis compañeros de clase para que votaran por la lectura del parcial: «Cien años de soledad»; con ella debíamos hacer varios trabajos, entre ellos, una obra teatral que resultó ser un éxito. El título del libro parecía ser apropiado si algún día alguien quisiera hacer la síntesis de mi vida, porque a pesar de las compañías, la soledad nunca ha dejado de ser el consuelo de los años. Como si eso no fuera suficiente, las primeras líneas me dejaron en una especie de suspensión idílica. Cada vez que leía, me gustaba sentarme cerca de las hortensias mientras el tiempo se desgajaba en una llovizna.
Disfruté cada historia dentro de la historia, la complejidad de los personajes, las acciones, el juego con el tiempo, de las descripciones. Todo eso era fantástico y mejor aún, me mostraba un compendio de realidades latinoamericanas al tanto que afloraba la magia que estaba en ellas. Cuando me acerqué al final, me parecía imposible detenerme para respirar, y así como Aureliano Babilonia parecía estar descifrando el instante que estaba viviendo, yo me encontraba descifrando mi propio camino. En la última página del ejemplar, se lee: «… antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra». (García Márquez, p. 325)
Entendí que no podía vivir lejos de las letras, que la narración y los versos estarían enlazados con mi existencia. Quería entender cómo un escritor era capaz de crear esos párrafos y cuáles habían sido los factores que habían influido al momento de producir la obra que tenía en mis manos. Esta obra literaria me marcó profundamente; por un lado me llevó a la determinación de abandonar la idea de dedicarme a la física elemental o a la ingeniería y por otro lado me mostró un rumbo que nunca hubiera imaginado, estudiar literatura.
Asimismo, hay personas que piensan que una obra literaria no cumple más que una función estética y esto la limita, evita con ello que sean realmente trascendentes en la vida de cualquier lector. Sin embargo, existen muchos casos donde un lector se ve fuertemente influenciado por una obra a tal punto de cambiar el curso de su diario vivir, por ejemplo: Gabriel García Márquez, el único escritor colombiano al que se le ha otorgado el premio Nobel de Literatura. Me refiero al encuentro que tuvo con la obra «Metamorfosis» de Franz Kafka, él ya era un lector voraz, pero en el momento en que leyó las primeras páginas, sintió que algo cambió. En sus palabras: Leía mucho, leía todo lo que me caía en las manos y abrí esto y decía: «una mañana Gregor Samsa se encontró convertido en un gigantesco insecto». Yo tengo… lo recuerdo como si me hubiera caído de la cama en ese momento y fue una revelación, es decir, si esto se puede hacer, esto sí me interesa. Yo antes de eso, probablemente había pensado que eso no se podía hacer a pesar de que me había tragado completitas «Las mil y una noches». Pero aquí había una cosa importante que era de método, ese era un método para contar una cosa que yo no lo tenía. Fue una verdadera resurrección, de ahí me levanté a escribir mi primer cuento, el primero que se publicó, «La tercera resignación», que se publicó en «El Espectador», lo escribí a partir de esa lectura y a partir de ese momento todas mis lecturas se orientaron en ese sentido que era en la novela contemporánea, y ahí me quedé, todavía no he logrado salir. (La metamorfosis de…, 2015, párr. 1)
Márquez, dejó la Facultad de Derecho muy pronto, ejerció como periodista y después se dedicó a la creación literaria donde logró establecer su nombre como uno de los grandes representantes de la Literatura Latinoamericana.
Para concluir con los ejemplos, abordaré el caso de una de mis amigas, donde «Don Quijote de la Mancha» le hizo ver la importancia de creer en los ideales y que vivir pensando en el bienestar de los demás también puede ser parte de la realidad; abandonó su trabajo de traductora y ahora es voluntaria a tiempo completo en una fundación que ayuda a niños de escasos recursos.
En resumen, cada uno de nosotros ha encontrado un camino que quizás nunca pensó; jamás hubiera imaginado que una tarde, con dieciséis años y en un lugar poco común, la influencia de un libro me llevaría a estudiar literatura unos años más tarde. En cuanto a Márquez, él no se visualizaba como un escritor, sino como un abogado, y mi amiga, siempre pensó que después de unos años de trabajo se iría al extranjero a continuar con sus estudios.
Para terminar, quiero decir que la literatura va más allá de un simple placer estético, de una evasión, de una forma, de un contenido, etc.; la obra indicada puede inducir a cambios radicales, hacernos ver que existen más alternativas que escapan a los ojos del materialismo y que producen, a largo plazo, un goce al descubrir una especie de encuentro entre los sueños y la realidad misma.
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